Capítulo 3

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El valor y la autenticidad no se encuentran en el fondo de una copa, sino en la fortaleza de ser quien realmente somos. Si debes beber para ser tú misma, cariño, déjame decirte que aún no estás del todo bien.

No se ni como he llegado aquí, sin embargo, puedo recordar como la puerta de entrada a la terraza de la discoteca se encontraba a unos metros de distancia de donde yo estaba bailando con Laila y Rena minutos atrás. Cada paso que di para llegar aquí se ha sentido como estar caminando sobre una cuerda floja. Recuerdo que tropecé con algunas personas en el camino y también con dos botellas vacías que estaban desperdigadas por el suelo, no obstante, conseguí llegar aquí. Mi intención es que el aire fresco recupere un poco mi compostura. Me encantaría decir que estoy sola aquí, que nadie puede verme en el estado en el que me encuentro, pero no es así. A mi izquierda se encuentran un grupo de jóvenes fumando tabaco y algo de marihuana. Me cerciore de mantenerme algo alejada de ellos para que el humo de los cigarros no me quite el poco aire que me queda, por lo que ahora estoy cerca de la barandilla.

La noche está demasiado fresca y oscura y aunque las luces amarillas de la ciudad se llevan el protagonismo en la escena que estoy observando, aun alcanzo a visibilizar algunas estrellas en el cielo. Aquí, lejos de las luces intermitentes de la discoteca, lejos de Laila y Rena y también de la música fuerte, puedo sentir como mi estómago comienza a pasar factura los 4 vasos de alcohol que he estado bebiendo esta noche. Las náuseas se hacen presentes. Intento mantener la calma porque aunque vomitar sería lo mejor en este momento, no quisiera hacer un papelón, sobre todo cuando aquellos jóvenes me observan. No lo había tenido en cuenta pero 2 de ellos llevan viéndome desde hace tiempo, lo supuse porque comenzaron a murmurar algunas cosas cuando les lancé una mirada confusa.

Intento ignorarlos. Inhalo y exhalo pretendiendo contener las molestas ganas de vomitar. Con suerte me recupero aunque mi vista se torna un poco borrosa y siento como si estuviera en una montaña rusa, de esas que te ponen de cabeza. Aquellos jóvenes dicen algo que no alcanzo a entender por lo que continuó ignorandolos, sin embargo uno de ellos me señala y vuelve a pronunciar unas frases que tampoco alcanzo a oír. Mi estómago se contrae, observo rápidamente a la puerta principal y pienso que quizás es mejor regresar con Laila, de hecho, Laila había insistido varias veces con acompañarme aquí, pero luego de haberle repetido en 10 ocasiones que necesitaba estar sola y tomar aire fresco, me dejó venir sola. En este momento, algo en mí me dice que no fue la mejor opción.

Vuelvo a mirar la puerta de reojo, la misma está a unos metros de distancia, considero que si tomo mi bolso rápidamente podría llegar allí en cuestión de segundos. Analizo la situación y decido poner en marcha el plan. Tomo mi bolso que por alguna razón se encontraba en el suelo y trastabillo un poco intentando ponerme nuevamente de pie. Regreso mi mirada hacia la puerta, pero está vez una figura tapa mi visión. Es un hombre, grande, lo suficiente como para no permitirme el paso. Lo observo de arriba abajo, noto que es el joven que me había estado señalando segundos atrás. Su cabello oscuro y corto se encuentra desalineado, al igual que el atuendo que está luciendo. Mi cabeza sigue produciendo mareos intensos y aunque me encuentro alcoholizada siento que este hombre ha doblado la apuesta y ha bebido más de lo que yo podría beber en toda mi vida. Él sonríe al verme y por algún motivo siento que intenta parecer amigable. Observo cómo su grupo de amigos fijan su mirada hacia mí mientras él se acerca lentamente hacia donde me encuentro.

— Hola— dice finalmente.

Lo saludo con un gesto en el rostro pero no emito sonido.

Él levanta la copa que tiene en la mano y la acerca a mis manos.

— ¿Quieres un trago?— dice.

Niego con la cabeza.

Miro a mi alrededor pero todo parece estar transcurriendo de una manera alterada, y es por ello que ese sentimiento de nerviosismo se hace presente nuevamente en mi cuerpo. Pienso que este hombre, pese a que luce sumamente ebrio, no tiene pinta de ser de esos tipos malos que aparecen en las películas. De aquellos que te arrebatan la libertad en un instante, no obstante, ni siquiera estando alcoholizada aceptaría un trago de un desconocido. He visto mil casos de este tipo en el canal de noticias de la TV. La típica historia: una jovencita que se encuentra sola y el hombre que parece ser amigable aparece de manera repentina, hablan un rato, se llevan moderadamente bien hasta que él le ofrece un trago, ella acepta y a causa de ello todo se va por la borda.

Todo lo que no te conté Donde viven las historias. Descúbrelo ahora