Capitulo 4

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En el mundo mágico de la infancia, la inocencia es la llave que abre puertas hacia futuros esperanzadores.

Lunes 5 de abril, Año 2010  

                                4 

Papá no quiso contarme lo que sucedió con Jaz, pero tengo el recuerdo que hace un año atrás mi abuela y yo fuimos a visitarla en un hospital que quedaba lejos de casa. Recuerdo que aquel viaje se me hizo eterno. Ambas tomamos asiento en la parte trasera del autobús, pero la abuela lucía muy cansada, sus ojos cargaban con algo de tristeza. Nunca comprendí muy bien lo que sucedió ese día, porque ella solo se limitaba a responder “todo está bien, cariño”. Yo sabía que no era así. Conocía muy bien a la abuela y conocía muy bien a mis padres, por lo que notaba que las cosas en casa no andaban bien desde hacía mucho tiempo. 

Ese día no quise preguntar mucho, no porque no quisiera saber, sino porque no tenía caso alguno. Sabía que nadie se detendría un segundo a contarme con detalles porque Jaz necesitaba cirugía. Hoy tampoco quiero hacerlo. Días como hoy son los que me hacen desear ser grande y es solo porque se que en el mundo de los grandes no te mienten, en el mundo de los grandes estás al tanto de todo y puedes ayudar, puedes ser parte, y eso ha sido algo que he anhelado durante todo este tiempo. Sin embargo, toda mi familia siempre parece querer dejarme fuera del lío.

Aquel día viajamos muy temprano, tan temprano que aún parecía ser de noche, el sol estaba aún oculto detrás de el cielo gris. Durante el viaje dormí un poco, por lo que no  sentí que pasó mucho tiempo antes de que la abuela me dijera que era momento de bajarnos del vehículo. Caminamos unas cuadras y finalmente llegamos. El edificio era inmenso. Estaba todo pintado de blanco, pero una de las paredes estaba adornada con algunas manchas de pintura de colores en forma de manos de niños pequeños. Eso me pareció algo bonito. Pero lo más importante de aquel lugar es que estaba completamente repleto de niños.  Recuerdo que la abuela me tomó de la mano y ambas ingresamos por la puerta principal. Allí dentro todo se encontraba impecable y todo aquello que podía tocar tenía un pequeño olorcillo a cloro y desinfectante.  Mientras yo estaba observando el lugar con curiosidad, la abuela me acompañó a la sala de espera.

— Quédate aquí cariño, vendré pronto, debo preguntar en qué habitación se encuentra tu hermana—dijo dulcemente.

Yo asentí con la cabeza y tomé asiento en una de las sillas de color celeste que había en aquella sala.

Recuerdo que allí no me encontraba sola, habían algunos adultos, pero solo algo me llamó la atención y fue que antes de ver a Jaz, un niño con lentes y cabello rizado se acercó a hablarme. El niño me preguntó si era de aquel sitio, ya que nunca antes me había visto por aquel lugar. Le expliqué que venía de visita y note que se entristeció un poco. El parecía ser muy inteligente y estaba vistiendo una especie de bata extraña de color celeste. Recuerdo muy bien que cuando me dijo que se llamaba Lucas sentí que su voz sonaba muy cálida y un tanto tierna y en el corto tiempo que pudimos conversar, me confesó que él vivía en ese edificio, porque  los doctores tenían que revisar un golpecito que tenía en su pierna derecha. De hecho, él me mostró aquel golpe y solo se que nunca antes había visto algo igual en mi vida, sentí que esa no era una herida normal, pero Lucas me afirmó que los doctores lo estaban curando. A decir verdad, él no sabía explicarme muy bien su situación, pero sí afirmaba rotundamente que debía quedarse en el hospital para curar esa pequeña herida y estar completamente como nuevo.

Mientras conversábamos comprendí que él era más pequeño que yo, tenía 5 años de edad, pero por alguna razón lucía mayor. Jugamos un rato mientras la abuela seguía en la recepción y de un momento a otro una mujer apareció por medio de la sala pronunciando su nombre con un tono que me pareció preocupante. Aquella mujer parecía ser la madre de Lucas, la misma al verlo se emocionó. Recuerdo muy bien que le dijo algo como: “Mi cielo, te ha dicho papi que no debías irte de la sala de atención hasta que el doctor regrese”. Luego de aquello, la mujer desconocida recogió en sus brazos a Lucas y lo sentó en una pequeña silla de ruedas que se encontraba al lado de la puerta de entrada. Antes de irse, el se volteo a verme con una sonrisa resplandeciente y agitando su mano en forma de saludo, se despidió de mí.  Mi conversación con él me hizo pensar que quizás Jaz también debería quedarse mucho tiempo en el hospital. Por ello, esa fue la primera vez que vi a Lucas y la primera vez en mi vida que sentí algo de miedo. A día de hoy, sé que mamá y papá deben volver nuevamente al hospital y ese miedo que sentí aquel día, finalmente se hizo realidad. Hoy  se que al tal como lucas lo hizo aquella vez, Jaz pasara largos días allí hasta que se recupere. Aún me sigo preguntando si lucas habrá regresado alguna vez a su casa o por lo contrario habrá hecho del hospital su nuevo hogar. 

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