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Capítulo 6: El lugar que quiero abandonar (2)

La vida en la cabaña continuaba.

Pasaron diez días, y el día siguiente llegó sin ninguna señal del Conde Roxen, y el día siguiente no fue diferente.

Durante este tiempo, nos habíamos adaptado completamente a nuestra vida en la cabaña.

El primer día aquí se sintió parecido al primer día en un campo de entrenamiento militar moderno.

Esa sensación de incredulidad, de preguntarse cómo podía ser esto realidad. Era una mezcla de confusión e inquietud, pero ahora, mirar al techo de madera por la mañana no nos provocaba ningún pensamiento en particular.

Habíamos establecido una especie de rutina en nuestra vida cotidiana.

Hena y yo siempre éramos los primeros en empezar el día.

Yo salía enseguida a correr por la nieve para hacer ejercicio, mientras Hena preparaba la comida y el agua para lavar.

Después de sudar, tocaba cortar leña.

Cortar leña resultó ser una actividad muy física, más de lo esperado.

Después de una vigorosa sesión de hachazos me invadía una sensación de orgullo, sobre todo cuando sentía que mis músculos crecían.

Utilizábamos mucha leña, ya que Sirien era especialmente sensible al frío.

Era mejor tener un suministro abundante, ya que disminuiría rápidamente.

"¿Estás despierto?"

"Mmm..."

Cuando volvimos a la cabaña, los hermanos ya habían empezado la mañana.

Sirien se lavaba la cara con la ayuda de Hena, mientras Terion dejaba marcas con su cuchillo en una parte apartada de la pared de la cabaña, contando los días que habíamos pasado aquí.

"¿Hoy es el día 17?"

"Sí. Vamos a desayunar y luego a entrenar".

"Me parece bien".

Se había formado un acuerdo tácito entre nosotros.

Ya no hablábamos de querer volver rápido.

Era un deseo compartido, y mencionarlo sólo lo hacía más doloroso. Hablar de ese deseo sólo traía malestar, así que evitábamos deliberadamente el tema.

Terion y yo discutíamos a diario.

No había mucho más que hacer aquí, y una espada, si se descuidaba, pronto se oxidaba.

Y no sólo la hoja podía oxidarse; también las personas.

Sin un esfuerzo continuo, era imposible mantener un cuerpo y unas habilidades perfeccionadas.

Nuestras sesiones de entrenamiento eran cortas, duraban entre una hora y dos como mucho. Debido a la temible presencia de Hena, nos absteníamos de las técnicas terrestres y nos centrábamos únicamente en el manejo de la espada.

Tras el combate, nos dirigíamos a la zona de lavado para enjuagarnos el sudor.

Estábamos solos Terion y yo durante esos momentos, e inusualmente, Terion llevaba una expresión seria.

"Razen, he estado pensando".

"¿Tú, pensando?"

"Déjalo ya".

Es sorprendente cuando piensa.

"No soy completamente tonto. Tengo mis pensamientos, no tanto como Sirien o tú, pero aún así."

Me Hice Amigo De La Infancia De La Santa VillanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora