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Capítulo 7: El lugar que quiero abandonar (3)

Los hermanos se acercaron al carruaje con fingida indiferencia, con el ánimo secretamente por las nubes.

A pesar de las desagradables y penosas experiencias compartidas, parecía que querían mantener su dignidad ante los demás.

Ajenos a sus verdaderos sentimientos, Hena y yo les seguimos por detrás.

Antes, una sonrisa radiante había adornado el rostro de Sirien, una imagen que no había visto en lo que me pareció una eternidad.

Durante 17 largos días, una sombra pareció cernirse sobre las expresiones de los hermanos.

Espero que esas sombras nunca vuelvan a sus rostros'.

El carruaje, tras aventurarse en la extensión nevada, se detuvo.

La persona que se apeó no era otra que el conde Roxen, acompañado de un número de caballeros que no había cambiado significativamente, lo que sugería que habían sido traídos en secreto.

Lo que me preocupó fue la ausencia de caras conocidas entre ellos.

Era curioso.

Creía conocer a la mayoría de los caballeros del Ducado.

¿Podría haber alguien a quien no conociera?

Sus ropajes estaban demasiado raídos para mostrar armadura alguna, pero su actitud vigilante era inconfundible, indicativa de individuos entrenados.

Tal vez fueran de la guardia fronteriza, atraídos desde todas las direcciones debido a las circunstancias urgentes.

¿Cómo era el conde Roxen en la historia original?

A pesar de intentar recordar, no se le mencionaba.

Todo lo que sabía del conde Roxen provenía de lo que había visto y oído dentro del Ducado.

Esto significaba que había una alta probabilidad de que hubiera fallecido una década después.

En la historia original, su posición y las de sus parientes habían sido asumidas por otros.

Aunque la mayoría de los parientes del duque murieron a manos de un vengativo Sirien, los descendientes del conde Roxen no figuraban entre las víctimas.

'¿No guardaba Sirien, diez años después, rencor al Conde Roxen?'

Sin embargo, el conde Roxen que volví a ver no parecía haber disfrutado de tiempos agradables.

Su rostro estaba marcado por el cansancio, tenía ojeras y su piel parecía más cetrina que antes.

Parecía un oficinista agotado por las horas extras, lo que evocaba un sentimiento de simpatía.

"¡Tío!"

"Lo siento, he llegado bastante tarde".

Sirien se acercó al conde Roxen y lo abrazó.

El conde correspondió al abrazo y le palmeó suavemente la espalda.

Sin embargo, su expresión distaba mucho de ser relajada.

"Vosotros dos debéis de haber soportado mucho. No deberíais estar en un lugar como éste... Todo se debe a mis deficiencias. Lo siento."

"Por favor, no digas esas cosas, tío."

"Es un alivio veros sanos a los dos. Razen, Hena, vuestros esfuerzos deben haber contribuido a esto. Os debo mi gratitud".

"¡Sólo hice lo que tenía que hacer!"

Me Hice Amigo De La Infancia De La Santa VillanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora