El odioso cuñado

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Patricia pide ayuda a su cuñado pequeño para que la ayude con su hijo. Lo odia pero no le queda otra opción.

Era el primer día del cole de su hijo y en casa era todo un caos.
- Cariño, cogiste la merienda para el recreo? Guardaste todos los libros en la mochila? - Patricia, apurada, cogió las llaves del coche y las metió en el bolso.
- Donde está el bocadillo, mamá? - preguntó Marcos, su hijo.
- En donde va a estar, en la mesa de la cocina!
- Y la mochila? - lo vio salir de la cocina con el bocadillo envuelto en papel de aluminio en la mano.
- Tu que crees? Está en tu habitación!! - contestó tapando el teléfono para que no la escuchara su compañera de oficina que estaba al otro lado del teléfono.
Patricia mientras preparaba todo, estaba atendiendo llamadas de la oficina. Estaba de los nervios. Es que no pueden pasar un día sin mi? Para esto, si lo sé, no me pido el día libre!, pensaba alterada.
Ese curso era especial para Marcos, pues lo habían decidido cambiarlo de colegio. En el anterior había demasiadas cosas que no le gustaban y, aprovechando que tanto a ella como su marido los habían ascendido de puesto en sus trabajos, habían decidido cambiarlo a uno de pago del que todo el mundo hablaba maravillas.
Se miró en el espejo. No sabía como ir vestida. Así iré bien? Será demasiado informal este vestido? Se había decidido por un vestido veraniego, ni demasiado escotado ni tampoco muy abrigado. Era mediados de septiembre y aún hacia calor.
- Cariño, tu ya estás? Te lavaste los dientes? - preguntó mirando hacia la habitación.
Cogieron el coche y enseguida estuvieron de camino. Faltaba media hora para la entrada, pero era un poco lejos y quería ir con tiempo por si había trafico. Entró en el recinto del cole y faltaban quince minutos. Pensó que era genial eso de poder entrar con el coche y no tener que dejarlo en doble fila como en anteriores cursos.
Ya había muchos niños con sus padres aglomerados en la entrada. Al ser un niño y una mamá nueva, fue inevitable sentirse observada. Por desgracia, estaba acostumbrada a acaparar las miradas de la gente, porque era una mujer que llamaba bastante la atención. A sus treinta y un años, se mantenía perfectamente, y su rostro, gracias al cual había llegado a trabajar como modelo antes de ser mamá, era de los que atraía a la gente. Le había dado mucha pena dejar ese trabajo, pero al nacer Marcos, prefirió dedicarle tiempo a su bebé.
- Ven cariño, es por aquí - le habían dicho que la puerta de los niños del curso de su hijo era un poco mas arriba.
Se quedaron esperando mientras no llegaba la hora de entrada. Ella también observaba a los padres y madres de los niños, aunque ella lo hacía con disimulo, no como esos hombres que la miraban descaradamente. Se quedó contenta al comprobar que su vestimenta no iba desacorde con el resto de la gente. Lo que si pudo comprobar, en el otro colegio también le pasaba, era que era la mamá mas joven o en apariencia lo parecía, una circunstancia que ya no le sorprendía porque ella había sido madre muy joven. La media de edad era de unos cuarenta años, algunos incluso mas mayores.
Alfredo, el marido de Patricia, trabajaba como jefe de ventas de una importante multinacional. El nuevo puesto lo obligaba a viajar constantemente y, si a nivel económico su familia estaba perfectamente, a nivel sentimental era todo lo contrario. Patricia no conseguía acostumbrarse a sus ausencias y mas desde que hacía cuatro años lo había descubierto siéndole infiel con una compañera de trabajo. No podía evitar sentir que no confiaba en él, por más que el le juraba que no volvería a repetirse aquello. Estuvo a punto de separarse pero decidió darle una oportunidad. Pero no conseguía ser feliz.
Se encontraba hablando con uno de los padres que se había acercado a ella al verla algo perdida, cuando sonó el teléfono.
- Me disculpa un momento? - su teléfono sonaba y era un número desconocido. Seguro que otra vez será alguien de la oficina, pensó - Diga?
- Hola Patricia - era una voz de hombre que no conocía - Soy Jesús el padre de Joel. Te das cuenta?
- Joel, el compañero de Marcos el curso pasado? - preguntó extrañada.
- Si, el mismo. Me acabo de enterar que has cambiado a Marcos de cole.
- Y quien te dio mi número? - estaba sorprendida de recibir una llamada de ese hombre que solo conocía de vista.
- Tienes que perdonar pero lo conseguí por el grupo de WhatsApp de padres.
- Ah, no me di cuenta y aún no me salí del grupo - dijo fastidiada por olvidar hacerlo.
- Y que tal estás? Hoy, cuando me enteré que ya no estaba Marcos en el colegio, pensé en llamarte para saber de ti. Te puedo invitar a un café otro día?
- Uy, no creo que sea buena idea. Si mal no recuerdo, tu y yo estamos casados y nuestros hijos ya no están juntos en el colegio. Te agradezco tu interés, pero no.
- Me gustaría conocerte un poco mas, Patricia. Siempre me has parecido una mujer muy interesante y por un simple café no pasa nada.
- Jesús, te agradezco el interés pero no.
- Piénsalo, por favor - insistió - Otro día te llamo y me dices si aceptas, vale?
- Vale, pero ya te digo que no es buena idea. Ahora tengo que colgar.
- De acuerdo. Me ha gustado escucharte.
- Gracias.
Cuando colgó la llamada, se quedó sorprendida. Acaso tenia un imán para los cabrones? Recordó que ese tal Jesús, era el típico papa del colegio por él que todas estaban coladas. No sabía su edad, rondaría los cincuenta años, pero tenía un cuerpo que ya le gustaría a muchos chicos de treinta. Estaba casado con Yolanda, que era la envidia de casi todas. A Patricia, esa mujer siempre le había caído mal, aunque el sentimiento era mutuo, pero no le caía mal porque fuera una mujer espectacular físicamente, sino porque era muy creída y no sabía hacer otra cosa que presumir de marido.
" Anda que si su mujer se entera que me quiere invitar a un café su marido!" pensó sonriendo.
No aceptaría ese café, pero en su fuero interno, se sentía halagada del interés de ese hombre hacia ella.
Ya en casa, después de acostar al niño, decidió darse una ducha. Ese era su momento preferido del día. Le gustaba poner música relajante en su altavoz portátil y disfrutar de ese momento; la ducha, echarse crema y cuidar su cuerpo.
Enjabonó sus pechos despacio, como si de un masaje se tratara. Le gustaba mirarse al espejo mientras lo hacía. Le fascinaba ver como sus pezones se iban oscureciendo y crecían de una manera desproporcionada al tamaño de sus pechos. Éstos, eran pequeños con forma de cono y estaban coronados por unos pezones grandes. Siempre recordaba que su marido, cuando eran novios, le decía que eran las tetas mas excitantes que viera nunca. Y si de aquella, ya sus pezones eran algo grandes, después de nacer Marcos, aún lo eran más.
Enjabonó el estómago, los brazos, las piernas suaves. Ahora masajeaba las nalgas. Le gustaba mucho como sus manos, llenas de espuma, resbalaban por ellas. Siempre dejaba para lo último su vagina, a la que dedicaba mas tiempo que a cualquier otra parte de su cuerpo. El masaje en esa zona era mas delicado, mas suave. Recorría cada pliegue con sus dedos y el placer era sublime. Cuando sentía que su vagina iba a estallar de placer, el ritual era bajar la alcachofa de la ducha, cambiar el tipo de presión y apuntar el chorro del agua a su clítoris. Los orgasmos que sentía eran increíbles y, muchas veces , tenia que permanecer sentada un rato en la bañera hasta que su cuerpo dejaba de temblar.
Nadie que la conociera podía imaginarse que esa dulce mamá del colegio, todos los días del año, tenía que masturbarse en el momento de la ducha. En cama lo hacía a menudo, pero en la ducha siempre.
Estará con otra mujer en estos momentos? Como será ser acariciada por otro hombre que no sea mi esposo? Acaso mi marido me perdonaría una infidelidad como yo se la perdoné a él? Eran preguntas que muchas noches se hacía. Se durmió enseguida. Ya era algo tarde y al día siguiente tenia que llevar al peque al colegio.
Cuando se bajaron del coche, ya había muchos padres esperando la hora de entrada ya que solo faltaban cinco minutos para que sonara el timbre. Era cosa de ella o muchas madres la miraban como con envidia? El vestido que se había puesto, era algo mas corto que el del día anterior, pero no era para tanto. Algunos padres la miraban pero estos lo hacían con disimulo, aunque no todos, porque había algunos que no se cortaban nada en mirarle a las piernas y, cuando se sentían sorprendidos, la miraban con esa cara de chulos que tanto odiaba.
- Mami, hoy vienes a buscarme? - acababa de sonar el timbre y Marcos tenía que entrar.
- No cariño, hoy tengo que trabajar y viene el tío a buscarte.
- El tío? - a su hijo le encantaba estar con su él
- Si cariño - respondió agachándose - Venga, dame un beso o llegarás tarde.
La mañana le pasó bastante rápida en el trabajo. No tuvo ni un momento libre con todos los papeleos y gestiones que se acumulaban sobre su mesa. El teléfono no dejaba de sonar y estaba estresada.
Hubo un momento, que hasta le contestó mal a su jefe y una de las veces que fue a su despacho a llevarle unos contratos, él la mandó cerrar la puerta.
- Ahora no puedo, Antonio. Tengo muchas cosas por hacer.
- Claro que puedes, te lo estoy mandando yo! - el carácter de ese hombre era agradable pero, cuando se sentía molesto o enfadado, era mejor no llevarle la contraria.
- Que quiere? - obedeció cerrando la puerta a sus espaldas.
- Quiero que te relajes y me cuentes que te pasa. He notado que estás muy alterada - le dijo serio.
- No me pasa nada.
- Vamos a ver, Patricia - el tono de su voz fue disminuyendo - Te conozco desde que eras una niña y a mi no me engañas.
Antonio, era amigo de su padre y la conocía desde que había nacido. Ya antes de terminar la carrera, le había ofrecido hacer las prácticas de la universidad allí. Sabia que era una joven responsable y con muy buenas notas y haciendo las prácticas, comprobó que no estaba equivocado y por eso la contrató enseguida.
- Se que te pasa algo y no me gusta verte así - la miró con cariño.
- Es que se me está haciendo todo cuesta arriba - se derrumbó y comenzó a llorar.
- Mira, coge tus cosas - se levantó de la mesa y, acercándose a ella, acarició sus hombros con cariño - Ahora mismo te vienes conmigo a tomar un café.
- Ahora no puedo, tengo mucho trabajo.
- Pero aquí quien manda? - le sonrió y le ofreció un pañuelo de papel para que se secase las lágrimas.
- Usted - ella también sonrió a pesar de su tristeza.
- Pues ya está todo dicho. Vamos a tomar un café y no hay otra opción.
Le dijo de ir a una cafetería un poco mas alejada que la que había frente a las oficinas, pues a ésta bajaban los compañeros habitualmente en sus momentos de descanso y no quería que la vieran así.
Se sentaron en una mesa del fondo para no ser molestados.
- Perdóneme por ponerme así, arriba - estaba abochornada por aquel momento de bajón, era una mujer muy exigente consigo misma y su carácter fuerte no le permitía mostrar debilidad delante de la gente.
- No tengo nada que perdonarte. Somos humanos y todos tenemos momentos malos. Hoy he notado que estabas superada Patricia, y quiero que eso se solucione. En que puedo ayudarte? Necesitas que contrate a alguien para ayudarte?
- No se como sacar todo adelante yo sola.
- Alfredo está de viaje otra vez? - al nombrar al marido puso cara de fastidio.
Alfredo nunca les había gustado a los padres de Patricia y a Antonio tampoco le hacía gracia.
Cuando se enteró que le había sido infiel, Patricia fue al primero que se lo contó. Tuvo que pedirle por favor que no fuera a hablar con él porque sabía que lo mataría tal y como lo vio de enfurecido. Le rogó que no le hiciera nada, que ella lo iba a perdonar sobretodo por su hijo.
Todos pensaban que ella se merecía un chico que la tratara mejor.
- A Jaime? - Antonio conocía a toda la familia - Ese... otro que tal baila! Menudo vividor!
- Ya, pero no tenia otra opción. Por el horario no podía pedírselo a nadie más.
- Que horario te vendría bien? - le preguntó.
- Para?
- Para poder ir a buscarlo tú todos los días.
- No, eso seria para usted mucho lío.
- Mira, quiero que tengas clara una cosa. - ella lo escuchaba con atención- Para mi eres la mejor con diferencia en la empresa. Me lo has demostrado en estos años, cuantos llevas conmigo? Diez años?
- Si, como se suele decir, menos para la muerte - ambos no pudieron evitar pensar en los padres de Patricia, que habían fallecido en un accidente de tráfico hacia tres años. Antonio pensó también en su mujer, que estaba muy enferma desde hacía un año.
- Por eso mientras estemos aquí, hay que intentar ser felices y aprovechar los momentos. Te sientes mejor?
- Si, gracias!! - lo miró con tristeza - Perdóneme por haberle contestado mal en la oficina.
- Tranquila, los dos somos de carácter fuerte. Mi carácter tampoco es fácil y a veces también te grito y luego me arrepiento.
A Patricia le gustaba la gente de carácter fuerte, que tuvieran iniciativa, su marido era todo lo contrario y eso lo odiaba porque era ella la que siempre tenía que tomar las decisiones, incluso en la cama.
- Que te grite? - la miró extrañado.
- Bueno gritar no, pero que tenga carácter si. Siempre me gustó la gente con carácter fuerte, si tienen mas carácter que yo, pues mejor.
- Pues tu tienes mucho eh! - le sonrió.
- Por eso me gusta que no me digan que si a todo
Cuando volvieron a la oficina, Patricia estaba mas relajada. Le había ayudado mucho aquella conversación con su jefe. Siguió trabajando y tuvo que ir varias veces a su despacho para llevarle varios contratos que había logrado cerrar. A la hora de la salida se fue a despedir de él.
Salió de las oficinas y se despidió de sus compañeros. Se sentía feliz. Lo que había comenzado como una jornada de trabajo caótica, había terminado siendo una mañana muy buena tanto a nivel laboral como personal. Se sintió muy agradecida con su jefe. Había sabido como manejar la situación y sobre todo su situación emocional.
Su cuñado Jaime, era el pequeño de tres hermanos. El mayor era Sebas que, a sus cuarenta años, era el mas normal de todos. Luego Alfredo, su marido, que tenia treinta y cinco y por ultimo, Jaime, que llegó después de un embarazo inesperado y tenia veinticuatro.
Jaime, ni había terminado los estudios, ni buscaba trabajo y vivía a costa de sus hermanos. La única preocupación para él, era estar de ligoteo por las redes sociales e ir al gimnasio. Se notaba que pasaba muchas horas en él porque su cuerpo era enorme sin un gramo de grasa. A Patricia, ese tipo de chicos que solo hacían el vago y miraban a las chicas solo para enrollarse con ellas, le daban rabia y por eso no le caía bien. Lo que también la molestaba mucho era su manera de mirarla o sus continuos comentarios sobre su cuerpo.
Aún tenia presente que la última vez que había discutido con su marido, había sido por culpa de Jaime. Era verano y estaban en casa cuando él se había presentado allí sin avisar. Ella, cuando estaba en casa sin esperar visita de nadie, siempre se ponía cómoda con alguna camiseta y algún pantalón corto y nunca usaba ni sujetador ni bragas en casa. Jaime había entrado como siempre como un torbellino y se sentó al lado de ellos.
- Cien euros ni mas ni menos? - su marido estaba cansado de dejarle dinero - Cuando te vas a poner a trabajar?
- Es que ligué con una chica y la quiero invitar a cenar. Venga, tío, tengo unas despedidas de solteras este verano y te los devolveré.
- Despedidas de solteras? - tanto ella como su marido se quedaron sorprendidos con aquello.
- Si. Ya sabes como son las tías. Me ven así de cachas y seguro que alguna tía debió hablar de mi polla y me ofrecieron hacer unos bailes y bueno, lo que surja.
- No te pongas así mujer, es que estás buenísima y debe ser una gozada follar contigo.
- Que pasa aquí? - al escuchar las voces mas altas de lo normal, Alfredo apareció en el salón con un billete de cien euros en la mano
- Tu querido hermano que es un descarado. Dale el dinero y que se vaya.
- Toma. Pásalo bien con esa chica - le dijo dándole el dinero.
- Pobre chica que no sabe con quien va - le dijo Patricia alterada.
- Envidia? Eres un niñato - estaba muy cabreada con todo aquello.
- Hola, cuñada - la vio en la puerta de la habitación que los observaba jugando a pelearse - Saluda a tu madre, cariño.
- Hola, mami - al verla, fue hacia ella corriendo - Estaba peleando con el tío. Le gané tres peleas. Viste que brazos tiene? - al ir con una camiseta de tirantes, se veían sus brazos increíblemente hinchados.
- Si, cariño - la verdad es que aquellos brazos llamaban la atención. Al estar en cuclillas para abrazar a su pequeño, miró hacia su cuñado y se dio cuenta que éste le estaba mirando las piernas - Voy a cambiarme y comemos.
- Venga nene, vamos a lavarnos las manos - Jaime se levantó y se llevó al niño al baño.
Se estaba cambiando en la habitación y pensaba en lo ocurrido en el cuarto de su hijo. La mirada de su cuñado sobre sus piernas no le había molestado como otras veces. Se había sentido incómoda pero mas por la vergüenza que por otra cosa. Acaso le había agradado? Cogió un sujetador del cajón y se lo puso, odiaba usarlos en casa y le dio rabia tener que ponérselo.
Al llegar a la cocina, vio que el niño ayudaba a su tío a poner los cubiertos en la mesa. Jaime la miró de arriba abajo y aprovechando un momento que el niño estaba despistado se acercó a ella.
- Puesto lo que? - preguntó extrañada.
- El sujetador.
- Ah! - se sonrojó de saber que se había fijado en ese detalle - Pues porque estás tú.
- Ya que te hice el favor de ir a por Marcos, pensé que me lo agradecerías - le hablaba en bajo cerca de la oreja.
- Y te lo agradezco mucho.
- Pues no se nota. Cuando vas a poder ir tu a recoger al niño?
- Cuando empiece las clases extraescolares podré ir yo.
- Y mientras tanto?
- Te iba a pedir si podrías ir tú estos días.
- No sé si podré - le miró hacia los pechos haciéndole saber cual sería el requisito para ayudarla.
- Eres un cabrón!
Volvió a su cuarto molesta porque ese crio se aprovechara de su necesidad. Se quitó el sujetador y volvió a la cocina. Ellos ya estaban sentados a la mesa. Su cuñado sonreía al saberse ganador de ese pulso con su cuñada.
- Cariño, mañana quieres que vaya a buscarte al cole? - preguntó a su sobrino.
El ambiente durante la comida era tenso. Su cuñado la miraba a las tetas con descaro y decía comentarios con doble intención mirando la fuente de patatas y albóndigas. Frases como, " que buena pinta tienen" , " deben estar deliciosas", " hace mucho tiempo que tengo ganas de comer algo así" ... Y lo que terminó por sonrojar totalmente a Patricia, fue cuando le preguntó si tenía peras, dado que la forma de sus pechos era como esa fruta. El roce de la camiseta y aquella forma de mirarla, hizo que sus pezones se pusieran grandes y la camiseta se deformaba muchísimo en esa zona.
- Jaime, me haces un favor? - se ruborizó por la frase que le había dicho en esas circunstancias - Quiero decir... Puedes quedarte un momento atendiendo al niño y así aprovecho y me doy una ducha?
- Gracias - salió de la cocina y sintió como le miraba el culo.
Se aseguró que la puerta estaba cerrada y se miró en el espejo.
" Joder! tengo los pezones como pitones! Madre mía! " , pensó al verse reflejada.
Se quitó la camiseta. Al bajarse el pantalón y las bragas, vio que estaban empapadas. Bajo el agua se acarició los pezones. Sentía que podría perfectamente llegar al orgasmo solo con esas caricias en ellos. Se frotó el coño con fuerza ya que necesitaba calmar aquel ardor tan intenso. Como flashes le venia a la mente la imagen de su cuñado mirándola fascinado. Le venían a la mente sus brazos musculados.
" Es mi cuñado "
Se corrió en un orgasmo que recorrió su cuerpo desde los pies hasta la cabeza.
Se quedó sentada en la bañera abrazando sus piernas flexionadas. Estaba desconcertada, confusa. Acababa de masturbarse pensando en un niñato que le caía mal, que le parecía un maleducado y grosero. Pero el orgasmo había sido muy intenso.
Se dio una ducha rápida. Llevaba ya bastante tiempo en el baño. Cuando salió los escuchó en el salón, estaban viendo la tele.
- Gracias por esperar, Jaime.
- Chao - le dio rabia sentirse descubierta mirándole el culo.

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⏰ Última actualización: Sep 04 ⏰

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Lidia, la ninfa pelirrojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora