Silvia
La vida parecía sonreírme por primera vez en mucho tiempo. Luego de aquel día las cosas mejoraron de maneras que jamás creí que podrían ni mucho menos esperé.
Lucero y yo fuimos a recoger a su hija ese día quien al vernos llegar juntas intuyó que nos habíamos arreglado, pero ambas nos permitimos jugarle una pequeña broma y fingir que no era así. Justo cuando la pequeña manifestó su desilusión le revelamos que, efectivamente, su madre y yo habíamos solucionado las cosas.
Decir que se alegró fue poco ya que la princesa comenzó a saltar y a correr por doquier causando que tanto su mamá como yo rieramos a carcajadas.
A partir de entonces las tres nos volvimos como una pequeña familia. Obviamente no le comentamos a la niña nada sobre nosotras así que en sus ojos Lucero y yo no éramos más que muy buenas amigas, aunque la realidad era otra... Al menos eso creí al principio.
—Buenos días, bonita.— Le dije al verla entrar a la cocina. Era muy temprano, tanto que ni siquiera había salido el sol y ya habían pasado tres largas semanas desde la confesión. —¿Dormiste bien?—
—Hola, Silvi.— Respondió ella dándome una sonrisa agotada. —Más o menos, anoche me la pasé pensando en muchas cosas que no me dejaron descansar; pero no importa, ¿qué tal tu?—
Fue inevitable no evadir su pregunta ya que su explicación de la mala noche me dejó algo consternada. —pero, claro que importa, por algo no pudiste dormir. ¿En qué tanto pensabas?—
—En nada relevante, Silvia, de verdad.— Dijo sin mirarme antes de irse a sentar a la sala del comedor.
—Eres una horrible mentirosa,— Suspiré, posteriormente caminé hacia donde ella estaba. —pero fingiré que te creo y no haré más preguntas.—
—Gracias.—
Le sonreí gentilmente y posé una de mis manos en sus mejillas. Me incliné para besarla tal y como se me había hecho costumbre hacer durante los últimos días, pero ella me esquivó sin razón aparente.
—¿Pasa algo?— Mi preocupación era más que evidente y por mucho que quisiera disimular fue imposible, tanto mi rostro como mi voz reflejaban lo que sentía.
—No, no, para nada... Solo no quiero arriesgarme a que Lucerito nos vea.— Murmuró ella.
—¿A las 5 de la mañana en sábado? Lu, por dios, ella no despertará hasta las 10 como mínimo.—
—Bien sabes lo tremenda que es ella a veces...— Replicó aun sin mirarme.
—¿Estás hablando en serio?— Pregunté totalmente incrédula.
No sé que fue peor, el hecho de que no me mirara o que ni siquiera me respondiera. Su actitud me extrañó y me dolió más de lo que me gustaría admitir. No la cuestioné más y simplemente me alejé de ella. La sensación de paz que sentía se desvaneció y fue remplazada por una incomodidad intolerable que me hizo prácticamente huir hacia la cocina.
Pretendí buscar cosas para hacer el desayuno y traté de despejar mi mente, pero pronto escuché unos pasos aproximandose a mí. No hice ni el más mínimo intento de voltear a verla, incluso después de que ella me abrazó por detrás.
—Perdóname.— Susurró dulcemente.
—¿Perdonar qué?— Claro que sabía a qué se refería, pero por más que su voz tan hermosa me quiso hacer desistir y disculparla, mi orgullo pudo más.
—Por como actué hace un momento.— Su agarre sobre mí se intensificó ligeramente, pero sin llegar a ser asfixiante. —Es solo que... Bueno, todo esto aun es muy nuevo para mí, ¿sí? Han pasado muchas cosas que a veces todavía me cuesta asimilar.—
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Dos Mil Rosas
Фанфик❛En tiempos de odio, encontré mi refugio en tu amor.❜ En época de guerra, el destino entrelaza vidas de maneras insospechadas. Silvia, de raíces judías, se ve obligada a ocultar su identidad tras la máscara de una mujer aria tras la quiebra de su ne...