Primera noche en el hospital

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La luz estaba muy fuerte, a Mineta le costaba abrir los ojos. Solo esperaba estar en su cuarto otra vez y darse cuenta que todo lo que pasó este último mes hubiese sido una fea pesadilla. Pero no fue así.

Después de varios minutos tratando de despertar lo primero que vió fue blanco. No las paredes verdes de su habitación. Trató de mover los brazos pero se sentían pesados, como si tuviera algo encima. Cuando su vista se acostumbró un poco más a la iluminación repentina pudo ver que efectivamente, estaba en el hospital.

La angustia se apoderó de él, nunca antes había sido internado. Nunca llegó a lastimarse tanto en un entrenamiento o algo de ese estilo como para quedar en el hospital.

"Qué patético. Primero no puedes defenderte y ahora ni siquiera para matarte sirves. ¿Realmente querías ser un héroe? ¿Crees que alguna agencia va a aceptarte después de esto? Toda la escuela se va a enterar y serás una puta burla, como lo has sido siempre"

Su cabeza parecía hablar sola, pero tenía razón. Realmente era patético. Sus ojos empezaron a inundarse y el corazón se le desgarraba de tristeza. No solo que no había podido terminar con su sufrimiento, si no que había preocupado a sus compañeros.

"Seguramente no querrán volver a verme"

–¡¿Mineta?!– Oyó de alguien. Una figura borrosa entró en su campo de visión. Parece que no estaba solo en la habitación.

–¡Ay por dios está despierto!–

–¡Iré a avisarle al sensei y al doctor!–

Su vista empezaba a enfocarse un poco más, miró al costado y vio a Iida salir de la habitación rápidamente. Momo, quien también estaba ahí, notó que el chico estaba mirándolos y se le acercó.

–Tranquilo Mineta, vas a estar bien. Trata de no moverte mucho–

Lo primero que trató de hacer fue mover su cabeza para verse. Estaba postrado en una camilla de hospital con sueros conectados a los brazos. Con razon no los podía mover. También se dio cuenta que tenía puesta ropa de hospital, significa que alguien lo tuvo que cambiar. Esa idea le dió un escalofrío.

–No va a pasar nada malo, respira. Te van a estar cuidando, no vamos a dejarte solo– dijo la pelinegra intentando calmarlo.

El chico la miró a la cara, pudo ver la preocupación en su rostro. Solo se sintió más culpable. Los había preocupado, los había asustado, y según él, los había decepcionado. Aún le costaba hablar, tenía la garganta seca y contraída por el ahorcamiento. Pero alcanzó a pronunciar un par de palabras en un susurro ahogado:

–Lo... siento–

A la muchacha le estrujó el alma al oír eso. ¿Por qué se estaba disculpando? Ellos debían disculparse por no haber tratado de insistir más o de hacer algo. Viendo la ronquera de su compañero le alcanzó un vaso con agua de una mesa.

–Bebe un poco y trata de no hablar mucho. No sabemos si te has lastimado la garganta– Seguido de eso lo ayudó a ponerse un poco más derecho y le sostuvo la cabeza para que bebiera de a sorbos. A Mineta le ardía más la garganta con cada gota que pasaba por allí pero no quiso decir que no.

–El resto de la clase viene en camino, tuvieron que tomarse el autobús– dijo ayudándolo a acostarse. Una vez postrado, logró ver el reloj de la mesa de noche a su lado.

"¿Las tres y media? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? ¿A esta hora van a venir aquí? Es muy peligroso tomarse el transporte a estas horas... ¿Por qué harían eso?"

Justo cuando pensaba en eso, siente como tocan la puerta. Era Aizawa, acompañado de una doctora. Se podía distinguir la preocupación en la expresión seria de su maestro. La médica revisó el suero, el pulso y la garganta del chico. También se fijó un poco en su columna. Cuando finalizó el chequeo dijo que iría a hablar con alguien y que dejaría solos a el y a Aizawa. Momo también salió de la habitación.

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