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Jimin aseguraba estar incómodo en esa situación, con el silencio inundar por completo la gran habitación del joven rey.
Sus manos colocaban con tal lentitud y pesadez el saco del hanbok negro sobre los fornidos hombros del azabache.

Sin decir nada aún, agarro entre sus manos una banda azul, adornada de un símbolo dorado.
Jimin suspiró antes de poder posarse frente al rey, tratando de colocar la cinta cruzando la cabeza del hombre, ignorando por completo la mirada posada sobre él.

Cruzó sus brazos sobre el cuello del pelinegro, alzando sus pies al no poder alcanzarlo por la diferencia de estaturas entre ambos, obligándose a sí mismo colocarse de puntillas, por la mayor altura del contrario.
Con dificultad, logró realizar el nudo detrás de su cabeza, emitiendo una sonrisa en su rostro de satisfacción.

De un momento a otro, su mirada se clavó sobre los luceros del pelinegro, sintiéndose vulnerable ante él al verlo con el ceño fruncido y sus orbes oscuros sellados en los suyos, como si fuera a devorarlo.

—No vuelvas a sonreír de esa manera. —dijo grave.

Jimin borró su expresión ante aquellas palabras, como si una gran gota de lluvia cayera sobre él.

—Puedes irte, tú trabajo a terminado. —escupió el pelinegro apartándose del rubio para dirigirse hacia la mesilla y agarrar su espada en funda.

Jimin lo observó con aversión en su rostro, al escucharlo hablar de esa manera.
Lo único que pensaba, era en querer huir en ese momento, pues a pesar de que era su primer día junto a ese idiota, juraba que no podría seguir un minuto más en esa situación.

—Lo siento, su majestad. —fue lo único que dijo, queriendo irse de ahí fastidiado de estar junto a ese hombre. —Lo esperare afuera.

—Te agradecería que no lo hicieras, haré el resto solo. —señaló Jeon aún sin dirigirle la mirada acomodando su arma.

—Entiendo. —Jimin no dudó en retirarse junto a una reverencia, clavando sus orbes de odio sobre la espalda del contrario, antes de salir de aquel lugar.

Jeon miró de reojo a la rubia irse de la habitación.

—No tardaras en querer irte de aquí. —pronunció fulminante, realmente no le interesaba relacionarse con esa chica. —Eso te lo aseguro. —escupió.

Park camino con paso apresurado por los pasillos en dirección junto al jardín, alardeando entre dientes sobre la actitud del joven rey.

—¿Qué carajo le pasa? —gruño. —¿Acaso cree que puede hacer lo que quiera? —expresaba molesto. —Tremendo idiota ¡tú cara de simio igual me repugna! ¡Algún día voy a–...

Su pie resbaló sobre la escalera del pasillo causando que su cuerpo se tambaleara en dirección al suelo de grava.

—¡Esto no puede ser peor! —pensó al sentir su cuerpo en el aire.

Pero antes de que pudiera desvanecerse sobre el suelo, su cintura fue envuelta por una brazo atrayéndolo hacia el pecho del cuerpo contrario, evitando que cayera.

Para Jimin todo fue rápido, sin siquiera darse cuenta ahora se posaba frente aquellos luceros rasgados color miel.

—¿Estás bien? —las palabras de aquel extraño lo hicieron reaccionar, apartándose en un movimiento brusco de aquel sujeto, quien lo observó perplejo.

—Mis disculpas... —Jimin se limitó a realizar una reverencia, sin nada que decir.

—Eres tú..

Jimin observó confuso al pálido, sin tener idea de sus palabras.

—¿Disculpa? —se limitó a preguntar.

The king's concubine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora