007

65 8 0
                                    


Las huellas pesadas sobre el lodo eran vigorosas, recorriendo contra el tiempo y viento bajo el crepúsculo andante del cielo.

Jimin observaba con indiferencia aquella vereda por el cual cabalgaban, con sus manos sobre el tronco duro del corcel blanco, apoyándose a medida que avanzaba junto a una abrumadora presencia a sus espaldas.

El joven rey, quien pegaba su pecho robusto sobre él sujetando las riendas a los lados del caballo.

Sin una palabra de por medio, el camino era más tedioso a medida que marchaban acompañados únicamente por el viento abrazador chocar contra el rostro.

—¿Debería hablar? —pensó Jimin tratando de apaciguar la situación. —No, no puedo.

Con los delirios en su cabeza decidió por callar su voz, mordiendo su lengua.
No le interesaba hablar sobre lo sucedido, pero tampoco quería que el trayecto fuera tan lioso.

Abrió su boca tratando de emitir alguna que otra palabra, pero estas fueron arrebatadas por el contrario.

—A partir de ahora, te ocuparás de la biblioteca del palacio. —indicó grave, causándole un escalofrío a Jimin por sobre sus oídos. —Le mencionaré a la Sr. Choi que te asigne el trabajo, no necesito en absoluto tu asistencia en la casa principal. Detesto las cargas. —escupió sin importarle la intención en sus palabras.

Jimin se mantuvo callado, mordiendo sus labios con fuerza. No quería dejar en claro la influencia que aquel hombre le sobreponía en su vida, detestaba mostrarse débil ante las personas que pensaban con superioridad, por que por alguna razón, siempre se comparaba y sometía ante ellos.

—Tranquilo Jimin, todo está bien. No seas débil. —se imploraba, sintiendo su garganta formar un nudo más rígido que de costumbre.

—E-entiendo, su majestad. —musitó, traicionándose a sí mismo, pues su voz lo delató.

—No me interesa como tomes mis palabras, desde un inicio te lo dije claramente, el formalizar contigo no está en mi derecho. —dijo seco. —Cambia tu aspecto, es repugnante verte así.

Jimin asintió atribulado.

Quería irse, quería dejar todo atrás.

La noche cayó sobre el firmamento junto a las nubes apartar su camino a las contestaciones relucientes, con la baja temperatura ceñir la brisa del aire

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La noche cayó sobre el firmamento junto a las nubes apartar su camino a las contestaciones relucientes, con la baja temperatura ceñir la brisa del aire.

El caballo se detuvo por la puerta principal del palacio custodiado de guardias armados, entre ellos Hoseok quien esperó impaciente al joven rey.

—¡Su majestad! —llamó en cuanto vio al azabache detenerse frente a él. —¡Su majestad! ¡¿Por qué no me aviso que estaría fuera durante la cacería?! —expresó despavorido Hoseok, observando cada rincón del joven rey tratando de asegurar que se encontrará pulcro.

The king's concubine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora