Prólogo

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Como todas las mañanas, me levanto de mi cama y me dirijo al baño a tomar una ducha. Salgo de ahí con mi bata color naranja y cepillo mi cabello, es muy largo motivo por el cual necesita de mucho cuidado para estar sano. Tomo mi vestimenta para hacer deportes y preparo un delicioso licuado de leche con chocolate y avena. Salgo de mi departamento, tomo mi bicicleta y me dirijo al parque central para hacer un poco de ejercicio. No vivo en uno de los mejores barrios, pero no puedo quejarme, tengo lo que necesito para vivir, y es lo que mis padres pueden pagar. Claro que a qué persona no le gustaría tener algo mejor, es por eso que me he esforzado mucho para conseguir una beca e irme a estudiar a uno de los mejores institutos que hay aquí en Los Ángeles para así poder tener un futuro más prometedor del que me espera.
Se supone que hoy me llegaría una carta en la cual me indicarían que logré ingresar pagando solo la mitad de las mensualidades, o al menos eso espero. Nada me gustaría más, que saber que
Mientras recorro el parque en mi bicicleta observo a toda la gente pasar por las calles, algunos muy formales lo cual debería ser por que asistirán a su trabajo, otros con uniforme por que ya se van al instituto y los demás simplemente disfrutan de lo agradable del día paseando por aquí. Y me gusta imaginar como será la vida de aquellas personas, si en verdad disfrutan de lo que hacen.
De lo distraída que voy, no he notado a un chico muy apuesto y galante que está parado justamente al frente mío e intento frenar para no arrollarlo, pero es muy tarde para hacerlo, su rostro demuestra que está asustado y yo también lo estoy así que pierdo el control de la bici y me estampo en un árbol que hay a mi lado.
-¿Te encuentras bien?- dice el chico de bello rostro que lleva en la mano una bolsa de pan del más caro y fino que venden aquí-. Déjame ayudarte a parar.
-Gracias, estoy bien-respondo un poco aturdida, he recibido un golpe en la cabeza y lo único que hago es sobarme con la mano.
Noto como sus delicadas manos me ayudan a hacer de lado mi patético vehículo de segunda mano. Y luego las extiende hacia mi para ofrecerme su ayuda. Su mirada se cruza con la mía y logro distinguir el cielo dentro de sus ojos. Justo igual a los míos, un precioso azul que al anochecer se torna gris. Su piel es demasiado pálida para ser piel, pero no supera a la mía, mi tono es tan lívido que las venas que recorren mi cuerpo a veces se notan demasiado.
Es excesivamente apuesto y educado.
-Te golpeaste la cabeza, deberías de ir al doctor, para asegurarte de que no es nada grave-Me dice Bello rostro- me llamo Anthrax.
Así que ese era su nombre, y su apellido también debería de ser algo exclusivo, pues a mi parecer es casi como de la realeza inglesa o algo parecido, nunca había visto a ser tan majestuoso a excepción de en las películas.
-No creo que sea nada, bonito nombre, me llamo Lucy-.Mascullo mientras le estrechó la mano.
-Simple,- hace una pausa- me gusta. Por cierto, ¿que edad tienes?, te ves joven ¿no deberías de estar en clases estudiando?
En realidad debería, pero no hasta que aprueben mi solicitud para entrar a Ivben, el instituto más costoso de aquí.
-Tengo quince, ¿Cuántos tienes tú?, me he tomado un descanso-.
-También tengo quince-. Coloca mi bicicleta en el costado del árbol y se sienta en una de las bancas que hay cerca, me hace un ademán y me indica que me siente a su lado para charlar un rato-. No quiero sonar como un secuestrador o algo por el estilo, pero quiero conocerte y ser tu amigo.
Me ha tomado por sorpresa que alguien de tan fina entraña le diga a alguien como yo algo así.
-Creí que los ricos no socializaban con personas humildes como yo-. Digo sin pensarlo antes. Tengo que conectar mi cerebro con mi lengua para no decir cualquier tontería enfrente de él.
-¿Y tú cómo sabes que soy rico?Aquí la adinerada parece otra.
No sé si tomarlo como halago o como burla, pero no me gustaría discutir con alguien así además no puedo juzgarlo sin siquiera conocerlo.
-Eso no es cierto. Es bastante obvio, si no te molesta tengo que irme a almorzar-. Me levanto de la banca y antes de que pueda dar un paso coloca su brazo enfrente a mis piernas estiradas verticalmente y hace que se flexionen regresando nuevamente a la posición anterior.
-Quédate un rato, ¿por qué no desayunas conmigo? Aquí dentro hay unos panecillos muy deliciosos, los puedo compartir contigo.
-No gracias-respondo- se me antoja algo diferente, además no he traído dinero y tengo que regresar a casa.
-Entonces yo puedo invitarte algo. ¿Qué desea su alteza?- insiste Anthrax.
-No no no, gracias está bien ya iré a casa a prepararme algo.
-¿Y te atreverás a dejarme aquí plantado? Eres muy grosera, yo he intentado ser tu amigo y tu simplemente te quieres marchar.
-Lo lamento, no estoy acostumbrada a tratar con personas de tu tipo-. Le digo algo avergonzada y me miro con cara de arrepentimiento.
-Está bien, no te preocupes. Entonces ¿Aceptas ir a tomar algo por ahí conmigo?
-Está bien.

Y así fue como empezó todo, un accidente en bicicleta engendró nuestra ahora estrecha amistad.

Amistad sin límitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora