Seduciendo al Femin

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La mirada intimidante de la serpiente se cernía sobre el cuerpo de su femin. Su femin. 

«Ya lleva alrededor de tres horas observándome», pensaba Tam, inmóvil de miedo. La forma en que la serpiente lo miraba lo mantenía más despierto que nunca, como si un balde de agua helada le hubiese caído encima. 

El hombre-serpiente no podía apartar los ojos de su «femin».

Esa mirada llena de vida y ese brillo especial lo hipnotizaban cada vez que sus ojos se encontraban; su cabello, suave como el algodón y perfumado como los lirios fragantes del valle de sus ancestros, parecía una obra de arte. Su piel tersa, de un tono levemente oscuro, exhalaba un aroma único que hacía perder la cabeza al hombre-serpiente. Incluso sus labios, hinchados y rosados, parecían una fruta madura que anhelaba probar. Y sus pies, delicados pero firmes, eran lo único que tocaba la tierra; esa tierra que la serpiente barría para abrir caminos.

El hombre-serpiente estaba dispuesto a arrastrarse mil veces por ese suelo para garantizarle un camino seguro. 

—MÍO —dijo, su voz grave y profunda, pero con un tono protector que acariciaba los oídos como una suave melodía. 

Era la primera vez que Tammy escuchaba hablar a una serpiente. 

«¿Cómo es posible que una serpiente hable? ¿Qué clase de lugar es este?»
A pesar del miedo, Tam reunió el valor suficiente para preguntar: 
—¿Tú... puedes hablar? 

La serpiente ladeó la cabeza con curiosidad. ¿Qué había dicho su femin? Su voz había sido tan baja que no pudo entenderla. 
—REPITE ESO, —ordenó suavemente, inclinando la cabeza hacia él. 

Tam sintió que su estómago se contraía de miedo.
—Yo… pregunté si puedes hablar. 

La serpiente apretó su agarre con cuidado, asegurándose de no lastimarlo. Acercó su cabeza al cuello de Tam y, soltando un suspiro helado, respondió: 
—¿ACASO NUNCA HAS OÍDO HABLAR A UN HOMBRE BESTIA? 

—¿Hombre bestia? Jamás he visto uno… ni siquiera he oído hablar de ellos —dijo Tam, esforzándose por ocultar el temblor de su voz. Aunque estaba aterrorizado, sabía que debía mantener la calma si quería ganar tiempo para escapar. 

La serpiente sintió una punzada de satisfacción. 
«Mi femin ha olvidado…».

El hombre-serpiente había aprendido de su padre que conquistar a un femin requería de paciencia, dedicación y sobre todo demostrar que era un buen protector y un ejemplar digno de descendencia. Decidió que lo primero sería alimentarlo. 

Con cuidado, dejó a Tammy en el nido y le acarició la mejilla con la punta de su lengua bífida antes de salir. Aseguró la entrada de la cueva con ramas y piedras para protegerlo, luego se deslizó hacia el bosque. 

En un claro cercano al río crecían las frutas yoyus, un manjar peculiar que parecía estar vivo al ser cortado, revoloteando como pequeños insectos. Eran nutritivas y podían conservarse frescas durante mucho tiempo. La serpiente seleccionó las mejores y regresó al nido rápidamente. 

Tammy lo observó con desconfianza, pero también con curiosidad. 
—¿Esto es… comida? —preguntó mientras la serpiente depositaba las frutas frente a él con delicadeza. 

—SÍ~SSSS. —respondió con suavidad. Luego empujó una de las frutas hacia Tam, indicando que podía comerla. 

El femin dudó, pero al probar el fruto descubrió que era delicioso, con un sabor dulce y fresco que aliviaba su hambre. 

«Lo primero está hecho. Ahora debo demostrarle que puedo proveer todo lo que necesite», pensó la serpiente mientras observaba con orgullo cómo es femin comía. 

A ¹medio claro, el hombre-serpiente regresó al nido con un saco hecho de la piel de una presa. Dentro había una colección de piedras preciosas: esmeraldas, rubíes, perlas y zafiros brillaban intensamente al ser vertidas frente a Tam. 

Tammy abrió los ojos con asombro. Nunca había visto gemas de ese tamaño ni pureza. En su mundo eran escasas y pequeñas, pero aquí había un tesoro ante él. 
—¿Son para mí? —preguntó incrédulo. 

—SÍ~SSSS —respondió la serpiente, siseando suavemente. 

—¿Por qué me das esto? —Tammy acarició las piedras con la punta de los dedos, sin comprender del todo las intenciones de la serpiente. 

El hombre-serpiente siseó con desagrado ante la duda de su femin. Tomándolo con cuidado por la cintura, lo envolvió en su larga cola y, con firmeza pero ternura, respondió: 
—ERES MI FEMIN. ES MI DEBER PROTEGERTE Y SATISFACER TODOS TUS DESEOS. —Sabiendo que los fémin son muy vanidosos.

Tammy lo miró a los ojos, desconcertado por la intensidad de sus palabras. Por primera vez, notó algo diferente en aquella serpiente: más allá de su apariencia aterradora, parecía dispuesto a todo por cuidarlo y protegerlo. 

¹Medio claro: Medio dia

Este capítulo fue editado el 16/12/204.


La trama es la misma.
Solo estoy arreglando la ortografía y sustituyendo algunas palabras.

Entre accidentalmente al nido de la serpiente malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora