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-Ama, ¿Qué demonios te pasa?

Ama miró a Ari con una mirada impasible mientras le metía un palito de helado a Liv en la boquita. La hija de Ari se había enfermado los últimos días debido a la ola de frío que azotaba la ciudad, y no era la única: ese día, Ama tenía una agenda llena por lo menos durante una semana más.

No le importaba demasiado, porque Ama amaba a los niños.

Siempre había querido un niño dentro de su familia, y el sueño de adoptar uno seguía metido en su cabeza a pesar de la inestabilidad con Samantha.

Inestabilidad. Como si fuera eso. Como si estuvieran pasando un mal momento y no hubiera pedido el divorcio oficialmente tres días atrás.

En esos tres días, Ama no había tenido noticias de su esposa, pero no la iba a llamar para presionarla.

Ama conocía a Samantha lo suficiente como para saber qué decisión iba a tomar finalmente.

-Tose, cariño. -le pidió dulcemente a Liv, que obedeció.

La hija de Ari que había sido producto de su ex novio Juan, era un encanto con todo el mundo. Era educada, bonita y tierna, criada por sus dos padres a pesar de que no estuvieran juntos, ya que todavía conservaban una gran amistad aun cuando hubieran sido novios en el pasado.

Juan no era un padre ausente como muchos solían pensar. Llamaba a Olivia cada noche preguntando cómo le fue en el día, y cuando Juan estaba en casa, le ponía total atención a su hija. Además, conocía a Nuvia, la actual pareja de Ari, y no ponía reparos en que Nuvia pasara tiempo con Liv.

-Has estado comiendo helado a escondidas de Ari, ¿no es así, enojona? -se burló dulcemente Ama de la pequeña niña, que enrojeció por la culpa y la vergüenza.

-No me cambies el tema. -reclamó Ari detrás de ella -. Ama, demonios, ¿Cómo se te ocurre...? ¡Samantha no merece ninguna oportunidad! ¡Te engañó con su asistente!

El breve recuerdo de ver a Samantha tomándole la mano a Rocio en su oficina, hablándole al oído mientras provocaba que se riera, causó una punzada de dolor en su corazón, pero fingió una indiferencia que no sintió para que Ari no siguiera regañandola.

Ama nunca se había considerado a sí misma como una persona celosa, no, así como Samantha. Mientras Samantha era toda posesividad y gruñidos, Ama era calma y silencio porque Samantha nunca le había dado motivos para dudar de ella en esos ocho años que estaban juntas.

No hasta ahora.

-Bronquitis aguda. -le dijo a Ari -sólo descanso, mucho líquido y acetaminofén para bajar la fiebre.

Ari murmuró por lo bajo mientras comenzaba a abrigar a Liv.

-Deberías firmar sus tontos papeles. -regañó Ari -y deshacerte de ella. Le pides la casa, dinero y la mandas al diablo.

-Ari... -dijo Ama con la voz seca -sigue siendo mi esposa y la mujer que amo. Tú no lo entiendes, así que te lo diré de una forma fácil: Samantha me sigue amando, lo sé, sólo tiene que darse cuenta de eso y la ayudaré para que luego no se arrepienta por haberse divorciado.

-¿Arrepentirse? -farfulló Ari con rabia tiñendo su voz -. ¿Cuándo Samantha Rivera se ha arrepentido de algo?

Nunca. Samantha era una persona que pensaba bien las cosas antes de hacer algo. Si le estaba pidiendo el divorcio, no era por una decisión apresurada, sino porque tuvo que pasar semanas pensando en si era lo correcto o no.

-Y si realmente te ama -agregó Ari tomando en brazos a Liv -entonces que se dé cuenta sola y te pida de rodillas perdón. ¡Te ha humillado! ¿Dónde demonios está tu orgullo, Amairani?

Apego || RivamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora