Una Gran Reina

Capítulo VII

POV KARA

Con el corazón en la garganta, miro a la pequeña reina acurrucada entre las mantas.

La luz de antes del amanecer se filtra por las rendijas de las paredes del establo, besando su piel de porcelana, resaltando el brillo azabache de su cabello. Las abrasiones que dejé en su cuerpo desnudo.

Señor, ella es una maravilla. Una dulce y hermosa maravilla.

Miro mis propias manos, marcadas, callosas y deformadas.

¿Realmente tuve la fortuna de una noche con la mujer más hermosa del mundo? ¿Realmente me atreví a tocar su perfecta piel con estos dedos callosos? ¿Qué demonios se supone que debo hacer ahora?

¿Dejar que se case con un príncipe?

Tragando, me doy la vuelta pisoteando fuerte desde el establo hasta mi destino, el arroyo cercano. Cuando llego al borde, me desnudo rápidamente y me meto directamente en el gorgoteo del agua, dejando que el frío me apuñale la piel. Solo resurgiré cuando mis pulmones empiecen a arder tan dolorosamente como mi corazón, alcanzando la barra de jabón que siempre queda en la base del árbol. La reina puede ser capaz de permanecer fresca como las flores después de una noche de celo, pero yo no puedo, y no apestaré a su alrededor además de ser la indigna bastarda que le quitó la virginidad.

Ella se va a casar con otro.

Miro el jabón que tengo en la mano y lo encuentro mutilado y dejo caer el inútil cuerpo de espuma en el arroyo, viéndolo flotar con los ojos inyectados en sangre.

—Te has levantado temprano—

Miro por encima del hombro y veo a Alexandra sentada en la orilla —No necesito ninguna compañía, gracias—

—Estás de muy mal humor para alguien que se pasó la noche cogiendo con la reina—

—No digas ni una palabra más sobre eso. No a nadie— Señalo la cabaña donde mis otras hermanas sin duda están desayunando —Eso va para ellas también—

Alexandra parece herida —¿Crees que queremos ver colgada a nuestra hermana? —

Arrepintiéndome de mí arrebato, bajo la voz —No, por supuesto que no—

—¿Qué estás pensando, Kara? — Hace una pausa —¿La amas? —

—Sí. Dios, sí— Cada gramo del anhelo y la miseria dentro de mí parece estar envuelto en esas tres palabras —Profundamente—

—¿Es ella la razón por la que tomaste el puesto en el palacio? —

—Por supuesto. También lo haría de nuevo. Y otra vez. Porque soy una tonta—

Mi hermana sacude la cabeza —No eres un tonta—

—Oh, lo soy, lo juro— Trago, pero no puedo librarme de la fuerte sensación en mi garganta —Sabía lo que se avecinaba. Sabía que iban a traer a dos príncipes, dos hombres calificados, para que la conocieran hoy y nos permití— Me separo y cierro los ojos —Probablemente se casará con otro hombre antes de que el sol se ponga esta noche—

—Pero...— Alexandra frunce el ceño —No lo entiendo. Ella no parece del tipo indeciso. ¿Te daría su afecto y luego se volvería hacia otro? —

—Se casará para construir una alianza, poner un nuevo rey en el trono y proteger el reino, pero...— Suspiro, forzándome a decir la dolorosa verdad en voz alta. Frente a un testigo. Así que tal vez finalmente lo entienda en mi dura cabezota y deje de fantasear con una vida que nunca será —Solo se volvió hacia mí para consolarse después de la pérdida del rey y la reina. Ha sido mi privilegio darle eso. Pronto se dará cuenta de que hay opciones mucho mejores—