Ambición

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Realmente Armando no era un torturador nato. La vida lo había llevado por el mundo de la ilegalidad, pero realmente su vida era muy tranquila y básica. Hasta hace unos años tenía una mafia, una familia que cuidar. Entre todos sus coches, helicópteros, armas de alto calibre y bienes económicos en general, eran un lujo, sí, pero siempre escogería a su familia sobre todo.

Era prácticamente mamá ganso con todos sus crías siguiéndolo a todas partes, pero todo cambió cuando decidió adoptar al rubio. De repente, todo el imperio que había construido se desmoronaba en sus manos, Kalahari era quién tenía la tutela de la mafia, sí, sin embargo se sentía igual de culpable, pues él había aceptado tener a Gustabo entre ellos.

Se dejó llevar por sus ojos, por su actitud y fue manipulado a más no poder. Creía fielmente que el odio que éste tenía hacia Conway era real, que su lealtad con ellos era verdadera. Por esa razón, él lo siguió cuando proponía ideas descabelladas y novedosas como cuando se vestía y maquillaba de payaso, jamás lo contradijo, simplemente porque confiaba en él. Más no podía estar más equivocado.

Cuando fue condenado a prisión se sintió vacío, traicionado y envuelto en ira, pues lo último que recordaba era a Gustabo tomar un helicóptero sin ellos y huir, no los defendió, no regresó. Muy en el fondo deseaba que estuviera bien y que sólo fuera un malentendido, pero el informe llegó.

Los años pasaron y solo podía evadir el tema entre sus pensamientos, pues era más importante sobrevivir en aquel lugar que pensar en lo exterior, donde nadie sabía quién era o lo recordaría.

Cuando salió, decidió empezar desde cero con los mismos conocimientos que ocupó cuando era joven. Abrió otro taller, se reencontró con viejos compañeros, pero ya nada era igual. Todo había cambiado y se sentía fuera de su propia vida. Comenzaba a considerar que dejar todo atrás y marcharse sería una gran opción.

Alternativamente a sus planes, volvió a ver los ojos que daba por muertos, Gustabo García seguía vivo y ahora vestido como un madero. Todos los profundos deseos de que el ojiazul estuviera muerto para no sentirse traicionado fueron desmentidos y desmoronados frente suya. Gustabo lo había traicionado y había vuelto del lado de Conway.

Lo primero que sintió fue una profunda tristeza, como cuando un hijo se va de casa después de una pelea con su padre. Le dolió tanto que empezó a idear planes de secuestro, solo para aclarar su mayor duda: ¿Por qué? Sin embargo, no podía hacer nada, estaba más protegido y era consciente de que Conway sabría que si algo le pasaba a aquel rubio, la primera sospecha sería él, además de que... no tenía los recursos.

Así que decidió marcharse de una vez por todas, dejar todo atrás y renovar su vida. Recurrió a su antiguo amigo y casi hermano, Freddy. Le ayudó a fingir su muerte y se marchó muy lejos de allí, pero las ideas aún estaban. Ahora que se había ido podría hacer lo que quisiera, porque Armando Grúas estaba muerto.

Así que después de unas llamadas, regresó a Los Santos para por fin cobrar su venganza. Recibió el lugar donde dormía, horarios y todo lo que necesitaba para secuestrar y seguidamente matarlo.

Al menos ese era su plan, pero no contaba con que su pulso temblaría tanto, así que lo noqueó con un golpe y se lo llevó en lo más recóndito de la ciudad.

Y allí estaban, el golpeteo de gotas al suelo era el sonido más sobresaliente del lugar, éstas podrían ser solo de dos líquidos, agua o sangre. Retomando el tema de si era un torturador o no, definitivamente no lo era, pues... no sabía cómo continuar.

El rubio se encontraba semi-inconsciente, por ratos caía desmayado por el dolor, el hambre y la sed. Llevaba días ahí encerrado, semanas tal vez, el paso del tiempo lo podía percibir por la ventana y por el oleaje de la marea. Sin embargo, posiblemente llevaba más de lo que creía, pues notaba cómo en muchas ocasiones no despertaba en donde se suponía que perdía el conocimiento. Al principio pensó que Armando lo movía del lugar, pero generalmente no era el caso. Pogo lo ayudaba a sobrellevar esos días donde las torturas escalaban un nivel más, o cuando Gustabo no podía con el dolor o las alucinaciones.

Mal AugurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora