IV. Sombra del dolor.

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Baxter, se acercó enfurecido la puerta del hotel, refunfuñando, no solo no había encontrado a Sir Pentious, sino que perdió el tiempo y una acosadora loca ahora se obsesiono con él.

Al llegar a la puerta se topo con el demonio de la radio, su antena cayó hacia atrás, su trampa luminosa parpadeo cual foco fundiéndose mientras Baxter retrocedía intimidado.

Alastor tenía la mirada perdida y una sonrisa más torcida que de costumbre, hecho un vistazo hacia abajo, encontrándose con el químico, quien automáticamente le azotó la puerta en la cara y pego un grito que alarmó a todos en el hotel.

—Baxter ¿Qué pasa?—Charlie pregunto preocupada ante el grito del más bajo.

No podía articular palabra, tartamudeaba y temblaba como si hubiera visto un fantasma.

— El d-d-d-demonio radio está...— Fue interrumpido por la princesa del infierno.

—¡Alastor!—Corrió a la puerta y se acercó dispuesta a arazar al locutor pero es en ese momento el más alto desapareció entre las sombras.

Baxter seguía estático mirando como se desvanecía el otro demonio.
Pensó por un momento y volvió a ver el hotel.

—En realidad, creo que si me quedo.—Baxter concluyó mientras se escondía detrás de Vaggie.

—Pero si acaba de llegar...—Dijo Charlie con respecto a la aparición momentánea del demonio radio, con un mal presentimiento.

—¿Donde le firmo?—Baxter pregunto al reconsiderar su estadía en el hotel.

Charlie se giro hacia Baxter, con una mirada desconcertada.

—No, aquí no hacemos eso.

—¿Qué? ¿Como que no?

—No, puedes quedarte gratis solo con una condición.

—Ya no puedo pagar con mi alma, esta incompleta.—La princesa del infierno lo interrumpió.

—Solo debes de dejar las conductas dañinas, este hotel es un plan de redención para pecadores!—Dijo elevando los brazos con gran entusiasmó.—Ven, Vaggie y yo te ayudaremos a escoger tu habitación.—Dijo para arrastrar al otro mientras Vaggie la seguía.

Alastor apareció dentro de su estación de Radio, se quedó quieto observando su alrededor, lentamente se abrazó a si mismo y calló de rodillas. Las lágrimas comenzaron  caer por sus mejillas y la sonrisa que lo caracterizaba se deformó en una mueca de horror.
Se mantuvo sollozando por unos minutos, luego se levantó del suelo aún derramado lágrimas y encorvado caminó a la ventana,sintiendo con cada paso un punzante dolor en su cadera observó la torre de los Vees a lo lejos, sintiendo tanta impotencia pero a la vez decepción, tanto poder adquirido y aún así termino sometido por alguien a consideraba insignificante.

Se acercó a su cama y sentó, con el dolor aún presente, la aparente sensación de calma recordó un plato de jambalaya que preparó el día del exterminio antes de salir. Lo invocó a sus manos, estába frío, no le importó y comenzó a comer, al sentir el primer bocado, las ganas de llorar volvieron y como la primera vez no las pudo contener. La jambalaya era el platillo que su madre siempre le preparaba, era un sabor cálido, un sabor familiar, el sabor que le hacía creer que todo iba a estar bien, que estaba seguro. No sentía nada de eso, se sentía indefenso.

Amargamente se llevó otra cucharada a la boca, las lágrimas caían en el plato, al demonio no le importaba, su mente repetía una y otra y otra vez la imagen de Vox inmovilizandole contra la cama, quitandole la ropa y con esa mirada furtiva, las embestidas salvajes haciendo eco entre sus piernas.

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⏰ Última actualización: Aug 02 ⏰

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