El grito repentino de Ana me sacó de ese pozo. La luna, que momentos antes parecía iluminar la oscura habitación fue reemplazada por rayos brillantes de sol.
— ¿Ana? —exclamé aliviado al verla entrar por la puerta.
Ella irrumpió en el aula con una energía arrolladora, su sonrisa radiante y contagiosa iluminó la habitación como si fuese un sol ardiente.
— ¡Kevin! —exclamó con mucho entusiasmo, corriendo hacia mí con los brazos abiertos—. ¡Estaba tan emocionada por verte que no podía esperar más!
Su alegría arrasó como un rayo de sol en mi oscuridad, me sentí abrumado por una oleada de gratitud y cariño mientras la abrazaba con fuerza.
— Ana, gracias por venir. —le dije sinceramente, sintiendo como me envolvía con sus brazos y me transmitía mucha calidez.
Ella se separó del abrazo con una risa, me miró con una sonrisa de oreja a oreja y con sus ojos llenos de de alegría y complicidad.
— ¿Qué te parece si aprovechamos este día hermoso y nos vamos a la costanera? Disfrutemos el solcito y la arena. Y quien te dice, capaz podamos encontrar algunas respuestas mientras escuchamos como el río fluye.
Su sugerencia me emocionó y me sacó de la oscuridad que me estaba envolviendo. Con Ana, sabía que cualquier lugar sería divertido.
— Vamos. —le respondí dejándome llevar por su energía positiva y su alegría.
La brisa y el sonido del rio fluyendo, así como el sol del mediodía pintaba destellos dorados sobre las aguas. Ana y yo nos sentamos en la arena, sintiendo la calidez del lugar.
— ¿Sabes Kevin? —dijo Ana, mirando al horizonte con una sonrisa alegre en su rostro—. La vida es como el rio. Fluye constantemente, llevándonos en su curso, y aunque a veces se torna turbulento, siempre hay cierta belleza en su movimiento.
Sus palabras atravesaron mi corazón, como si las hubiese escuchado antes de alguien más, me transmitían cierta paz y tranquilidad.
— Es cierto Ana, alguien una vez me dijo que a veces olvidamos detenernos y apreciar la belleza que nos rodea.
Al recordar eso un leve dolor se hizo presente en mi cabeza, como si quisiera recordar algo más, pero fui interrumpido por Ana.
— Exactamente Kevin. Pero la clave está en encontrar esa belleza incluso en los momentos más difíciles. Hay que aprender a navegar las aguas turbulentas con valentía, sabiendo que siempre hay una luz al final del recorrido. La belleza del río no radica solo en su fluir, sino también en su capacidad para adaptarse y transformarse. —pausó un momento su discurso.
Ana tomó suavemente mi mano y me miró fijamente a los ojos con una alegre y nostálgica sonrisa.
— A pesar de los obstáculos que el río encuentra en su camino, él siempre encuentra una manera de seguir su curso, tallando su camino a través de todo. —dijo con una sonrisa.
Contagiado por la emoción del momento noto que comienzo a lagrimear un poco, mi nariz se tapa y la miro fijamente a los ojos. Ella lo nota y comienza a acariciar suavemente mi mano.
— Y así como el río encuentra su camino, nosotros también debemos encontrar el nuestro. A veces, la vida nos presenta desafíos difíciles de superar, pero si aprendemos a fluir con ellos en lugar de resistirnos, descubriremos una fuerza interior que ni siquiera sabíamos que teníamos.
Me quede en silencio, absorbiendo cada una de sus palabras. Era como si cada palabra fuera una pequeña joya de sabiduría y alegría, destinada a iluminar mi camino.
— Gracias Ana, por compartir eso conmigo. —le dije sinceramente.
Ella me sonrió con ternura, en sus ojos brillaba una mezcla de humildad y orgullo.
— De nada Kevin. Tienes que aprender a buscar tu camino, y a seguir adelante, mi deseo al señor sol es que puedas ser feliz y avanzar, por más que sea lento y pasito a pasito, me gustaría que avances y no te detengas por nada en el mundo. Eres mi confidente Kevin, lo lograrás, una parte mía siempre va a estar dentro tuyo apoyándote y dándote fuerzas. —hizo una pausa y me miró con tristeza.
Dé repente la costanera se silenció completamente, el río se detuvo en seco, no habían ruidos de ningún tipo.
— Recuerda Kevin, ninguna tormenta dura para siempre, el sol va a salir en algún momento.
Cerré los ojos sabiendo que estaba a punto de llorar por escuchar esas palabras pero me detuve al notar que Ana ya no estaba tomando mi mano. Rápidamente abrí mis ojos y noté que desapareció, nuevamente sentí un nudo en mi garganta, una asfixia que no me dejaba respirar, comencé a temblar y sentí que una oscuridad me estaba envolviendo. El miedo se estaba apoderando de mi.
Pero todo se dispersó en un momento, una mano en mi hombro arrasó con toda la oscuridad. Una voz familiar, segura y muy firme vino desde atrás mío.
— ¿Necesitas ayuda bro? —exclamó con firmeza Rosario e inmediatamente voltee para verla.

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SARA
Short StoryUna historia camuflada de amistad y cotidianeidad que nos lleva a un viaje profundo y emotivo. Lleno de enseñanzas y consejos, todo ello nos llevará a descubrir la verdadera fuerza de los lazos que nos unen. Navegamos por el crecimiento personal y l...