하나

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Seúl, 13 de junio de 1955


NUEVO HOGAR

El sonido de un fuerte golpe le hizo dar un respingo seguidamente se escuchó un fuerte grito. Fue una voz familiar pero no pudo identificar quien era.

No sabía si era de Taekang, que custodiaba la entrada, o Pilyun, que vigilaba a sus hermanas.  quizás era otra persona, no lo sabía con precisión.

El miedo recorrió su cuerpo cuando los golpes y gritos se hicieron constantes.  Despavorido salió del baño olvidando sus pantalones y  las cartas rojas que usaban en la "sala de juego" Todas  quedaron  tiradas en el suelo hechas un desastre.  Se asomó por una rendija y alcanzó a ver varios hombres armados

Su redondo trasero vestido sólo con ropa interior blanca temblaba en la oscuridad apresurado buscando un refugio. Su único lugar fue la bodega dónde se abrió paso entre las cajas apiladas hechas con tablas de madera las cuales estaban llenas de todo tipo de cosas y tenían olor desagradable a humedad. Era un lugar repugnante para esconderse pero en ese momento no importaba nada. Movió  las cajas cavando un hueco como un ratón buscando un hogar.


El ruido continuaba en el salón, las cosas se rompían y los gritos se escuchaban acompañados de maldiciones. Cada vez que eso sucedía su columna vertebral se contraía.

Eran apenas las cinco de la tarde y la casa de juego no abría sus puertas al público cuando docenas de hombres robustos habían irrumpido en masa. Llegaron armados hasta los dientes con espadas kodachi, hachas y otras armas. Todos vestían de una manera particular con traje y kimonos negros.

Los empleados de la casa de juego cayeron como hojas cuando el viento sopla. La sangre y los gritos subieron hasta el techo. 

Pasarón varios minutos desde que se había escondido en la bodega y el ruido poco a poco empezó a disminuir. Pero por alguna razón, sintió más miedo.

_¿Esos hombres vinieron a robar? – Se preguntó así mismo en un susurro

Rogaba por no ser encontrado, no quería morir cortado en pedazos con una espada kodachi. Volvió a frotar su labio inferior que ya estaba hinchado de tanto morderlo por los nervios. aparto su flequillo desgreñado que rozaba el puente de su nariz observando su escondite. No había manera de que los hombres de kimono lo encontraran si mantenía la cabeza gacha como una ardilla.

Desde niño su vida no fue fácil, después de recibir golpes aquí y allá, fue llevado a la casa de juego cuando tenía solo 9 años. Desde entonces pasaron 11 años y nunca volvió a pisar la calle.

La casa de juego era un edificio de tres pisos en el centro de Seúl, tenía un letrero que decía "HOTEL EL EDÉN" pero en realidad era un lugar donde se llevaban a cabo todo tipo de actividades ilegales. Su lugar de trabajo era el semisótano donde funcionaba la sala de juego. En el primer piso estaba el vestíbulo, el segundo piso era un burdel y en el tercer piso habían habitaciones muy juntas que parecían a un gallinero.

Era un lugar lleno de todo tipo de entretenimiento y donde nunca faltaban los clientes. Si alguien entraba, no salía. Jugaba en el sótano, bebía con mujeres en el segundo piso y tenía sexo en el tercer piso. Después tomaba una siesta y  bajaba al sótano para volver a jugar.

Él ya estaba acostumbrado a los disturbios. Cuando los hombres se reunían, solían tener peleas por apuestas. Incluso después de pelear a los golpes, volvían al juego con hemorragias nasales o falta de dientes frontales Como si nada hubiera pasado. sonreían y tocaban los pechos y el trasero de las mujeres. Luego, él era el encargado de limpiar los vasos rotos y todo el desastre.

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