En las lejanas tierras de Talerys, la guerra se cierne como una tormenta inminente. Con espadas en alto y escudos firmes, los ejércitos se congregan en los campos de batalla, donde la magia antigua y las criaturas olvidadas despiertan de su letargo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Krage Winht
Las noches en Hewiin eran mucho menos ruidosas que los días, aun así, se mantenía más bulliciosa que la mayoría de reinos y pueblos de esa región. Las Calles se llenaban de luces refulgentes, de antorchas y faroles. Las pisadas retumbantes bajaban su ritmo y las voces, su tono. El joven, de cabello largo y ropajes formales, se encontraba escribiendo en su libreta; forrada con cuero, en un pequeño escritorio de madera.
Unos pequeños golpes a su puerta lo interrumpieron. El chico se levantó, cerró su libreta; dejando su poema a la mitad, seguidamente abrió la puerta.
Un sirviente anciano se mostró frente a él, el cual habló: — El gran duque, Revinlla está próximo a llegar y su padre espera que lo pueda recibir toda la familia en la entrada. —
El joven mencionado asintió al sirviente y, sin pronunciar ninguna otra palabra, cruzó la puerta. Sus pies resonaron mientras bajaba uno por uno las escaleras, al mismo tiempo intentaba recordar la cara del duque, solo una voz ronca y una cara borrosa es lo que llegó a su cabeza.
Se mantuvo firme fuera de su hogar, al lado de su padre y madre. Un grupo de campesinos también se encontraban ahí; algunos niños expectantes y curiosos, algunos ancianos tenían el ceño fruncido con molestia.
Poco a poco, los galopes de un par de caballos se hicieron cada vez más evidentes, hasta que se podía ver un carruaje fino con detalles plateados, seguidos con pinturas azules. Se detuvo a los pies del hogar, el conductor bajo con cuidado y levantó su pecho como pavo real presentando sus plumas.
— Su atención, por favor. Presentando ante los testigos: El gran duque de Hewiin, Revinlla Asmaris. —Una presentación ostentosa, sin duda, dada por un joven sirviente, vestido con los colores del carruaje. Al terminar, se acercó a la puerta del mismo y con delicadeza la abrió. Del carruaje salió una figura anciana, sin casi cabello en la cabeza y encorvado, pero vistiendo como si de un joven lord se tratara.
— Es bueno estar en casa. —El anciano hablaba, su voz era rasposa, madura y, de cierta manera, amable, casi familiar.
Dario, el padre, ofreció una pequeña reverencia, imitado por la madre y el joven, el anciano hizo un pequeño ademan con la mano para indicar que la reverencia podía acabar.
— Oh, Darío, te ves más anciano que nunca —dijo con un tono burlesco, abrazando al mencionado, siguiendo con la madre— Valnne, tan hermosa como siempre, —entregó un pequeño beso cortés a la mano de la mujer, quien respondió con una sonrisa incómoda— Mira nada más, el niño cuervo ha crecido mucho desde mi última visita. Aún te recordaba como un bebé chillón que no podía pasar ni cinco minutos sin mearse encima. —Una risa salió de sus labios seniles al ver a Krage frente a él.