En las lejanas tierras de Talerys, la guerra se cierne como una tormenta inminente. Con espadas en alto y escudos firmes, los ejércitos se congregan en los campos de batalla, donde la magia antigua y las criaturas olvidadas despiertan de su letargo...
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Krage Winht
El sonido del metal chocando reinaba en el silencio de la mañana. En el patio de los Winht, dos figuras iban y venían: un padre y su hijo intercambiaban ataques y defensas. Krage defendía con prisa cada embate, buscando un momento oportuno para contraatacar. En un choque de escudo y espada, el chico movió su cuerpo a un lado, buscando una abertura donde empujar su arma. Desafortunadamente, su padre ya estaba tres pasos atrás, esquivó la estocada del chico y lo derribó con una patada estratégica en la pierna de apoyo, haciéndolo caer al suelo bruscamente.
— ¿Estás bien? — El chico solo ofreció un movimiento afirmativo con la cabeza mientras se reponía. — No me refiero a tu caída; hoy estás especialmente distraído. — Corrigió el mayor, ofreciendo su mano al contrario para ayudarlo a levantarse.
— Estoy bien, no dormí bien, eso es todo. — ¿Los libros otra vez? — Preguntó con genuina duda y algo de preocupación paternal. — Sí, algo así. Hagámoslo de nuevo. — El chico se puso en guardia, con su escudo de madera forrado de cuero y su espada mediana sin filo, especial para entrenamientos.
El padre titubeó un poco, levantó su espada con ambas manos y se acercó. El chico estaba atento a sus movimientos, sus ojos fijos en la espada del oponente, apretó sus puños y sus dientes. Dario arremetió, Krage lo contrarrestó; con su escudo detuvo el golpe. A pesar de que era una espada de entrenamiento sin filo, la hoja quedó incrustada en el escudo. Krage aún miraba la espada, sonrió al verla frenada por el escudo, pero su padre ya no sostenía la espada; la soltó en un movimiento fugaz e inesperado, se acercó a la espada del chico, lo desarmó en un intercambio de movimientos y luego lo golpeó con el hombro.
El resultado fue el chico cayendo sobre su propio trasero, y Dario de pie frente a él con la espada apuntándole.
— No apartaste la vista de la espada; puede parecer lo más peligroso, pero las manos son lo importante. — Dijo el padre antes de clavar la espada en el pasto. Krage estaba frustrado; se notaba en sus ojos. Se levantó e intentó arrancar la espada de su escudo. — ¿Por qué harías algo así?.. ¿Cómo es una estrategia soltar tu espada? — El padre sonrió y se cruzó de brazos al ver la acción del chico. — Tienes razón, pero una pelea no es como en los libros o las canciones; son frenéticas, en unos pocos segundos todo puede acabar para cualquiera de los dos. Las estrategias impredecibles son riesgosas; solo en algunas ocasiones funcionan. Cuando has tenido muchos duelos, aprendes a identificar cuáles son esas ocasiones. — El padre se acercó y ayudó a su hijo, tomando su espada del escudo.
— Mis manos simplemente no hacen lo que quiero; es... Difícil. — El chico se acercó a su espada y la liberó de la tierra. El padre pensó un poco. De su cinturón sacó una especie de espada corta, más parecida a un cuchillo, pero no era como ninguno que hubiera visto antes. No era como el que se usaba para degollar conejos ni como el que se usaba en cocina para cortar verduras; tenía grabados y un filo único.