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Ya habían pasado casi dos meses después de aquella cita y Vegetta se sentía en las nubes

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Ya habían pasado casi dos meses después de aquella cita y Vegetta se sentía en las nubes.

Había tenido unas cuantas citas más con el alfa, en ocasiones se quedaba en su casa a dormir en la misma cama que él y se despertaba a su lado, ver los rayos mañaneros golpear los mechones dorados sobre su bello rostro solo lo hacían suspirar, seguía sin creer que esto le estuviera pasando.

Si pudiera flotar de la felicidad ya estaría en la luna; en este punto, ya todos en la guardería sabían que estaba saliendo con el papá de Leo. Estaban orgullosos de él, se alegraban por su nuevo papel como "madre" y, como dijo Frank: ya le tocaba.

Se había encariñado mucho con la pequeña y la amaba como propia, no muchos omegas podían hacer eso, la mayoría querían pequeños propios, no de otro Omega, pero quizás se debió a que Leo estaba lavada, es decir, no tenía ningún aroma de Omega y estaba necesitada, a decir verdad él también lo estaba, lo más que quería era tener cachorros y a un alfa, ser amado y amar.

No sabe si fue un ángel quien escuchó su deseo y envió a dos personas para que fuese cumplido. Un alfa necesitando ayuda y amor, y una pequeña necesitada de atención y cuidados.

Vegetta estaba más que dispuesto a darles todo eso, tenía mucho amor para los tres. Su Fulich era un alfa atento, quizás aprendió eso por tener que hacerse cargo de una pequeña él solo, después de todo, los cachorros necesitan de mucha atención.

Le gustaba mucho, no, le encantaba ver su celular y encontrar pequeños mensajes de Foolish en donde le deseaba los buenos días o preguntaba si ya había comido. Cuando estaba en la guardería intentaba responder, pues tampoco descuidaba a los cachorros, primero muerto antes de que eso pasara.

El pecoso quería dar otro paso: mudarse con el rubio, así podría estar a tiempo completo con la pequeña. Lo más probable es que era muy pronto para hacer algo como eso, podría llegar a ser un intruso en el territorio del ojiverde, sin embargo, ya había estado varias veces en la casa del alfa, y en su cama, al menos él no mostró ningún signo de molestia.

Estaba ansioso, nervioso e inseguro, esos eran sus defectos más grandes, tenía que lidiar constantemente con ellos, pero hacía lo mejor que podía para enfrentarlos, aún cuando las cosas parecían en su contra.

Siempre estaba allí con una sonrisa tratando de ver el lado positivo de las cosas. Nunca se arrepentiría de trabajar en esa guardería y estar a cargo de la cachorra, menos de querer ser su madre.

Un día en particular estaba en su trabajo como era usual, Leo jugaba en el suelo con algunos peluches moviéndolos en el aire mientras balbuceaba algunas cosas. Eran las cuatro y media, los padres iban llegando poco a poco por los pequeños. Todo iba bien hasta que vio llegar a un señor mayor, este hombre en la tercera edad tenía su cabello rubio arreglado hacia un costado. Era, extrañamente, muy similar a Leo.

No le dio buena espina.

—Buenas tardes señor, ¿Puedo ayudarle en algo? ¿se perdió?— preguntó cortésmente, tratando de impedir que entrara en el salón a su cuidado, no sabía quién era, no podía dejarlo entrar con los cachorros.

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⏰ Última actualización: May 24 ⏰

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¿Mamá? || FooligettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora