Orígenes de Héroes

Nar, Teren, Vann y Ehecalt

Creció dentro de una buena familia en Egipto, una familia de conejos guerreros fue respetada gracias a la vida de su padre, si no fuese por él, su familia recibiría una discriminación solo por ser de descendencia de humanos/conejos. Pero a su familia no le molestaba eso, son una familia muy unida; algo que le divertía a la familia era burlarse de los esclavos que trabajaban para el Faraón pero admiraban todo lo que hacían, desde las pirámides hasta las grandes estatuas que representaban a los gobernantes.
Algo que Nar detestaba en silencio, claro que amaba a su familia pero no soportaba escuchar a su familia discriminar a los esclavos que claramente eran más humanos que ellos, incluyéndolo a él.
Su tez morena, sus ojos tan profundos color avellana y su gran cuerpo y rostro hacían que las mujeres de Egipto se derritieran por él, pero no estaba interesado en lo absoluto; su concentración estaba en ser un guerrero Egipcio para proteger y servir al Faraón. Su vida como sirviente en el palacio no era nada más que una preparación para ir al siguiente nivel y estar con los grandes, su único compañero como sirviente del Faraón fue a otro muchacho llamado Rafale; algo que le llamó la atención al joven Nar fue a aquel príncipe de Egipto llamado Moisés, era curioso que el Faraón y su esposa hayan decidido adoptarlo como parte de su familia, bueno, ellos sabrían, eso claramente lo dejó con mucha duda, Nar desde el principio sabía que era uno de los hijos de los esclavos, pero por alguna razón decidió callar, igualmente no lo creerían por ser un sirviente.

Nar con el paso del tiempo recibió entrenamiento de su padre con seriedad y determinación, no dudó en lanzar lanzas largas o incluso usar una espada exageradamente pesada. Pero siempre se mantuvo al margen para enorgullecer a su familia.

—Nada mal hijo, lo hiciste excelente, muy pronto irás al palacio para mostrar tu determinación, si tienes suerte, uno de los superiores te dará el puesto de vigilar los aposentos del príncipe Ramsés.—dijo con orgullo su padre.

El joven Nar solo sonrío y sostuvo su espada con firmeza para después guardarla.

—No hay suerte padre, solo hay que creer que voy a pasar, simplemente eso.—dijo el joven.

Ambos se abrazaron, la mañana siguió pero Nar decidió salir temprano para así dirigirse hacia su ahora nuevo destino.
Cómo era de esperarse, el superior lo aceptó, no solo porque el cuerpo del joven era cien por ciento fiable, si no que tenía una buena determinación en las coordinaciones de vigilancia. Pero claro que no ganó estar como guardia con el príncipe Ramsés, si no con Moisés.

—El príncipe... ¿Moisés?—dijo Nar sosteniendo su lanza y seguía a uno de los guardias superiores.

Nar quedaba atrás mientras seguía a su superior por los pasillos anchos y largos del palacio, este tenía una armadura diferente que la de él, ya que tenía pequeños bordes dorados en su armadura, si algo sabía Nar, es que los de alto rango ganaban armadura de Oro, mostrando así su simple liderazgo, algo que el joven quería conseguir para el orgullo de su familia.

—Así es, Moisés es de la misma edad que tú, creo que entre los dos se llevarán bien, solo cuida que el príncipe no haga más travesuras, ya tiene harto al Faraón; aún así manténlo en vigilancia hasta que llega la noche, donde termina tu turno, la comida es casi al medio día, después de guiarte por todo el palacio, he aquí, los aposentos del príncipe.—el líder paró en seco.

La habitación era extremadamente grande, como la de las grandes familias, grandes estructuras, regalos y claro, jeroglíficos. Este lo miró por solo un buen rato para después ser cerrado casi apretando su naríz. Si que algunas veces los guerreros gatos eran unas bestias.

—Tu trabajo comienza ahora, no me decepciones a los demás guerreros.—dijo el guerrero para después dejarlo solo a un lado de la entrada del aposento de Moisés.