I - El asesino de la rosa: Ser cazado; lo que un depredador nunca espera.

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«Me llamo Eidan y me encantaría matarte. Bueno, más que eso, quiero oír tus gritos de terror, me excita sentir y oler tu miedo, observar tu cara de sorpresa cuando saco el cuchillo y penetro tu cuerpo, ver el horror en tus ojos al derramarse tu sangre...». Esa es la nota que les dejo a todas mis víctimas y hasta ayer, sin excepción, ninguna me había decepcionado: Temblaban, corrían aterrorizadas, me hacían disfrutar de la hermosa obra de arte que resultaba la mezcla de sus alaridos con la esencia de su ser desvaneciendose con cada una de mis puñaladas... Pero ella... ella no me tiene miedo. Hoy soy yo el perseguido. Trata de atraparme, la siento cerca...
«¡Voy a por ti, maldito! Te haré pagar por todo lo que hiciste. Sentirás el dolor que le causaste a mi madre, multiplicado por mil. No podrás escapar...».
Y sí, justo cuando el cazador se vuelve la presa, es cuando comprende que las almas que más han sufrido y que ya no tienen nada que perder, son las más peligrosas... Aun así, ¿quién de los dos logrará su objetivo?

Antología (1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora