El viento ha de merecer

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En el origen de todas las fortunas, hay cosas que hacen temblar.
Louis Bourdolove

Hogwarts
1997

La mañana no podría describirse más que desconsolada aún cuando el sol brillaba de manera tan insistente que incluso podría haber quemado parte de las pieles de todos aquellos que se encontraban alrededor del ataúd al aire libre que habían instalado en medio de la isla más allá en el lago. Draco, arriba de una de las ramas más fuertes de un árbol, observaba todo lo que pasaba con expresión neutral.

Unos años atrás, si contábamos que el venía de un lugar donde el tiempo había borrado los estragos de sus errores, había estado muy arrepentido de no haber asistido al funeral de Dumbledore, más por remordimiento que por la pena que llevaba a todos ahí, movidos por una sola causa: El amor hacia el Director.

Pero ahí, estaban reunidos todos, criaturas mágicas, profesores, alumnos e incluso había fantasmas rondando. Fantasmas a la luz del día que habían abandonado sus puestos de pena para ofrecerle tributo al hombre más temido por los magos tenebrosos.

Grinderwald y Voldemort debían de estar haciendo una danza de victoria al saber que su archienemigo había sido derrotado por un simple mortífago: Severus Snape. El rubio ladeó la cabeza en busca de lo que lo había traído ahí.

Hermione.

Alcanzo a divisar entre los presentes la cabeza llena de rulos que le seguían pareciendo un nido de palomas mensajeras. Sin ningún patrón.
La vio quedarse con Potter y Weasley, tomando de la mano al último con lágrimas en los ojos.

Resopló levemente al notar que ellos siempre estaban juntos.

Debía de aceptar que Hermione en ese tiempo, de 16 años, no era la muchacha más atractiva que había visto en su vida, no a comparación de la Hermione que había besado en el aula un día anterior. La castaña que ahora tenía en mente, lucía más altiva, más preparada, con pecas en sus mejillas tan marcadas por el sol y con un poco más de curvas en su cuerpo que seguramente había adquirido al estar casi al final de su adolescencia. Lo estaba volviendo loco.

Nego con la cabeza antes de bajar del árbol, no queriendo ver más de aquel funeral al que estaba seguro no hubiera asistido de saber que iba a sentirse como ahora. No había ningún sentimiento, ni remordimiento, ni dolor al haberse enterado después que el mismo Dumbledore había planeado todo.

El maldito viejo no había sido tan inteligente como todos los presentes creían, había caído en la tentación y utilizado un anillo que lo llevo hasta planear su muerte.

De todas maneras, antes de ayer ya estaba muerto.

Todos creían ahora que Albus Dumbledore había sido víctima del ataque que él mismo había llevado a cabo, de manera no tan inteligente como pensaba en ese momento, pero en realidad, el viejo había sido víctima de él mismo, como cualquier otro ser humano... Víctima de su propia destrucción por caer en la tentación de un Horrocrux.

Se detuvo cuando estuvo debajo del árbol.

Horrocruxes.

Él sabía perfectamente cuales eran, cuantos eran y conocía donde estaban algunos de ellos.

¿Si se lo decía a Potter iba a cambiar algo?

Presagio Where stories live. Discover now