Razonar: Sopesar probabilidades en la balanza del deseo.
Ambrose BierceNo podía dejar de mirarla. Ahí, cerca de él, notaba como las grandes pestañas de la muchacha aleteaban un poco cuando abría y cerraba los ojos de manera curiosa. No podía dejar de mirarla, y definitivamente eso no ayudaba nada a lo que estaba por hacer.
—¿Por qué no vas a consolar a Potter o a Weasley?—Pregunto Draco sin llamarles por los sobrenombres que solía apodarles, siendo que hacía mucho que había dejado de hacerlo, al menos en su época. Hermione ladeó la cabeza antes de dejarle de tocar, carraspeando.
Draco se separó de ella después de eso. Ni siquiera había notado que ella le estaba tocando al estar perdido en su rostro, en sus expresiones que por más pequeñas que fueran, las conocía perfectamente. No por nada habían estudiado en el mismo colegio por 8 años.
Hermione ladeó la cabeza, dejando que su cabello rizado y sin forma se desparramara por su hombro. Lo estaba llevando a la locura.
—¿Quieres estar solo? Supe que tú padre está en Azkaban.-Solto ella sin pensarlo mucho, haciendo que Draco se tensara. Había olvidado que su padre estaba en Azkaban y que por esa razón había sido escogido para matar a Albus Dumbledore: Como una venganza por la estupidez de su padre.
Draco desvío la mirada.
—Gracias, Granger. No recordaba que mi padre estaba en Azkaban.-Susurro con cierto toque de acidez, comenzando a caminar y dejándola con la boca abierta, como si quiera decirle algo más.
Ya no le prestó atención.
Tenía que encontrar la maldita diadema.
Camino por el pasillo, desviandose por momentos para abrir cajas y contenedores en busca de lo que quería. Cuando pudo enterarse de lo que había pasado en la Batalla de Hogwarts, después de salir de Azkaban... Supo que Harry Potter tenía la habilidad de sentir los Horrocruxes al ser uno de ellos.
También supo que era la única razón por la que hablaba parsel. Definitivamente, el muchacho que vivió no tenía ningún talento que no fuera por él. Simplón. Pero, ahora, Draco no tenía esa habilidad, no sabía dónde estaba y juraba que por los recuerdos que tenía la había encontrado justo en ese pasillo, en la caja más oscura.
Buscando, con Hermione a su espalda y con su mirada clavada en él, abrió la caja que recordaba... No encontrando nada. Maldijo por lo bajo antes de cruzarse de brazos, cerrando los ojos. No podía llamarlo con un accio, eso estaba más que descartado.
—Si tan solo...-Fruncio el ceño, buscando en sus recuerdos algo que pudiera ayudarle, habiendo leído de los horrocruxes por meses, después de aquella vez que robaron la copa de la bóveda de su tía Bellatrix. Abriendo los ojos y torciendolos un poco, paseo la mirada por el pasillo de nuevo hasta toparse con una estatua nada agraciada.
Y en su cabeza, la diadema de Rowena Ravenclaw brillaba a contra luz, luciendo bastante hipnótica. Draco ladeó la cabeza, notando que la escultura fea estaba arriba de una pila enorme de libros, que seguramente podrían venirse encima si alguien los tocara un poco.
—Bueno, ya la encontré.-Anuncio más para el mismo, que para su compañía, sin dejar de mirarla y entrecerrar los ojos al notar el color de la gema
Hermione camino unos pasos, asomándose detrás de él para ver qué es lo que había encontrado. Draco volvió a tensarse ante la cercanía, alejándose unos pasos como si no quisiera que se le pegara la impureza.
—¿La Diadema?-Pregunto ella antes de alejarse también un poco, con la mirada fija en lo que más llamaba la atención de la estatua.—¿Por qué estás buscando una diadema? ¿Es otra misión de Voldemort?
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Presagio
FanfictionCayó de bruces, en el bosque oscuro. Con él y su pasado. Complemento de Profecías.