Culpa

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Cristian estaba paralizado, su mente luchaba por procesar la noticia que acababa de recibir. Los colores y sonidos de la celebración a su alrededor se desvanecieron en un mar de pensamientos confusos. Sus amigos, conscientes de que algo grave estaba sucediendo, se mantuvieron cerca, ofreciendo un silencio solidario.

-Eu, ¿Por qué esa cara- ante la expresión atónita de Cuti, Licha se preocupó-Me estás asustando

-Chicos, avísenle a Scaloni que me tengo que ir, después le explico - sin dar explicaciones comenzó a empacar su ropa en la valija de manera mecánica, sus movimientos eran automáticos, como si su cuerpo funcionara por inercia mientras su mente estaba en otro lugar.

Las preguntas de sus compañeros se acumulaban como ecos distantes, pero no podía encontrar las palabras para responder. No había respuestas en su mente, solo un vacío donde antes había certeza. Con cada prenda que lanzaba sin cuidado en la valija, sentía cómo la realidad de la situación se asentaba en su pecho: Sonny estaba en internado, y él necesitaba estar allí, a su lado, más que nunca.

-¿A dónde vas? - La voz del técnico lo alcanzó, deteniéndolo en su frenética huida – no te podes ir sin mi autorización.

-He decidido renunciar - declaró, sin pensarlo por un segundo- Hasta acá llegué.

-Eu – Aimar apareció en el momento precisó – vení, hay que hablar.

-No puedo, Pablito- la verdad salió de su boca en un intento desesperado por irse- se está muriendo.

Al pronunciar esa realidad, la barrera que contenía su miedo y desesperación se rompió. Las lágrimas brotaron, y con ellas, la imagen de un hombre que se enfrentaba a la posibilidad de perderlo todo.

-Lo estoy perdiendo- repitió entre sollozos, su cuerpo temblando con cada palabra.

Pablo, con un gesto compasivo, dispersó al equipo, dejando a Cristian y a él solos en medio de la tormenta emocional. Con cuidado, enlazó sus manos alrededor de las de cordobés, guiándolo lejos de las miradas indiscretas y oídos curiosos.

En ese espacio aislado, Romero pudo permitirse un momento de vulnerabilidad. Aimar se mantuvo a su lado, siendo su pilar de apoyo

-¿Te pensás que verte en estas condiciones le va hacer bien?- lo instó a reflexionar – Si él sabe que provocó esto en vos, se va a sentir peor.

-No sé qué hacer, si él se muere...

-No digas pavadas - lo reprendió Pablo con un tono que mezclaba preocupación y reproche – para tu tranquilidad, voy a acompañarte en este viaje. Total si Leo se enoja, que se joda.

-¿Harías eso por mí?- La voz temblorosa, revelaba el miedo detrás de su fachada de fortaleza.

-¡Por supuesto, pichón! - exclamó el ex River, mirando al cielo con la esperanza de que el buen clima los acompañara – vamos a pedir prestado el helicóptero sanitario de la selección.

Con las esperanzas renovadas, Cuti se despidió de sus compañeros y del técnico, que a su pesar le dio permiso para irse.

-Te voy a estar esperando, Pablito- susurró el oriundo de Pujato – todavía no te vas y ya te extraño, volve a mi.

-Siempre estoy -sonrió, intentando transmitir tranquilidad -Me necesitas tanto como yo a vos.

Con esa promesa, reafirmando el cariño genuino entre Scaloni y Aimar, acordaron encontrarse en la final que se disputaría en el Monumental.

-Tengo un mal presentimiento -confesó Lionel, su voz apenas audible sobre el ruido de las hélices y la lluvia que comenzaba a caer. Mientras el helicóptero despegaba, la preocupación se reflejaba en su mirada, presagiando una tormenta que iba más allá del clima.

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