El canto de los pájaros y el susurro del viento entre las hojas interrumpieron el descanso de Heung-Min. Se estiró, liberando la tensión de su cuerpo con movimientos lentos y conscientes. Un bostezo se escapó mientras sus ojos se abrían a un mundo bañado por la luz del sol, que jugaba entre las flores de un jardín desbordante de vida.
Sentado sobre la hierba fresca, dejó que los pétalos de colores vivos se deslizaran por sus manos, cada una portadora de memorias de días pasados.
Una sensación de ligereza lo invadía, como si hubiera dejado atrás las ataduras del tiempo y la enfermedad en este limbo entre dos mundos. Sus huesos, liberados del lastre de los años, parecían recobrar la fortaleza de su juventud deportiva.
La reflexión sobre su vida anterior lo llenaba de una dulce melancolía. Valentino y Hana, los hijos que había amado y educado, ahora eran adultos realizados, con sus propias familias en pleno crecimiento. Karen, su compañera incondicional, se encontraba envuelta en el cariño de sus nietos, con el apoyo incondicional de un esposo amoroso.
Aunque consciente del vacío que su ausencia generaría, Heung-Min se reconfortaba al saber que había honrado su palabra. Crío y amo a sus hijos de la misma forma que Cristian lo hubiera hecho de no ser por ese accidente.
Ahora, mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte, pintando el cielo de tonos ardientes, sentía que el reencuentro con Romero estaba a la vuelta de la esquina, en algún lugar más allá de la puesta de sol, donde el amor no conoce barreras y las almas se encuentran en un abrazo eterno.
Con una sonrisa serena, cerró los ojos una vez más, dejando que el sonido del viento lo llevara hacia ese ansiado encuentro.
-Sonny, amor - resonó la voz de Cristian, suave y llena de un cariño. Era una voz que Heung-Min había añorado en el silencio de sus noches solitarias, un sonido que ahora lo envolvía como el abrazo que tanto había deseado.
Al girar su mirada hacia el origen de aquel llamado, se encontró con el rostro de Cristian, el rostro que había sido su luz en la oscuridad, la promesa de un amor que nunca se desvaneció. Era un rostro que, a pesar de la eternidad que los había separado, seguía siendo tan familiar como el latido del corazón que una vez le fue donado.
La emoción y la felicidad lo inundaron, una marea que lo elevó por encima de cualquier dolor pasado. Se enderezó con una urgencia que no conocía límites, movido por un amor que había sobrevivido más allá de la muerte. Y sin medir la fuerza, sin temor a la fragilidad de su existencia terrenal, se lanzó hacia Romero, cayendo en sus brazos con una pasión redimida.
-Cuti, Cuti, Cuti,- susurró, cada palabra un eco de los años de espera, cada sílaba una cadena rota que lo había mantenido lejos de su amor - Te extrañé mucho.
-Mi Sonny, mi hermoso Sonny.
Después de un viaje que pareció una eternidad, los caminos de Heung-Min y Cristian finalmente convergieron en el destino tan ansiado.
Aunque el sendero estuvo plagado de espinas y pruebas, cada paso, cada momento de dolor, había valido la pena.
El argentino, con manos temblorosas y llenas de amor, acarició el rostro empapado en lágrimas de su amado. Sus labios se encontraron en un beso que era más que un simple contacto; era la unión de dos almas que habían anhelado este instante más allá de la vida misma.
El beso, tímido al principio, se profundizó, convirtiéndose en el sello de un amor eterno, un amor que sobrevivió al más grande de los desafíos: la muerte misma.
-No vuelvas a dejarme solo - susurró Sonny con la voz quebrada por la emoción - caminar sin ti fue la prueba más dura de mi existencia.
-Te lo prometí una vez y lo sostengo - respondió con firmeza - mi corazón siempre ha sido tuyo, y todo lo que soy, todo lo que he sido, te pertenece. Soy y siempre seré tuyo.
-En la próxima vida, no permitas que nos separen - pidió, secando las lágrimas que marcaban su rostro -debemos luchar para permanecer unidos.
-Lo prometo - su sonrisa transmitía una calma que reconfortaba a su amado- nunca más te dejaré, y cada día que pase, me dedicaré a hacerte feliz.
Bajo el manto celestial, donde cada estrella parecía parpadear en honor a su unión, Heung-Min y Cristian se encontraban sentados, cobijados por la imponente presencia de un roble centenario. La luz estelar los envolvía, creando un aura de eternidad que desafiaba la noción de tiempo y espacio. Se aferraban el uno al otro, con la determinación de quienes han conocido la separación y se niegan a experimentarla de nuevo.
Heung-Min, con una voz suave que rompía el silencio sagrado de la noche, compartía las pequeñas victorias y travesuras de Valentino y Hana. Narraba cómo cada gesto, cada palabra de los niños, llevaba impreso el amor y la esencia del argentino.
Romero, por su parte, escuchaba, absorbiendo cada palabra, cada emoción. Aunque le dolía haberse perdido esos momentos únicos, no lamentaba su decisión. Había otorgado a Heung-Min la oportunidad de amar, de vivir, de formar una familia que ahora era su legado.
El alba los tomó por sorpresa, con los primeros rayos del sol asomándose con timidez, como heraldos de un nuevo comienzo. Cristian, con un gesto lleno de significado, extendió su mano hacia Heung-Min, una invitación silenciosa a enfrentar juntos el amanecer de una nueva existencia.
-Es hora. ¿Estás listo para lo que viene?
-Gracias por esperarme, Te amo- Esta vez no lo dejó con la mano extendida en el aire, no repetiría los errores del pasado.
- Te amo- respondió sin apartar su mirada del rostro del coreano.
Con sus manos entrelazadas, caminaron hacia el sendero luminoso que se abría ante ellos, prometiendo un descanso eterno para las almas cansadas.
Era un camino que el argentino había elegido posponer, eligiendo en su lugar permanecer cuidando a Sonny desde el más allá. Y aunque su presencia era silenciosa, era una fuerza palpable en la vida de Heung-Min, un latido constante que resonaba con la intensidad de un millón de estrellas. Un recordatorio eterno de que, a pesar de la distancia insuperable que la muerte imponía, el amor verdadero no conocía fronteras.
Porque después de todo, lo que los unía a ellos no eran solo los latidos de un corazón compartido, sino el alma mismas que estaba destinada a encontrarse una y otra vez en la infinita danza del destino.
FIN
Gracias por leer hasta acá.
Me gustó mucho escribirla a pesar de que llore en el proceso.
Me olvide de preguntarles si les gustó, ojalá que sí.
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Latidos
RandomNo puedo verte, No puedo escucharte, No puedo tocarte, Pero te extrañare más, si trato de olvidarte.