Kang Taehyun, un tiburón blanco que se ha presentado como enigma, decide mudarse a Hawaii con el fin de calmar sus serios problemas de conducta.
Sin embargo, lo que esperaba que fuera una experiencia terapéutica se transformó en un arma de doble fil...
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Beomgyu estaba al tanto de que Taehyun tenía los exámenes esa mañana, por lo que decidió intentar mantenerse lo más sereno posible. No quería causarle problemas en sus estudios después de haberlo visto esforzarse tanto, así que fumó su primer cigarrillo del día esperando que eso lo mantuviera relajado.
Tiene previsto permanecer en su residencia sin causar ningún tipo de altercado, pero no le agrada estar allí porque le recuerda su situación actual, razón por la cual siempre está fuera, deambulando sin rumbo fijo.
A pesar de que la entrada principal cuenta con cuatro cerraduras y todas las posibles vías de acceso a su hogar se encuentran firmemente cerradas con al menos tres seguros, continúa angustiado ante la idea de que alguien pueda irrumpir y abusar de él. Por esta razón, le resulta sumamente estresante permanecer en su hogar. Es un espacio limitado que le genera claustrofobia e inseguridad.
Curiosamente, no le sucede cuando se encierra en el armario. A pesar de ser un espacio aún más reducido, allí sí encuentra seguridad. La única entrada está bajo su completo control; puede mantener las puertas cerradas desde dentro y nadie se imagina que se encuentra allí escondido; tampoco pueden verle llorar a través de las ventanas, que aún estando tapadas con periódicos y cortinas, no se fía de ellas. No se fía de absolutamente nada en su casa.
Cuando quedó atrapado en las garras de Heechul, este lo mantuvo siempre encerrado en una habitación de cristal y rodeado de cámaras de vigilancia. Prácticamente todos podían ver lo que le hacían, al igual que Beomgyu era testigo de los muchos alfas desconocidos que se mantenían al otro lado de la pared de cristal, observándolo con asqueroso deseo mientras se tocaban.
Básicamente era como un circo donde Heechul hacía de presentador y él era el animal maltratado que debía hacer todo lo que le pedía para no ser golpeado, mientras el resto disfrutaba del espectáculo con absoluta euforia y excitación.
El hecho de ser el único que se sentía angustiado por ese círculo vicioso le hizo dudar muchas veces de sí mismo, llegando incluso a empezar a normalizar lo que le ocurría, aludiendo a que quizás estaba destinado a tener ese estilo de vida. Afortunadamente, Hueningkai intervino antes de que se perdiera por completo y desarrollara un síndrome de Estocolmo severo, aunque los meses posteriores a su libertad mostró síntomas de una dependencia tóxica hacia Heechul de la que se pudo deshacer.
El punto es que, desde entonces, la exposición lo pone muy nervioso, por lo que tiende a esconderse en el armario incluso si no hay nadie alrededor. En aquel momento era para que no lo vieran, pues no habían cámaras en su interior; hoy en día lo sigue haciendo por pura inseguridad.
Se ha vuelto tan paranoico que sigue creyendo que hay alfas observándolo constantemente; incluso ha llegado a pensar que pusieron cámaras escondidas en todos lados, razón por la cual su casa está completamente vacía. Solamente dejó una mesa de noche para guardar sus productos de higiene, el armario y un futón para dormir, aunque casi nunca lo usa porque al final acaba haciéndose un ovillo entre su ropa o acostado en el suelo. Y a pesar de tener pocas pertenencias, la ansiedad es tan intensa que se obliga a revisar todo cada vez que entra y sale de casa, por si acaso hay alguien o aparecen cámaras ocultas.
