mastermind

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Pasaron unas semanas, seguíamos saliendo y conociéndonos cada vez más. Siempre la acompañaba al centro de caridad donde ella iba a dejar alimentos y recursos del local de su tía. Sí, su tía era la señora López.

Tenía una hermana pequeña, pero ella y su madre estaban en Granada, mientras que Violeta estaba aquí en Menorca para ayudar a su tía y ganar un poco de dinero. ¿Lo malo? Regresaría al sur mañana.

Nos volvimos muy cercanas, demasiado. Me di cuenta que desde la primera vez que la ví, me gustó, pero el momento real en el que me enamoré de ella fue cuando hablábamos de temas al azar. Teníamos que hacer un proyecto en mi escuela sobre la homosexualidad, y recurrí a su ayuda por lo buena que era con este tipo de temas. Ahí también es donde me enteré de que era bisexual.

Ella me daba un concepto específico de qué trataba, ya que yo no conocía mucho del tema. Me decía que existía muchos tipos de atracción sexual entre personas.

—Sabes, a mí siempre me dio igual si la gente estaba con alguien de su mismo sexo o no. O sea, es su vida, no hacen daño, son solo personas normales amando a otros.

"Pienso lo mismo. Aunque siempre me he preguntado cómo mantienen relaciones íntimas", realmente no lo sabía. Aparte, a Violeta le tenía mucha confianza como para hacerle ese tipo de preguntas.

—Pues, entre hombres no estoy muy informada. Entre chicas... bueno, a ver, imagínate a ti y a mí... —no la dejé terminar, la empujé a la hierba del parque y comenzamos a reír.

"¡Pero que sinvergüenza eres!", mis mejillas quemaban.

—Bueno, bueno, era broma. Imagina a dos mujeres entonces. Existen todo tipo de posiciones, ya sabes, bueno, no sabes... Si quieres, un día te lo enseño. —me guiñó un ojo juguetonamente y se rió.

Le di un suave golpe en el hombro.

—¡Ouch! Era broma, bueno es broma si quieres que sea broma —me volvió a guiñar el ojo.

Yo solo la empujé de nuevo y ella comenzó a comentarme que los dedos, que la lengua, el clítoris, los labios con los labios, los juguetes...

Mientras la escuchaba, nos imaginaba a ella y a mí haciendo tales poses y jugando con esas cosas. ¡Dios! Me sentía una sucia.

Pero el momento en que sentí que me enamoré de Violeta fue cuando comenzó a decir:

—Sabes, fuera del sexo, ponte un caso, que seamos nosotras —estuve a punto de darle otra palmada en la pierna, pero me quedé con la mano estirada cuando ella me paró y me tomó de la mano entrelazando su mano con la mía. —Para, loca, me refiero a lo romántico, a la parte en que una pareja debe ser unida. Tipo, si tú y yo fuéramos novias, yo... yo haría todo por hacerte sonreír todos los días, hacerte reír, gastar todo mi tiempo libre contigo, pasar momentos tiradas en la hierba hablando de todo y nada, hacerte sentir viva y amada...

Todo lo que decía me parecía coincidencia, estar con ella ahora tiradas en la hierba, hablando de todo y nada, pasando tiempo juntas desde que salimos aquella vez. Literalmente describió nuestra relación de amistad, pero en ese momento yo no me di cuenta del tiempo que estaba perdiendo, el tiempo que pude hacer algo con ella pero no hice nada, porque soy una ciega.

Quedaba un día con Violeta. Hoy salimos y paseamos, comimos, reímos, literalmente fue un día más con ella en mi vida y casi el último. No sabría cuándo volvería a verla, ya que yo me quedaré aquí en Menorca y ella no sabe si volverá alguna vez.

Mañana tenía que hacer algo. Algo que me arrepentiría de no hacer.

...

Llegó el día. Mi madre salió con mi familia a un restaurante. Les dije que iba a despedir a Violeta, que no podía acompañarles. Ellos saben lo importante que era la pelirroja para mí y no se quejaron.

Tenía mi casa sola para nosotras, podría hacer mi sorpresa. Acomodé el salón, le puse velas, rosas, compré unas cositas para nosotras y arreglé mi habitación. Me compré ropa interior de encaje, el conjunto completo de color blanco. Un vestido blanco ceñido al cuerpo, el vestido es de seda y mis curvas se logran ver a simple vista. Me dejé el cabello suelto y me hice ondas para darle un estilo más sensual, y quedé lista.

Fui a abrirle la puerta a la invitada, que ya había llegado.

—¡Hol...! Jesús, Kiki. Qué guapa —me miró de arriba a abajo, y miró dentro de la casa—Perdón, ¿estás con alguien? ¿Tu novio o algo? Mejor me voy, no quiero molestaros.

La tomé del brazo y la traje adentro, mientras cerraba la puerta por su espalda.

"Boba, el novio eres tú", la miré sensualmente y le quité el abrigo.

Ayer le especifiqué que trajera un vestido atrevido, diciéndole que íbamos a disfrazarnos, a lo que ella me creyó y vino vestida con un vestido ceñido de encajes.

—Siempre suelo entenderte, pero creo que hoy no es el día. ¿Cómo que el novio soy yo? —me miró confundida mientras la tomaba del brazo.

Le hice un gesto de silencio y la senté, le serví la comida y comenzamos a conversar, yo gesticulando y ella hablando, de todo y nada. Reímos, y cantó para mí una canción que le dije que era mi favorita. Yo solo la miraba como una tonta enamorada.

"¿Te apetece un postre?", gesticulé.

Taciturno | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora