La residencia de los Uppercrust es, sin duda, la más hermosa que se pueda ver en todo el estado de Misisipi. Tiene un hermoso jardín lleno de flores de cada temporada y árboles ornamentales, así como una casa enorme y hermosa caracterizada por su bello y casi angelical color blanco. Es, sin lugar a dudas, una obra de arte, resultado de la mente de un arquitecto inspirado por la historia de la familia a la que pertenece ese lugar.
Pero, por más hermosa que fuera, la residencia Uppercrust nunca le pareció un hogar a Bradley. Desde que era niño, las enormes habitaciones de la casa lo hacían sentir solo y triste, como si fuera una muñeca abandonada en una casa enorme con la que nadie quería jugar. Sus paredes blancas y pulcras le provocaban un frío inexplicable, adornadas con obras de reconocidos artistas que particularmente él no conocía, y con un único cuadro de la familia pintado a mano por un joven artista que los obligó a pasar horas juntos para poder retratarlos, el único momento que podía recordar con toda su familia reunida, sin discutir y sin enfrentarse, solo todos sentados en silencio, sonriendo cansados.
El jardín era el único lugar donde Bradley podía sentirse libre. Era el lugar al que siempre huía cuando sus hermanos lo hostigaban. Los arbustos y helechos le servían de escondite hasta que finalmente se hartaban de buscarlo, y él se recostaba contra el lodo frío mientras las plantas acariciaban suavemente su piel. Aquel lugar le proporcionaba un confort que su familia jamás le pudo dar; el lodo siempre fue más cálido y las plantas lo acariciaron más veces que su propio padre.
Ahora estaba a punto de regresar a aquel lugar que solo le traía malos y amargos recuerdos. ¿Qué más podía hacer? Ya no tenía seguidores en la universidad y nadie quería hablar con él o siquiera acercarse. Se lo había ganado a pulso; lo mínimo que merecía por sus actos criminales era el repudio de las personas. Puso en riesgo la vida de más de un compañero por su propio egoísmo y ambición, y ahora estaba pagando las consecuencias. Y a pesar de todo, él consideraba que lo que le estaba sucediendo era una injusticia total.
Desde la secundaria se había acostumbrado a pasar sus vacaciones lejos de la residencia Uppercrust, a veces en las casas de sus compañeros, otras veces en cabañas o casas de verano que su familia no utilizaba. Este sería el primer verano que pasaría en ese lugar desde que tenía quince años.
Por la ventana del automóvil que su madre había enviado para recogerlo, pudo ver un edificio antiguo y tétrico en la lejanía de una colina, y conforme el vehículo se detenía, pudo observar una horrible reja de metal y un letrero desgastado por la humedad que decía “Sanatorio Mental”. Ese día, regresaba más de un pecador al purgatorio Uppercrust.
De pie en la entrada, vestida con un elegante conjunto, unas gafas de sol y una maleta de mano, se encontraba la hermana mayor de Bradley: Bailey.
En cuanto vio el auto detenerse, se acercó con paso enérgico y decidido. Sus tacones resonaron en la grava del camino. Abrió la puerta trasera del coche y entró con la elegancia que caracterizaba tanto a su familia. Por un momento, ambos se quedaron en silencio, mirando hacia adelante, tensos y completamente quietos.– Bradley – saludo su hermana con su voz ronca, única entre los fumadores crónicos.
– Bailey – respondió, manteniendo la vista al frente.
El automóvil arrancó y lo único que se podía escuchar era el aire que entraba por el cristal bajo del lado de Bradley. Cada uno miraba por su ventana la carretera que se extendía frente a ellos, los árboles y campos que formaban el paisaje, y los automóviles viajando en sentido contrario al suyo, afortunados de no tener el mismo destino que ellos.
Cuando finalmente llegaron a la residencia, Bradley subió nuevamente el vidrio y suspiró con pesadez. Su hermana volteó a verlo en cuanto escuchó esta reacción:
– Bradley – dijo suavemente para llamar la atención de su hermano. Este volteó a verla, sorprendido por el tono que estaba utilizando, y de inmediato pudo sentir la pesada mano de Bailey sobre su hombro y cómo lo estrujaba – No te preocupes – prosiguió – los Uppercrust siempre caen al fondo y aún así logran levantarse por sí mismos.
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UNA VEZ MÁS (MAX & BRADLEY)
RomanceLas personas no cambian, pero las decisiones que toman hacen que cambien sus vidas. ¿Qué hubiera pasado si Bradley aceptaba a Max junto a sus amigos en la fraternidad?