six

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Caminaba por la calle sintiéndose desnudo y pleno, a veces perderse en crecer. Se sentía francamente, más grande.

Eran entre las siete y las diez de la mañana, el amor lo había hecho perder la noción del tiempo ya hace mucho tiempo, camino por el mercado hasta perder el ambiente familiar y evocar a donde estuvo antes de los circos y pasiones, evocar a el momento y lugar en el que se enamoró de una estatua de oro.

—Buenos días. —llamó a la dependienta de aquella tienda de amuletos y velas. —¿No venderá algo que remedie mi problema?

Sylvia estaba acomodando las estanterías dándole la espalda, inconsciente de con quien hablaba, ella podía reconocer cierta familiaridad en el tono de su voz, pero estaba segura que el ya ni siquiera vivía en la ciudad o por lo menos eso era lo que se murmuraba en las calles.

—¿Podría saber cuál es su problema? —Preguntó vagamente.

—Necesitó algo que me haga menos vulnerable a el peligro.

—Eso, eso es muy complejo, pero creó que si se refiere a un hechizo con un círculo de sal bastará. —respondió ella y lentamente se dio la vuelta para encontrarse con el rostro de su amado.

—¿Podría pasarme la sal? —preguntó.

Ella cedió temblando, quería lanzarse a abrazarlo y llenarlo de preguntas, pero no le salía la voz.

El tomo un puñado de sal y dibujo un círculo alrededor de ellos dos, por un momento respiraron el mismo aire y se miraron a sí mismos a los ojos, por un momento en una respiración de paz fueron uno solo. Un solo amor.

La tomó de la cintura y ella se dejó caer entre lágrimas en su cuerpo.

Y la beso, experimentó en la suavidad de su boca como el más sublime de los placeres, no tuvieron que encontrarse en una respiración nuevamente por que ya era uno.


Con los años, las flores que sembraron en la incertidumbre florecieron en una familia de cuatro, una familia que rezaba en el almuerzo y por las noches dejaban ofrendas a los cosmos, una unión impura pero sincera de amor.

Siempre creyó que todo lo bueno que vivía era pasajero, lo que importaba eran las riquezas del cielo, pero todas las riquezas del cielo hubieran sido un infierno si no hubiera podido quedarse a su lado.


l'amour sous la cathédrale (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora