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El viaje de regreso a casa fue un mar de silencio. Hanna y yo apenas intercambiamos palabras, ambas sumidas en un torbellino de dudas y miedos. No podía dejar de pensar en las palabras de Hans y en las extrañas marcas que decoraban mi piel.

—¿Crees que está diciendo la verdad? —pregunté finalmente, rompiendo el incómodo silencio.

Ella tardó un momento en responder, manteniendo la mirada fija en el camino.

—No lo sé. Pero no podemos ignorarlo. Necesitamos averiguar más sobre lo que realmente sucedió anoche.

Asentí. Al llegar a casa, subí directamente a mi habitación. Encendí mi portátil y comencé a buscar información sobre símbolos de protección y rituales antiguos. Hanna, por su parte, se dedicó a revisar las redes sociales y mensajes, intentando reconstruir los eventos de la noche anterior.

—Aquí hay algo —dije, señalando una página web llena de diagramas y textos arcaicos—. Este símbolo... es similar a los que tengo en la piel. Dice que es un sello de protección utilizado en rituales antiguos para alejar... ¿entidades malignas?

Ella se acercó, leyendo por encima de mi hombro.

—¿Crees que Hans sabe de estas cosas? ¿O solo está jugando con nosotras?

—No lo sé. Pero si lo que dice es cierto, necesitamos aprender más sobre esas mierdas y cómo protegernos.

Hanna asintió, su rostro reflejando la misma determinación que yo. Pasamos horas investigando, tomando notas y tratando de comprender la magnitud de lo que estábamos enfrentando. Cada descubrimiento solo añadía más preguntas, y la sensación de estar al borde de un abismo desconocido se hacía más fuerte.
De repente, el teléfono vibró en señal de un mensaje el cual al leer, supe que era de el.

—"No confíen en nadie. El peligro es más cercano de lo que creen." —leyó mi amiga en voz alta.

—¿Qué significa eso? —pregunté sintiendo mi corazón acelerándose nuevamente.

Ella negó con la cabeza, aparentemente desconcertada.

—No lo sé...

La noche avanzó y la paranoia se instaló en cada rincón de mi mente. Decidimos no dormir, turnándonos para vigilar y continuar investigando. Cada ruido y cada sombra parecía estar cargada de una amenaza invisible.

Fue alrededor de las dos y media de la mañana cuando escuchamos un golpe en la puerta. Ambas nos congelamos, intercambiando miradas de terror.

—¿Quién puede ser a esta hora? —susurré, mi voz temblando.

Hanna tomó un cuchillo de la cocina y se acercó lentamente a la puerta. Miró por la mirilla y luego me hizo una señal para que me acercara. Abrí la puerta con cautela, y allí, de pie en el umbral, estaba una figura.

—Lilith, Hanna. No tenemos mucho tiempo. Deben venir conmigo si quieren respuestas.

La voz era grave y desconocida, pero había una urgencia en su tono que nos hizo dudar. Naara mantuvo el cuchillo al frente, lista para atacar si era necesario.

—¿Quién eres? ¿Y por qué deberíamos confiar en ti? —preguntó ella con firmeza.

La figura se quitó la capucha, revelando a una mujer de cabello largo y ojos intensamente verdes.

—Mi nombre es Elara. Soy parte de una orden antigua que lucha contra esas entidades de las que Hans les habló. Si no vienen conmigo ahora, sus vidas estarán en peligro.

La mente en juego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora