Capítulo 5. Dilema

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Cuando México tenía un solo novio, un solo Canadá, todo era mucho más fácil.

Las citas, las comidas, la convivencia, la hora de dormir.

El maldito sexo.

Bueno, maldición, el sexo era lo más fácil que se podía tener con su bonito Canadá.

Él lo besaba y hundía su lengua en su boca, invadiendo cada rincón de su cavidad hasta que no sabían de quién era la saliva en la boca del otro.

Luego estaban sus increíbles manos y las maravillas que le provocaba.

Canadá siempre lo apresaba contra lo que tu era detrás, una pared, la cama, una mesa o un escritorio. No le importaba en qué lugar estsban, cuando pasaban de la melosidad al fuego intenso de la lujuria, no había marcha atrás.

Él ponía sus grandes y ventosas manos en sus caderas y lo jalaba hacia él con brusquedad para juntar sus pelvis, mientras recitaba dulces palabras en su oído.

Precioso, escúchate. Suenas tan hermoso“.

Esto a la vez que acariciaba su pene con la mano izquierda y follaba su entrada con la derecha.

México obviamente no sabía contener los gemidos escandalosos que se escapaban por su boca. Era inevitable ser estimulado de esa forma y que sus ojos no se arrugaran al no saber si cerrarse y disfrutar plenamente de las sensaciones, o dejarlos abiertos y mirar a su divino novio con una sonrisa lasciva y ojos encendidos.

Y luego de mucho jugeteo, cuando México estaba a punto de tener el orgasmo que ansiaba, Canadá dejaba de estimularlo y daba una pausa para contemplar el desastre que había hecho de su bonito tricolor.

Entonces México jadeaba y suplicaba a Canadá qué continuara, que metiera su miembro en él y lo follara tan bien como solo él podía hacerlo.

Y Canadá hacía caso a los pedidos de su amado, claro que lo hacía, porque estaba tan embelesado con la imagen del temblor en sus piernas abiertas para él, sus labios rojizos e hinchados y esos ojos que lo miraban suplicantes.

¿Quién era él para negarlo?

Asi que tenían sexo, mucho, tanto como podían aguantarlo, tanto como sus cuerpos podían pedirlo. La mayoría de los días, México tenía la polla de Canadá hundida en él, embistiendolo con fuerza y a una velocidad feroz como animal, mientras colmaba de besos el pecho o espalda de México, y susurraba elogios a so oído, en todos los idiomas que conocía.

"Precioso, je t’aime. Me ecantas. Me vuelves loco. You're mine, and Im yours, mon amour"

Lo que hacía a México un país con la vida sexual más activa, placentera y satisfactoria.

Al menos hasta ese momento.

Había pasado tanto tiempo con su Canadá, que se había acostumbrado a todo rasgo característico de él, y eso incluía, obviamente, el sexo. Había un equilibrio entre dulzura, lujuria y posesión en cada movimiento que hacía en la cama, que cualquier cambio que hubiera México estaba seguro de que lo notaría, y no confiaba que no sería incómodo.

Por lo que estar en medio de sus tres novios -con actitudes totalmente distintas en el sexo- en la cama, lo ponía nervioso. Porque ya había cogido con los tres por separado, y había sido difícil acostumbrarse. La sensación de que estaba engañando a su novio seguía presente, aún cuando la persona con la que estaba cogiendo era un torcido de él.

No quería imaginar cómo sería follar con los tres al mismo tiempo, como ellos cababan de sugerir. ¿Sería aún más extraño? ¿Sería familiar? No dejaba de sentirlo extraño por la parte de que nunca había estado en un... Cuarteto.

—Creí que Canadá estaba bien con que tuviera sexo con ustedes siempre y cuando no lo presencie... —México se sintió cohibido en medio de los tres, sin saber a que lado mirar, o si voltear hacia atrás.

—Nos dimos cuenta de que te encuentras desanimado últimamente. Cannie tuvo la estúpida idea de que era porque el sexo individual no te lograba satisfacer por completo y henos aquí — Su tercer novio aclaró detrás de él.

México tragó saliva y miró hacia el primero, quien mantenía el deseo en sus ojos sobre él.

—No es para nosotros ninguna molestia compartirte en la cama si esto te hace feliz, vida mía —Cannie se encogió de hombros, acariciando con suavidad el muslo del mexicano.

—Bueno, en realidad...

—Quisimos hacerte ver que tu felicidad es nuestra mayor prioridad, amor, podemos controlar nuestros pequeños celos, inseguridades o egocentricidades... —Can lo consoló acariciando su mejilla dulcemente.

—No lo toquen más de lo necesario —Advirtió una voz detrás de él.

—Pff, como si necesitará tocarlo para hacerlo llegar, obviamente yo lo satisfago mejor que ustedes dos juntos.

—Ay, no sé si pueda superar eso... Solo sé decir cosas bonitas.

México reprimió un grito, y suspiró. Estaba muy cansado mentalmente, y no estaba seguro de si estaba listo para hacer esto.

—Chicos... De verdad aprecio mucho su esfuerzo, pero no tienen que hacerlo si no quieren. Podemos quedarnos así, yo estoy bien...

—México... —Can empezó, pero Mex lo calló con un besito en los labios.

—Hoy estoy muy cansado... Perdón. ¿Pueden solo abrazarme y dormir conmigo?

México tal vez esperó un semblante decepcionado en Cannie, o el ceño fruncido de Canadá, o el puchero triste de Can. Pero le recibieron miradas empaticas y preocupadas.

—Claro que sí, mi vida... Ven aquí —Cannie hizo un ademan hacia su regazo, México gateo hasta él y se recargó en su cuerpo, mientras él lo recostaba en la cama.

Al poco rato, se unieron su segundo y tercer novio, rodeando con sus brazos el cuerpo de su novio.

México escondió su rostro en la almohada, ahogó las lágrimas. Estaba en un dilema. El día que recuperara a su novio, a su Canadá, uno, solo uno... ¿Qué pasaría con estos seres con los que llevaba viviendo ya un tiempo?

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México se refiere a sus Canadá como primer, segundo y tercer novio de acuerdo al parecido que tienen con su Canadá original. En orden irían Cannie, Can y por último Canadá, irónicamente.

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⏰ Última actualización: May 27 ⏰

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