I.-Frustración

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- ¡LILY, VUELVE AQUÍ AHORA MISMO!

- ¡NO!- dijo ella, subiendo furiosa la escalera que conectaba el vestíbulo con las habitaciones.

- ¡NO ME HAGAS IR A POR TI!- chilló su padre, mientras hacía el ademán de levantarse.- AL MENOS ACABA TU CENA.

De pronto se escuchó como los pisotones cesaban, y como Lily se asomaba tranquilamente a responder a su padre:

- Te he dicho que no. No voy a comer ni en la misma mesa ni nada de lo que haya preparado esa zorra.- y terminó de subir las escaleras, ésta vez más calmada, lo que dejó una sensación de inquietud en el ambiente, hasta que llegó a su habitación y se encerró tras un portazo.

-Lo siento cariño, esta...niña... Entiende que aún es joven, y echa de menos a su madre... Además, fue bastante repentina la decisión de mudarnos, y le ha chocado bastante, no comprende que la hemos tomado porque era la mejor opción para todos.

-Sí, si ya se cómo son los adolescentes, pero esas faltas de educación y respeto son intolerables. Además, tan niña no es, querido, que este año cumple los dieciocho. Es una malcriada que necesita un escarmiento, y creo que este cambio le vendrá bien. Quizás se junte con gente que le haga bien, y aprenda a comportarse.- dijo la mujer, dejando ver su rostro el desagrado que sentía por su hijastra.
El padre de Lily se limitó a asentir con la cabeza, ya que no tenía nada que negar o añadir al comentario de su mujer, aunque le impactó el modo en el que lo había dicho. Sin más, siguió cenando con ella en completo silencio.

"Por qué diantres teníamos que mudarnos aquí? No lo entiendo" pensaba Lily sentada en su escritorio. "¿Que esa cara sepia sea coreana qué me influye? ¿Por qué tengo que cambiar mi vida por su culpa? Es todo por ella, la odio" agarró un papel y un bolígrafo rojo, su favorito, y empezó a escribir de manera compulsiva.

 "¿Que esa cara sepia sea coreana qué me influye? ¿Por qué tengo que cambiar mi vida por su culpa? Es todo por ella, la odio" agarró un papel y un bolígrafo rojo, su favorito, y empezó a escribir de manera compulsiva

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Su letra nunca había sido bonita, y ella lo sabía, pero no necesitaba que lo fuese. Sólo le era útil lo rapido e inmediato, lo que no la hacía esperar, ya que su tiempo era preciado. Nadie merecía más del justo.
Después de un buen rato, se dió cuenta de que ya no quedaba más espacio para escribir en la hoja, así que hizo trizas el papel y lo tiró a la papelera que tenía debajo de sus pies. Empezó a reírse y se tumbó en la cama: "qué más da, si tampoco era para tanto... en Australia todos eran iguales: igual de aburridos, igual de feos e igual de estúpidos. Pero aún así, quien se cree para decidir por . Estaba a gusto allí, no necesitaba pensar en nada, todo iba y venía... y tenías que cambiarlo. LA ODIO"
Cansada y frustrada se quedó dormida, sin nada más en mente que las palabras carmesí, que se repetían en bucle en sueños:
" LA ODIO, La odio, la odio..."


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