Capítulo 12: Santa Claus llego a la Ciudad.

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24 de diciembre de 2025.

El mes de diciembre de 2025 será recordado como una de las épocas navideñas más oscuras por la que atravesó la humanidad en toda su historia. Tanta destrucción, tantas muertes, tantos engaños, y sin, aun así, el 23 de diciembre las jugueterías estaban llenas y los supermercados a reventar de gente que había decidido no dejarse vencer por la tristeza. Ya la cena de navidad y la mañana de abrir los obsequios que habían sido dejados en el árbol al día siguiente se había convertido en una tradición, no solo era un pretexto para los comerciantes de ganar más dinero, era el tiempo en que en los doce meses del año podías compartir las alegrías y felicidades con las personas que más amabas o tan solo una de ellas. La televisión se había puesto el uniforme de la temática navideña, programas de cocina daban los mejores consejos de recetas para la cena, documentales sobre los orígenes de las festividades eran emitidos, junto con películas como Expreso Polar, El Regalo Prometido y Elf el Duende, con clásicos especiales que nunca podían faltar como La Navidad de Charlie Brown, Cuento de Navidad de Mr Magoo o Como el Grinch robó la Navidad.

En la 17 de la calle Keneth, eran las siete de la noche y nevaba sutilmente, familias se encontraban cenando en sus hogares, casas vacías porque sus dueños habían optado por pasar las fiestas en otras partes, y en una de esas residencias, tomando ponche de crema y comiendo galletas de jengibre sin parar, Abigail Pierce en su habitación veía en la televisión la película ¡Qué Bello es Vivir!, un clásico que no pasaba de moda en esas épocas, vestida con un sweater de lana tejido a mano de color rojo con el mítico representante de la navidad americana bordado, y unos pantalones grises de tela de lo más cómodos. Tomó la iniciativa de apagar sus teléfonos, quería estar sola, no para sumergirse en la nostalgia de su hija Maddie que ya no estaba con ella para que pudiera acurrucarse en sus brazos, quería sentirse serena y en paz consigo misma. Incluso programó a Mady, para que no le notificara si tenía visitas y pudiera ignorar a quien viniera sin remordimiento alguno, pero tanto silencio hizo que escuchara los golpes insistentes en la puerta de la entrada de su casa, obligada a bajar y ver por el picaporte a Shayne Weaver, vestido con un abrigo de color negro para el frio, llevando debajo un sweater de lana tejido a mano de color azul con un muñeco de nieve bordado. Sin poder evitar abrirle, Abigail pensó en la molestia que su jefe se tomó por ir a verla especialmente hoy, se saludan con abrazos, preguntan como la están pasando, siendo la respuesta de Shayne muy típica, una cena en su apartamento con su familia, su nuero, su hija y su nieta, no podría pedir otra cosa mejor para celebrar.

-No sabes cuánto me alegra escuchar eso, después de todo lo que pasó, creo que lo que más nos merecemos es un respiro- dijo Abigail con sinceridad, pero evadiendo la pregunta de lo que hacía en este día.

-Mira, sé que quieres estar sola, lo respeto, pero por más que insistas éstas no son horas para eso. Además, hice el pudín de manzana que tanto te gusta, ya eso es excusa para no quedarte aquí ahogándote en galletas de jengibre y ponche de crema- dijo el señor Weaver con las mejores intenciones, conociéndola como a la palma de su mano, por lo tanto, no podía rechazar su oferta, así que pidió que esperara un momento para alistarse, y en unos minutos ya lista, partió con Shayne a su hogar.

La sorpresa que se llevó en el instante que aparece en la casa del señor Weaver junto con este, se la habría esperado si lo hubiese pensado en el momento, sentados en la mesa esperándolas no solo se encontraban la nieta, hija y nuero de Shayne, también Aiden Rice con su esposo Andrew, Hans Wu con su abuelo, y Nimah Parrish con su madre, junto a un delicioso festín que esperaba ansioso a ser probado. Tomando asiento en la mesa al lado del señor Weaver y Aiden, comenzaron dando las gracias por los alimentos que disfrutarían, agregando cada uno palabras sobre lo afortunados que era de aun estar unidos, tanto en el ambiente laboral, como en días igual a este, porque la comunidad del Diario el Atlas era también una familia, que si bien llegaría el tiempo en que ya no estuviesen juntos como antes, harían lo posible por mantener viva su fraternidad. Una vez culminada la oración de costumbre, los presentes procedieron a comer el pavo con salsa de arándano, judías verdes, coles de bruselas al horno y las coliflores al vapor. Horas más tarde después de haber quedado llenos con tan glorioso festín, los reunidos convivían entre sí, bebiendo ponche, riendo, la hija de Shayne llevaba a su nieta a dormir con la emoción de que mañana recibirá los merecidos regalos, el señor Weaver hablaba con la madre de Nimah, sin tener que reprocharle nada sobre su trabajadora hija, y la señorita Pierce comía su pudín de manzana entre risas con Andrew por las historias que contaba sobre el señor Rice y la Navidad que pasaron en la Bahamas donde fue el centro de atención.

El Hombre del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora