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Al llevarlo al castillo del general, Haru miró todo a su alrededor en el camino. El pequeño fue apartado de él por unas sirvientas hasta perderse por aquellos largos pasillos con un guardia en cada esquina. A Haru lo guiaron por otros pasillos hasta el baño, donde lo ayudaron a lavarse con aceites aromáticos y cepillar su cabello corto, después de haberse secado. Le pusieron tinte rojo en los labios y un poco en la mejillas para dar un toque sonrojado en su piel blanca y desnuda. Una mujer con maquillaje extravagante y mirada gélida entró al baño junto con otras dos ayudantes detrás. Traía un frasco de cerámica y una paleta de madera con círculos pequeños separados por centímetros. Con un movimiento de cabezas entre ellas, se encontraba en la posición del gato y sostenido fuertemente por más que forcejeaba.

— ¡Déjame ir! —vociferó con lágrimas deslizándose por la comisura de sus ojos.-

— Calla, será mejor para ti si haces caso. —Habló la mujer de maquillaje extravagante.-

Forcejeó en pánico y temor al ver cómo destapaban aquel frasco de cerámica y con el líquido que salía humedecían aquella paleta de madera con círculos. Las mujeres que lo sujetaban le habían inmovilizado por completo para por consiguiente introducir bruscamente aquel objeto desconocido de madera por su orificio anal. Desgarrando y lastimando piel a su paso.

—  ¡No..No! ¡nhg! —Sollozó.-

— Es virgen, así como una mujer... —mencionó aquella mujer.-

Haru soltó un ahogado grito al sentir un ardor y líquido escurrir por sus muslos. Su cuerpo tembló por espasmos hasta que las mujeres le soltaron y alejaron de su cuerpo mancillado. El objeto que una vez estuvo dentro suyo, cayó frente a él con sangre y otro líquido no identificado. Sorbió por la nariz, cuando volvieron a quedar las ayudantes del principio y él mismo; solos en el baño. Le volvieron a lavar y secar de cintura para abajo, pero aún la sangre se escurría por sus muslos. Las ayudantes le colocaron un yukata de color negro y encima un haori blanco con estampado de plumas color amarillo.

Cuando terminaron de alistarlo, lo llevaron de vuelta por aquellos pasillos largos, recibiendo la  atención de algunos guardias y ayudantes en el camino. Al final, llegaron a una habitación, donde lo adentraron y dejaron solo con el Shōgun. El hombre yacía arrodillado sobre una cama y su antifaz de demonio ocultando su rostro.

— Acércate, deseo verte.

Esa voz fría, profunda y autoritaria, hizo que el cuerpo de Haru temblara involuntariamente y con pasos lentos se acercara. Dejando atrás gotas de sangre en el suelo, y su cabeza retumbar por el dolor. Con rostro cansado se posicionó frente al general y con un quejido se arrodilló igual para sentarse sobre sus piernas.

— Eres hermoso —Extendió la mano y acarició el rostro del otro.- Serás la nueva madre de Ryosuke y la persona que dormirá conmigo de ahora en adelante.

La mano del general se deslizaron hacia su cuello y continuó hasta su muslo. Hizo un gesto de fuerza sobre la piel y sintió al contrario dar un pequeño brinco.

— Yo no quiero hacer esto, por favor...—Haru derramó lágrimas cómo cascadas por sus mejillas y cabizbajo siguió rogando por su vida— por favor... déjeme ir.

Aún con su mano posada en el muslo, volvió hacer presión para llamar la atención del contrario. Lo cual consiguió y sonrió para sus adentros.

— Si no quieres ser castigado por traición o ejercitado; obedece...

Haru apretó sus ojos y desconectó por un momento. El shōgun le desvistió y recostó sobre la cama. Deslizó, tocó, apretó y su cuerpo con aquellas frías manos; más nunca le vio el rostro. Puesto que nunca se removió el antifaz de su rostro. Escuchó el sonido de chasquido salir de los labios del general, en el momento que le abrió las piernas y vio un poco de sangre en su orificio anal.

— L-Lo siento... Lo siento —Se disculpó no sabiendo por qué.—

Sintió la mirada penetrante y oscura del general sobre su persona durante unos minutos. Antes de proseguir a mojar sus dedos en unos aceites e introducirlos por entre sus nalgas. Más lágrimas salieron y quejidos escaparon de sus finos labios.

No pasó mucho para que el shōgun removiera sus dedos e introdujera su miembro en sustitución.

Haru cerró sus ojos y el pensamiento de la ejecución le fue tentador.

— — — — A la mañana siguiente — — — —

Haru despertó con el sonido de los pájaros al cantar y una brisa entrar por entre sus piernas desnudas. Se incorporó entre las sábanas de seda y mullido colchón de algodón. El sentarse lo sintió como miles de agujas en su orificio anal. Vio la puerta de la habitación abrirse y adentrarse el mismo hombre que cargó y llevó al niño.

Hombre de rostro perfilado y bien parecido, comparado con los que veía a menudo al caminar de su casa al mercado. No obstante, su fría y penetrante mirada lo asustaba. Pero ¿Qué está haciendo ahí? ¿Era el shōgun?

— Veo que has despertado. Ya mismo traen el desayuno. Las damas que te prepararon para la noche de ayer, fueron ejecutadas al salir el alba.

Haru palideció.

— Ryosuke está despierto y con ansias de verte. Mi mano derecha te dará un recorrido por la casa. Tienes prohibido salir fuera de las instalaciones. Tu deber es criar a mi hijo, como mi concubina oficial.

Haru le miró mientras el general hablaba. No quería esto, y mucho menos una responsabilidad tan grande para alguien tan inculto como el. Solo quería vivir su vida hasta el final de sus días.

— No quiero hacerlo —Le miró a los ojos y vio como el otro fruncía el ceño levemente.—

— Soy el shōgun

Debes obedecerme. No se atrevió a vociferarlo.

Sin más Haru trató de asimilar que los próximos días y años, solo iba a permanecer encerrado. Haciendo feliz a otros y no así mismo.

Ahora pertenecía al regente del país, algo que todos saben, hasta el mismo emperador, pero nadie se atrevía a confirmarlo.

Tomó el silencio de Haru como respuesta y se inclinó para besar los cabellos castaños de su ahora concubina y sonreír.

El shōgun estaba feliz.

Fin

Nota: Buenos días, no sé cómo acabarlo. La realidad es que iba a ser corto y terminaría con este capítulo, pero lo siento sin sentido y abrupto. No sé cómo darle ese final a gusto y para dejarles esperando; era algo o nada. Me disculpo.

The ShōgunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora