07. the confession

120 18 2
                                    

Dorothea soltó un suspiro tembloroso, jugueteando con sus manos sudadas.

Tenía miedo.

Miedo de que si llegara a declararse a Ash, él la rechazara y la quisiera lejos.

Pero no podía evitar sentir amor hacia él, no podía evitar que ese fuerte sentimiento le ganara a la amistad que sentía hacia él.

Y eso que ya se había declarado. Solo que al parecer Ash decidió ignorarlo y seguir como siempre, no insistió en esa peculiar reacción de su parte.

Lo haría, se le declararía. Aunque no sabía cómo lo haría, ya que lo había estado evitando durante varios días de una forma tan grosera que hasta le daba pena.

Caminó hasta su casa, rodeada del pasto verde y rebosante que le brindaba un poco más de confianza. La noche anterior había pasado una fuerte tormenta, parecida a la noche en que se quedó a dormir en la casa del mostaza y se abrazaron cariñosamente, por lo que el pasto estaba mojado y brillaba ante la luz del sol.

Le recordó lo bien que se llevaban en ese momento, al igual que en ese momento, solo que el sentimiento había cambiado. ¿Para bien? No lo sabía.

Al llegar frente a la casa de Ash, suspiró profundamente antes de tocar la puerta. Espero ahí, esperó un momento para que la puerta fuera abierta por la madre del chico.

—¡Dorothea! — Delia pareció sorprendida de verla ahí.

—Hola, señora. ¿Se encuentra Ash? — se esforzó por mostrarle una sonrisa, una que a leguas se notaba que era fingida.

—Justo se fue a buscarte a tu casa. — respondió. Se cruzó de brazos, frunciendo el ceño con preocupación. — ¿Ash te hizo algo? Me dijo que creía que estabas molesta con él.

—No, es que... he estado un poco confundida y necesitaba un momento a solas. Estaba buscándolo para disculparme.

—Me alegra que no tengan problemas, lo vi tan desanimado que... bueno, no importa, ve por él.

—Lo haré. — aseguró, dándose la vuelta para empezar a correr.

Se encontró a sí misma alborotada, jadeando y sudando por tratar de alcanzar al chico que tanto la traía loca. Casi llorando por tener la mente llena de pensamientos negativos que la estaban carcomiendo viva.

Ver su silueta a lo lejos fue tal vez lo más reconfortante que pudo sentir. Lo fue aún más el ir hacia él y lanzarse a sus brazos a pesar de lo sorprendido que se veía.

—¡Dolly!

—¡Lo siento mucho, Ash! — exclamó sin separarse de su pecho, siendo recibida por el chico. — ¡Perdón por evitarte!

—Hey... no pasa nada, ¿sí? — acarició su cabello con cariño, mirándola con sentimiento. — No puedo enojarme por no hablarme cuando te sentías mal.

—No me sentía mal. — el mostaza la miró confundido, ladeando ligeramente la cabeza. — Es que... quería decirte algo.

La separó para mirarla, interesado en lo que fuera que quisiera decirle.

—Dime. — esbozó una pequeña sonrisa.

—Ash... me gustas.

Silencio.

El rostro del mostaza se torció de la confusión ante lo que acababa de escuchar. Temió que la rechazara y quisiera alejarse de ella, que todo lo que había sobre pensado se hiciera realidad y fuera miserable hasta que pudiera miserable.

—Tú a mí también.

Parpadeó anonadada. ¿Qué había dicho?

—¿Qué?

—A mí también me gustas. — repitió. — Te quiero mucho, tal vez no como amiga, pero es un hecho que me gustas.

El moreno se inclinó ligeramente. Al entender sus intenciones, se inclinó también, aventurarse a dar el primer paso nuevamente y besarlo. Sus labios eran suaves y tenían un sabor a durazno. Ash la tomó de los hombros para profundizarlo, tímido.

Ella era la chica que quería. La niña que le gustaba. La que siempre le había gustado sin saberlo, a pesar de haber viajado a lado de tantas chicas, de las cuales se suponía que tenía que sentir algo. Con la que quería vivir el resto de sus aventuras que apenas iniciaban.

✓ DOROTHEA, ash ketchum.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora