I don't love you, but I do

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Me estás reteniendo, déjame ir, no soy propiedad, tu propiedad.

Bajó suavemente las escaleras, en sus manos una bandeja con algo de comida y un vaso de agua; no era mucho, pero sí lo suficiente.

Entre toda la oscuridad no logró verle, no logró encontrarlo. Su mano presionó suavemente el botón que encendía la luz, logrando que todo lo que estaba en ese sótano se lograra distinguir. Entre todo esto, a su amado, su preciosa propiedad.

“Buenos días, cariño.” Habló el pelirrojo, dejando la bandeja en la mesa cercana a él. La única respuesta que obtuvo fue una mirada fulminante por parte del índigo, quien lo miraba con desdén, lo que, claramente, molestó a Childe.

“¿Dormiste bien ayer?” Pero no hubo respuesta del contrario.

Golpeó la mesa con el puño.

“Maldita sea contigo, te estoy hablando carajo.” Gruñó y acercó, jalando a Scaramouche por el pelo, agitándolo.

“¡Responde!”

“¿¡Qué quieres que te diga?! ¿Qué me la estoy pasando genial?” gritó el menor, pero lo único que recibió fue una bofetada del mayor.

“A mí no me hablas así, todavía que te brindo un hogar, mi hogar.

El índigo bajo su mirada, hacía tiempo que no veía la luz del sol por este psicópata. Igual, no es que saliera mucho de casa, pero estar encerrado en un sótano encadenado no era lo mejor. Pero, a pesar de todo, jamás dejaría de querer a Childe. Él es y será su amor de siempre, no podía permitirse odiarlo, no podía.

Ojála..

Él no era ciego, pero sabía que la relación que tenían era tóxica, demasiado. Decir que solo Childe era el tóxico era mentir, pero a algo se le llaman límites y ambos los sobrepasaron.

Quizás no era amor, tal vez un vacío que ninguno de los dos pudieron llenar y que jamás lo harían. Un amor tóxico, toxicidad, pero no importaba. Ambos se querían a su forma, se dañaban a su forma.

Scaramouche siempre quiso a alguien que se quedara  con él aún después de ver lo desagradable e inestable que era. Y al encontrarlo a él, sentía que era perfecto.

 Ellos eran dos piezas que encajaban a la perfección, pero no eran del mismo rompecabezas, lástima.

El que arriesga no gana, pero no siempre es cierto. Y estos dos eran el ejemplo perfecto para demostrarlo.

¿Qué arriesgaban si no tenían nada? 

No había nada que podía perder, que no podía ser. En pocas palabras, nada que arriesgar. 

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Todas mis historias tienen una continuación, solo falta que se me ocurran las partes y armalas correctamente.

Hola, soy Kai y continuaré esta historia cuando pueda. 

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