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Algunas veces, Victoria se miraba al espejo y sentía repulsión.
Sus colmillos, afilados y amenazantes, sobresalían cruelmente de su boca. Sintió un nudo en el estómago y apartó la mirada, sus manos temblando ligeramente. El reflejo en el espejo la atormentaba; la sed de sangre hacía que sus ojos brillaran con una intensidad aterradora, una rojez siniestra que hablaba de su hambre insaciable. Pero, cuando esos terribles rasgos desaparecían y su reflejo volvía a ser el mismo de siempre, sin colmillos y con sus ojos azules y tranquilos, se sentía un poco más como ella misma, y el impulso de cortarse la cabeza con un hacha le parecía excesivo.
El teléfono vibró de nuevo, rompiendo el pesado silencio del baño. La pantalla se encendió, y perdió la cuenta de todas las veces que aquello había pasado mientras se limpiaba el líquido escarlata de la boca y cambiaba su ropa. Tomó una gran bocanada de aire, intentando calmarse, antes de cerrar el grifo del lavabo, secarse las manos y agarrar su celular para ver las cinco llamadas pérdidas y un par de mensajes que tenía.
DE: DEAN [ 02:36 AM] Necesitamos hablar. Es en serio. Llámame.
DE: DEAN [ 02:40 AM] Se que lees mis mensajes. No me ignores.
