Capítulo 02

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—¡Algo huele muy bien! —Max gritó cuando saltó por la puerta del cuartito de la entrada. Al igual que el resto de su familia, nunca Max había conocido a la extraña. —Hola, soy Max. —Él se deslizó hasta parar justo en frente de Becky.

A los trece años, ya era tan alto como ella. Becky se burló del estado de las botas de Max.

—Mi nombre es Becky. Veo que has estado en el granero con los caballos. —Arrugando su nariz, ella señaló las huellas sucias y malolientes que él había dejado a través del suelo de la cocina, su recién lavado piso de cocina.

Becky no había perdido tiempo para obtener el trabajo. Ahora, ella se sentía muy bien. Su nivel de energía era casi tan alto como su nivel de excitación.

—Ay. Perdón, Becky. —Max se echó a reír con ella. —Nicha me daría una nalgada por eso. —Él se detuvo donde estaba, sacó las botas y se dirigió al porche trasero con ellas.

—Limpialas afuera mientras, y no sólo botes los pedazos en el jardín. —En su risa, ella sabía que dejarlas sucias había sido el plan original. —Yo no te daré nalgadas por eso, si las vas a limpiar; tráeme el trapeador, y yo te daré una sorpresa.

Becky sabía cómo hacer amigos con brownies. Los brownies de Becky eran una cosa maravillosa. Tomó un par de cajas de la mezcla de brownies sustituyendo la crema por el agua, la mantequilla por el aceite, agregó chocolate, una tonelada de chispas de chocolate, y un par de cucharaditas de café instantáneo y voila; tenía una obra maestra.

Ella los llamaba brownies orgásmicos. No es que ella tuviera un montón de experiencias con los orgasmos, aunque vivía de esperanzas. Con un estimulante azucarado, como los brownies, no tardó mucho en llegar a Max que regresó, excremento de caballos que quitó de los zapatos y con el trapeador húmedo.

—Nicha dijo que tú eras muy buena y que me encantará la comida que tú vas a preparar para nosotros. —Él colgó su mochila en la parte posterior de una de las sillas de la cocina y se dejó caer en ella para esperar por su porción.

—Voy a limpiar esto y voy a cortar un pedazo de brownie, —le prometió. Max ya era un hombre joven y guapo.

Ella podía ver el aire de familia en sus facciones. Todos los chicos Chankimha eran increíblemente guapos, especialmente Freen. Estaba nerviosa por verla por primera vez, porque ella no la conocía. Becky había existido en la periferia del mundo para Freen Sarocha.

Ella había sido una estudiante de octavo grado cuando Becky terminó la escuela secundaria, pero nunca se había perdido uno de sus partidos de fútbol. La leucemia le había aparecido a Becky al siguiente año, pero ella todavía la seguía viendo cuando Freen jugaba a la pelota en la universidad y montaba en el circuito de rodeo. Finalizando con el retoque al piso de la cocina, Becky regresó el trapeador al porche trasero.

—Vaya, tenemos que dejarlo impecable otra vez. —Ella se lavó las manos en el fregadero, y procedió a servirle a Max una enorme tajada de dulce de bizcocho y un vaso de leche.

—Gracias, Becky. —Los ojos de Max crecieron con placer. Él le dio un mordisco y suspiró felizmente. —Esto es mejor que todos los que Nicha alguna vez preparó. —Un gran elogio, por cierto.

—Te agradezco lo que dices, cariño, pero no le digas a Nicha o herirás sus sentimientos. Ella te quiere mucho. —Becky se sentó a su lado y comenzó a hacer una enorme ensalada verde. Max la observaba mientras ella trabajaba.

—Eres muy bonita, Becky. —A pesar de que él era apenas un adolescente, la hizo ruborizarse. No estaba acostumbrada a los halagos. De hecho, ningún hombre antes le había dicho que era bonita.

Vaquera ardiente「 Freenbecky 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora