Capítulo 2

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Segundo Capítulo 

Una fuerte oleada de nervios me azotó cuando salí por fin de la propiedad para subirme al automóvil. Jugaba con el anillo que estaba ubicado en mi dedo índice, asunto que mi Padre se encargó de arreglar para correr el rumor de que su heredero estaba prometido con una joven de raza aria, y el enlace se llevaría a cabo después de mi regreso del colegio militar. No puse resistencia alguna, estaba cansado de vivir bajo las sombras de siglos de historia, estoy cansado de luchar por darle al mundo la verdadera persona que soy, pero nadie se alegra por ello, por mí. 

Es hostigante saber que jamás podrás encajar en el mundo que fue creado para tí, pero es reconfortante saber que podrás crear el tuyo, solo.

— Nuto... — Dijo mi madre con voz lastimera. — Por favor... 

Me subí al automóvil sin mirarlos por última vez. Es doloroso saber que ni siquiera tu propia familia tiene un mínimo dejo de compasión por tí. Mera lástima es lo único que necesito para ser feliz, dichoso por un solo día. 

El automóvil avanzaba con lentitud, mientras el mitin discursivo de Mussolini hacía  que todo se retrasara en  el Imperio.

— !Estamos en el momento en que o la flecha sale disparada o la cuerda bien tensa del arco se rompe¡ 

Sus palabras hacían eco en Nápoles, hasta llegar al último rincón de Italia.
El automóvil se detuvo frente a unas enormes puertas negras, se abrieron repentinamente y decenas de filas de milicias que estaban perfectamente ordenadas se abrieron paso a la vista cuando el automóvil ingresó al colegio. La puerta del automóvil fue abierta y baje lentamente, enderezándome poco a poco y tratando de que el entumecimiento de las piernas producido por las largas horas de viaje se fuera. 

— Un nuovo Cerri benedice i nostri angoli con la sua presenza, !SALVA VITTORIA!

—  !SALVA VITTORIA! — Ecos de voces resonaron por todo el colegio y algo se asomó entre mis pensamientos. Si no moriré en la guerra, moriré por "tratar" de guardar apariencias. Uno a uno, cada milicia se acercó a mí, con la espalda recta y algunos con acento alemán muy marcado me ofrecian el tan aletargado saludo italiano. Para que negarlo todo estaban muy buenos. Pero mi mirada solo buscaba al comandante Ghatyng.

Un milicia más bajo se posiciono a un lado mío.

— Sus cosas... — Dijo tratando de arrebatarme la maleta de la mano con voz debil, y nerviosa.

— Yo mismo puedo llevarlas... — Dije de manera instantánea.

— Le falta entender muchas cosas, será mejor que vaya aprendiendo... O no sobrevivirá demasiado. — Tomó las maletas y se dirigió a la parte trasera, donde parecía ser la mejor parte del colegio. 

Verdes pastizales se abrieron paso ante mi vista cuando entre a la oficina del general Laurentius Lorenzo, la mano derecha de Mussolini, al menos eso era con lo que su pobre mente le permitía engañarse a sí misma. 

— Un nuevo Cerri... — Dijo mientras se acomodaba tras su escritorio después de indicarme que podía tomar asiento.

— Estamos por ganar la guerra

¿Guerra? ¿Una nueva guerra?

— Hitler traerá prosperidad a Alemania y consigo a Italia — Siguió mientras mi cerebro trataba de entender el concepto de una nueva guerra

— Mussolini... Es un... — Se callo de manera inmediata, guardando sus insultos, al verme de manera despectiva, pude llegar a la conclusión de que le podría ver como un traidor a nuestra nación Fascista.

— Tienes un alto rango, más te vale de que no eches a perder nada, no estarás en los cuarteles, no iras a la guerra, lo controladas todo... Serás el brazo derecho de Ghatyng... No habrá entrenamientos, solo educación mórbida y ayudaras a la expansión del Fascismo... La patria merece que un Cerri proclame la buena nueva de la vieja Europa.

Mis pensamientos se paralizaron al escuchar cada palabra de Lorenzo.

— ¿Con... con el comandante Ghatyng?— Articule de manera nerviosa.

— Sí... Eres un novato en esta cosas, que mejor que lanzarte al brazo de Ghatyng...

— Pero no le parece que mi vitalidad y jovialidad serviría de mejor ayuda en el ejército — Dije de manera desesperada tratando de encontrar un salida para no estar con el comandante Ghatyng.

— Para nada, tú padre me contó sobre tus tendencias... — Hizo una pauta en sus palabras, pronunciando cada una de ellas con saña, haciendl que me hiririeran — Muchos milicias darán su brazo a torcer tan solo verte, en cambio... Ghatyng no dejara que te le acerques ni un milímetro.

Pues no lo vi muy furioso la noche en la que anunciaron el comienzo del tercer Reich.

— ¿Por qué esta tan seguro de que trabajaré con el comandante Ghatyng?

— Porque desde ahora soy yo el que manda en tú vida...

— Tú padre me autorizo de dar y ordenar cada movimiento sobre el tablero... — Dijo de manera abrupta.

— No tiene... — Me calló dándome un golpe en el estómago, que hizo que por un momento analizará si en realidad valía la pena seguir vivo.

— Es la primera y última vez... La última Cerri...

Salí de la oficina, casi desmayando del dolor, sin duda no duraría ni un solo día en el frente de la guerra.
Avance a paso lento, tratando de recuperar el sentido, mientras intentaba localizar un rostro familiar o ya por lo menos amigable, para preguntar por el comandante Ghatyng.

Nada, no podía sentarme en el verde césped a contar las nubes y las hojas de otoño que el aire frío estaba derribando.
Pero tampoco podía recorrer el colegio entero en busca de mi perdición. Así que decidí parar al milicia de gran estatura y hacerle unas pequeñas cuestiones.

— Buongiorno, comandante Ghatyng?

Susurros PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora