Capitulo 3

846 60 13
                                    

Jenna

—¿Por qué tengo que ir yo, madre? Pasarán miles de camareros ofreciendo bocadillos que no puedo comer. —intento sonar calmada, evitando que se note mi fastidio por ir.

—No estarás ahí para comer Jenna, iremos porque esta noche tu padre recibirá un reconocimiento, es importante para el y lo es para nosotros también— dice, acomodando mi corbata. Pasa de largo y se dirige al tocador para terminar su maquillaje.

—Mamá, pero...—

—Nada de peros— ella me mira por el espejo como advertencia.

Yo aprieto mis labios, controlando el enojo por su interrupción.

—Es que, podría llegar unos minutos antes de que mi padre pase...

—Jenna cariño, la universidad te dio el permiso de asistir con el compromiso de que registres todo lo que pueda servirte para tu reporte como pasante. ¿Has registrado algo de lo que has visto?

—¡Por su puesto que si! Tienen un excelente jacuzzi, y ni hablar de la piscina, ¡oh! Y tienen muy buenas vistas desde sus balcones.

—Jenna Ortega, eso suena más a actividades de ocio que de un reporte, tienes que centrarte en recepción, salón, auditorios, restaurantes, teatros— remarcó la última palabra. — además, nuestra suite no tiene balcón.

Cierto. Nuestra suite no tiene balcón, mejor aceptar sus condiciones antes de levantarle sospechas.

—Madre parece que va ser hora de que nos vayamos ¿no? Deben estar por iniciar la presentación.

Miro mi reloj y me doy cuenta de que ya hemos durado 15 minutos conversando.

Así que nos fuimos directamente al teatro donde estarían entregando los premios.

Me enorgullece saber que sea mi padre quien obtendrá un gran reconocimiento, es mi mayor ejemplo a seguir.

El distinguido señor Nicolás Ortega, dueño de una cadena de hoteles, restaurantes, y a saber cuántos títulos más tenga, está a punto de lograr operar su propia empresa naviera.

—Buenas noches, familia Ortega, les doy la bienvenida, si son tan amables de seguirme, les mostraré sus respectivos asientos. — un señor con traje, y de cabello completamente blanco nos atendía, por su voz y su aspecto diría que fue un sargento militar en su mejor época.

—Excelente lugar, estamos tan enfrente que no hay manera de escaparme.

Mi madre solo le sonrió apenada al hombre.

—Discúlpela, se siente un poco mal, ¿podría traernos dos copas de vino por favor?

—De inmediato señorita, ¿algo más en lo que pueda servirles?

—A mi mejor me traes un beluga gold line— dije mirando a la hebilla con su nombre— Alfred.

—Gran elección para esta noche, un vodka excepcional. Ahora mismo vengo.

—Gracias — dijimos mi madre y yo al unísono.

—Debí meterte a un grupo de alcohólicos anónimos —apoyó su cabeza en la silla mirándome de reojo.

𝓢𝓾𝓶𝓶𝓮𝓻 𝓵𝓸𝓿𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora