EN SUS ALAS BLANCAS

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Blanco. Volver en sí era entrar a un mundo de blancura. Todo se veía níveo y brillante. De repente, dolor. Un pinchazo en el brazo la despertó al instante, pero el choque con el resplandor que la rodeaba la hizo entrecerrar los ojos. En ese momento una voz dijo:

— ¡Buenos días Mel! ¿Ya te sientes mejor?

Reconoció la voz en seguida, era Jimena, la enfermera que solía sangrarla cuando se realizaba exámenes al visitar el hospital. Entornando los ojos pudo distinguir a aquella mujer gruesa vestida de blanco, y la luz de las lámparas fluorescentes que iluminaban el cuarto donde ella reposaba. Podía percibir un fuerte aroma a desinfectante y alcohol. Entonces preguntó lo primero que le vino a la cabeza:

— ¿Qué hora es?

— ¡La una y media de la tarde! — replicó la mujer volviendo a ver hacia un reloj ubicado en la pared aledaña.

Entonces la joven suspiró aliviada, ¡eran unas pocas horas! Recordó las últimas escenas que evocaba en su mente, donde solo veía a Don Chema inclinado a su lado con cara de preocupación. Intentó cerrar los ojos con fuerza para rememorar algo que parecía ser importante al momento de su desmayo, pero aquel gesto fue captado por Jimena.

La enfermera entonces dijo:

— Deja de hacer eso. Solo harás que te duela la cabeza. ¡El doctor Mijango vendrá pronto!

Melisa suspiró mientras la mujer terminaba de tomar la muestra de sangre. Entonces la detective aseveró:

— ¡Vaya que es responsable el doctor Boris! Venir a verme en domingo debe ser algo complicado.

— ¿De qué hablas, niña? — cuestionó la enfermera que rotulaba la muestra de sangre que debía enviar a Laboratorio lo antes posible.

— ¡Supongo, que el hombre tiene familia o algo mejor que hacer en la tarde de domingo!

Entonces la mujer del uniforme blanco ladeó su cabeza y agregó una frase aclaratoria que aterró a Melisa.

— ¡Es lunes, querida! ... ¡has dormido más de veinticuatro horas!

La detective abrió sus ojos completamente, y con algo más que desconcierto agregó:

— ¡Carajo!

De repente, la puerta de la habitación se abrió, ingresando a la misma, un sujeto de rostro avejentado vestido de blanco que saludó sin vacilación a ambas mujeres.

*****************

Era el doctor Boris Mijango, un neurólogo, este llevaba en la mano una carpeta que parecía cuidar con cierto recelo, ya que la sostuvo con firmeza luego de plantarse frente a la cama donde reposaba Melisa.

El hombre preguntó:

— Enfermera Valdez... estoy esperando la muestra desde hace rato... ¿podría asegurarse que la procesen lo más rápido posible?

Jimena se quedó con una expresión de sorpresa, ya que antes de ir a la habitación de la paciente, se había quedado un rato en la estación de enfermería tomando café, ignorando las órdenes dadas por el galeno. Y sabía lo estricto que era el doctor Mijango. Su rostro se tiño de rojo mientras balbuceó:

— ¡Ya voy doctor!

Acto seguido abandonó la habitación con la muestra de sangre, mientras Melisa todavía intentaba asimilar su situación.

El médico abrió la carpeta y con una actitud muy concentrada procedió a leerla. Su expresión era de seriedad absoluta. Esto empezó a preocupar a Melisa, el desconcierto aumentó porque empezó a escuchar a las voces en su cabeza, que también sonaban preocupadas.

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⏰ Última actualización: Jul 03 ⏰

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