Capítulo 4

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IV


—¡Qué puto asco! —exclamó Kylie mientras sujetaba la melena de su amiga, pero el vómito de esta cayó sobre su calzado—. ¡Ay, Sophie! Mis zapatos son nuevos. No inventes, tendré que lavarlos.

—Lo siento —se disculpó Sophia, fijando su mirada en los zapatos de Kylie, para luego regurgitar otra vez en el retrete.

Desde que despertó de su profundo sueño para ir a clase, se vio atormentada por una sensación de malestar en el estómago. El bar le estaba robando valiosas horas de sueño, y beber en exceso tampoco le servía de nada si iba por allí vomitando a los profesores. La culpa y la vergüenza la consumían poco a poco.

Sophia, sin preocuparse por las miradas ajenas, se encerraba en el baño, esperando a que el vómito saliera por completo, ya que no quería ser una amenaza para los trajes de los docentes y sus zapatos bien lustrados. Después de expulsarlo todo, ella se iría de allí fresca y renovada. Pero cada vez era más difícil hacerlo si sentía que todo se desmoronaba a su alrededor.

Mientras Sophia echaba su alma en el retrete del baño de mujeres, Kylie se acercó al lavabo para limpiar sus zapatos, sintiendo arcadas cada vez que el papel higiénico rozaba el vómito de Sophia.

La joven de veintidós años, que no paraba de vomitar, se negaba a faltar a clases. No era una opción para ella, en especial ese día, que irían todos los estudiantes de enfermería a las prácticas. Sin embargo, viendo cómo estaba su situación, Sophia no pudo evitar pensar que quizás no debía quedarse en la universidad en ese estado.

Sophia no era una joven responsable en todos los aspectos de su vida, pero cuando se trataba de enfermería era capaz de levantarse de la cama incluso con fiebre. A pesar de sus constantes retrasos que le impedían obtener mejores calificaciones en clases, a ella le gustaba dicha carrera, y era lo único que la impulsaba a ser diligente en sus estudios.

—¿Por qué no te vas a casa? Podrás pedirle los apuntes a Richie y te ayudaré con ello —sugirió Kylie.

—Prefiero pasar mi lengua por el baño de hombres que faltar a esta clase —dijo Sophia, aunque al darse cuenta de la mirada preocupada de Kylie, añadió—: Quizás pueda faltar... Solo necesito un justificante.

—Le diré a Sam que llame a la directora, ¿quieres? —sugirió Kylie, tomando su teléfono para después enviarle un mensaje a Samantha—. Después de todo, la directora es su madre y tú eres una buena amiga de su hija. Veo que hará una excepción por ti, luego le dices que entregarás el justificante.

El justificante le serviría para que la falta no apareciera en su registro como algo intencional, sino por cuestiones de salud. Si bien a Sophia no se le impondría un castigo por faltar a una clase sin una justificación, recaería sobre ella la responsabilidad de no asistir y las posibles consecuencias a futuro. Al fin y al cabo, Sophia llegó a la conclusión de que si se ausentaba no sería lo mismo ver con sus propios ojos que copiar de los apuntes de sus compañeros, y eso le cayó como una patada al estómago.

Sophia se puso de pie con dificultad; se apoyó en el retrete antes de recargarse en la pared de azulejos grisáceos, y dio unos pasos tambaleantes hacia el espejo, resbalándose con su propio vómito. Observó su reflejo en el cristal y desvío la mirada. ¿Podría lucir peor?, pensó para sí misma. Ni siquiera el maquillaje lograba ocultar el círculo morado y rojizo que rodeaba sus ojos. Sophia exhaló con pesar y se limpió las manos con un poco de jabón líquido.

La cabeza le daba tantas vueltas como un carrusel. Sophia ya no soportaba pasar sus mañanas así, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera por conseguir un poco de dinero extra y así saldar sus deudas con Johnny y su tía Lily. No importaba lo difícil que le pareciera, lo haría de todas formas.

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