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⠀Soy Maxwell Harrison, un profesor de Anatomía y Fisiología. Sin embargo, por un pequeño inconveniente también fui profesor de Farmacología por un tiempo. Sí, un profesor cuya vida antes de agosto era pacífica.
No hacía mucho que me había mudado a Kansas. Yo estaba casado; no obstante, un día como cualquier otro, regresé a casa y sorprendí a quien solía ser mi esposa con otro hombre, lo que me llevó a tomar la decisión de divorciarme de ella. Lo sé, ¿no es molesto cuando no pueden ser sinceros?
Había estado un par de semanas reflexionando sobre eso; me gustaría decir que me dolió la ruptura, ya saben, para hacerme la víctima, pero la realidad era que me sentía tan libre sin ella a mi lado. No podía simular tristeza por eso, era habitual verme pasear por los alrededores con una sonrisa en mi cara y pensar que estaba viviendo el mejor momento de vida. Ya no tenía que justificar mis retrasos por el trabajo constante que realizaba ni discutir con nadie por nimiedades.
No, ya no tenía que preocuparme por eso.
Al llegar a casa del trabajo lo primero que hacía era recostarme en el sofá para luego sumirme en mis pensamientos. Y, déjenme decirles, que un día en particular mi mente empezó a enfocarse en una persona.
Entonces, aquí vamos…
Hacía unos años me encontraba en el aula de la universidad enseñando un nuevo tema a mis alumnos de primer año. Pensé que sería un día normal, ¿saben? No fue así.
Yo enseñaba a mis alumnos uno de los sistemas orgánicos. Di una ojeada a mi entorno y volví la mirada a mi portátil, la cual proyectaba la imagen de un corazón detallado en la pizarra. Me parecía divertido cómo algunos de mis alumnos actuaban como si estuvieran a punto de caerse muertos de la impresión.
Mis estudiantes mostraban gran dedicación —al menos en mi asignatura—, a excepción de unos pocos que estaban más interesados en sus celulares que en tomar apuntes como los demás. A pesar de mis pocos años de ser profesor, era usual para mí presenciar ese tipo de comportamientos en el aula. No muchos mostraban interés en lo que les estaba enseñando; por lo tanto, saqué mis conclusiones sobre qué alumno seguiría hasta el final y quién se marcharía tan pronto cruzó la puerta.
Lo sé, lo sé... No hagan tanto ruido, ya lo sé. Sé que no es apropiado hacer ese tipo de conjeturas, sobre todo si parece que estoy subestimando a mis estudiantes, pero ustedes no entenderán la decepción de un maestro o profesor que disfruta de su trabajo y ve que sus alumnos no aportan nada a la clase.
A muchos de nosotros nos gustaría ver a los alumnos triunfar. ¿Qué digo? ¡Nos encantaría! A mí me encantaría que todos mis alumnos llegaran a la graduación con un título en la mano y una enorme y radiante sonrisa de satisfacción diciendo: "Al fin, ya no tendré que ver al viejo y amargado de Maxwell".
No tienen idea de lo mucho que me fascinaría escuchar o pensar que es así. No obstante, ese, desafortunadamente, no siempre es el caso.
Pero, siendo justos, en ocasiones creo que la mayoría de los alumnos están en la carrera equivocada, lo que me lleva a pensar en algo más: elegir determinada carrera porque es lo que se espera de ellos. ¿A cuántas personas no les ha sucedido algo similar? Muchos lo sabrán porque varios de ustedes han sido estudiantes alguna vez. ¿Has dejado tus estudios de lado porque creías que no era lo adecuado para ti? Y si lo hiciste, ¿qué tiene de malo? Es mejor vagar buscando algo que de verdad te apasione que ser infeliz en la profesión que te obligaron a ejercer.
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HIGH | En curso
Fiksi Remaja¿Qué pasaría si un profesor se dejara llevar por la curiosidad y comenzara a indagar demasiado en la vida de una alumna? ¿Hasta dónde llegaría su obsesión por descubrir los secretos de la joven, sabiendo el riesgo que estaría corriendo con respecto...