La momia: Al final volvemos al mismo lugar.

Prólogo.

|| Tebas - Ciudad De Los Vivos ||

Tebas, ciudad de los vivos. La joya de la corona del faraón Seti I. Unos de los faraones más importantes y el más rico de todos. Hogar de Imhotep, sacerdote del faraón. Hogar de nacimiento de Anck-su-namun, concubina del faraón y hogar de Nefertiti, hija de este. 

En esta época los dioses de Egipto decidieron dejar de convivir con los humanos, excepto una diosa Hathor, diosa del amor y esposa de Horus. Ella decidió quedarse a proteger y cuidar a los humanos que allí se encontraban. 

Se dice que esta decisión fue tomada tras mucho pensar y hablar con su esposo. Este pasaría al más allá junto el resto de dioses, los cuales no se podrían reencarnar jamás. Ambos sabían que esto supondría el final de su eterno amor. Aún así, Hathor se quedó con los vivos, tras despedirse de su amado. Cuentan que cada 500 años se podrían volver a ver y estar juntos durante un día. 

Se cuenta que la diosa estuvo al servicio del faraón Seti I, al cuidado de su hija Nefertiti, a la cual ayudó, protegió y crió, hasta que se convirtió en una joven hermosa y fuerte. 

Según se retrata los dioses eran mucho más altos que los humanos y que su sangre en vez de ser roja, era de oro. Y en efecto, hay retratos de la diosa del amor, al lado de los demás y se puede observar la gran diferencia altura. 

Según escritos antiguos, la diosa después del asesinato del faraón, estuvo liderando a los medjay, en su protección tanto a la dinastía, como a los secretos que se habían formado con el paso de los años. Hasta que un día, la Hathor fue asesinada por un hombre, el cual fue contratado por el faraón Meremptah, hijo de Ramses II (el cual fue sucesor del trono de Seti I,).  

Desde entonces no se sabe donde fue siquiera enterrada la diosa, lo único que se sabe es que los medjay, según cuentan, se llevaron su cuerpo y lo ocultaron, para siempre. Todos decían, que la belleza de la diosa no era comparable con ninguna humana. Ante los ojos de todos, era la mujer, más hermosa de todo Egipto. Su cabello castaño era largo como una cascada de arena, sus ondulaciones eran dignas de una reina y sus extraños ojos brillantes, de igual color que las arenas del desierto, brillaban más que las estrellas en el firmamento. Además de que cuando utilizaba sus poderes, estos cambiaban de color a uno dorado, igual que el sol.