Capítulo 5

97 7 0
                                    


- Lo más importante nunca se ve - El principito

Santiago

Barcelona, España

Reflexiono sobre la conversación que tuve con Isabella mientras estaba en la ducha. La verdad es que la mujer tenía algo que me hacía querer saber más sobre ella, cómo si fuera un tipo de droga que sabía que tenía que mantenerme alejado, porque si la probara me volvería un total adicto. Pero no me importaba.

La imagen de sus ojos verdes clavándose en los míos hacía que mi cuerpo reaccionara de una manera que no podía controlar. Es una mujer impresionante, principalmente cuando es odiosa, y con sus mejillas sonrojadas.

No quería pasarle ninguna mala impresión, principalmente después de saber que ella tiene conocimiento de quien es mi padre y de que hizo. La gente solía juzgarme por ello, con miedo de que yo cometiera los mismos errores.

He reaccionado mal cuando Sergio casi me ha asesinado en la pista haciéndome chocar el coche, y reaccioné mal cuando ella me entrevistó. Pero parte de mi creía que no me debía dejar pisar por nadie. No era justo lo que la gente me hacía a mi, y tampoco era justo lo que yo les hacía a ellas cuando me enfadaba.

Llego a la habitación de mi casa con tiempo suficiente para vestirme para el evento que iba a haber esta noche. Estaba más que seguro que Isabella planeaba estar allí, principalmente porque estarían varios pilotos, incluidos los que no eran españoles. Mi idea se confirma cuando pregunto por ella discretamente al llegar a la fiesta.

El bar estaba algo mal iluminado, como suelen ser los bares irlandeses, y mientras pido un ron cola, veo por el rabillo del ojo la morena acercándose con su vestido verde, y sus tacones dorados. Escucho que pide lo mismo que yo, y eso me hace pensar que es una señal del destino.

- ¿Te importa si me siento aquí? - pregunto, haciendo que me mirara.

Ella pone los ojos en blanco y se gira hacia el camarero.

- Y dos chupitos de tequila, por favor.

- No hace falta que me invites a un chupito.

Sus ojos me miran como si fueran un cuchillo a punto de atravesarme el cerebro.

- No es para ti.

- Oh... ¿Has venido acompañada?

Cuando el camarero apoya los dos chupitos en la barra, ella bebe los dos en menos de cuatro segundos, y admito que me quedé algo impresionado con tal capacidad. Ni siquiera ha hecho cara de asco o de incomodidad.

- He venido con mi equipo. Pero, los chupitos eran para tener fuerzas para aguantar tu presencia.

Noto su cuerpo tenso. Al notar la mueca que tenía, y la postura rígida de su cuerpo sabía que eso significaba que no le gustaba nada que yo estuviera cerca de ella. Bien, todo un reto. Le sonrío de una manera deslumbrante, tal y como yo sabía que a las mujeres les gustaba.

Sus ojos verdes me miran, y mi ritmo cardíaco se acelera mientras la contemplo. Sus ojos eran del color más bonito que había visto jamás, y sus labios eran algo rellenos, con un arco del cupido digno de dar envidia. Su pelo estaba recogido en una coleta alta, que seguía haciendo que su pelo largo fuera destacable. Su vestido enseñaba algo de su escote, y por lo poco que veía podía decir que eran muy destacables. Su piel bronceada era lo que me llamaba la atención, no sabía si ese tono era natural o no, pero, sí sabía que era uno de los más preciosos que había visto en mi vida.

- Si vas a estar mirándome toda la noche así tendré que pedirme un par de chupitos más.

Ella me saca de mis pensamientos y limpio mi garganta.

- No quiero que acabes borracha solo por mí - bromeo.

- Ah, créeme cuando digo que unos chupitos no son los que me van a hacer perder la cordura.

- ¿Ah no? ¿Y qué es lo que te hace perderla, señorita Bianchi?

Me acomodo en mi sitio ajustándome los pantalones porque la erección me estaba presionando la cremallera, y decido beber un buen trago de mi bebida, quizás para ver si tenía valor para seguir esta conversación sin acabar babeando por esta mujer.

Mientras observo cómo sus ojos pasean por mi rostro, no puedo dejar de admirar su aspecto exótico y atractivo. Mi mente decide tomar el mando, y empiezo a imaginar cómo sus labios envuelven mi polla mientras me chupa, su lengua recorriendo toda mi extensión mientras mis manos tiran de su coleta. Admito que no era un hombre que follaba con cualquiera, y ni muy frecuentemente, dado que no tenía pareja, pero, con esta mujer... follaría todos los días de mi vida.

- ¿Cómo dijiste en la entrevista? - ella pregunta con ironía - Ah, mi vida personal es secreta.

- Eres alguien muy misteriosa.

- Por algo me he hecho periodista. Prefiero saber sobre la vida de los demás, que divulgar la mía propia.

Sonrío, era el primer dato que me daba de manera no forzada. Creo que ya estaba poco a poco dominando la situación.

- ¿Por qué nunca sonríes?

- Porque no tengo motivos para ello - mi sonrisa desaparece.

Pone los ojos en blanco, y admito que eso me excita. Me acerco un poco más de ella apoyándome en la barra, quería saber más. ¿Por qué no tenía motivos para sonreír? ¿No era feliz? ¿O había tenido algún trauma?

- Deberías alejarte, sino los rumores sobre nosotros van a aumentar - ella comenta.

Noto como la respiración de ella está algo descontrolada, y como sus ojos siguen fijos en los míos. Yo había visto las noticias, y la verdad es que me importaba una mierda todo lo que decían, porque parte de mí también creía que existía algo entre nosotros, aunque todavía no físicamente.

- No me importa lo que diga la gente.

Su rostro parpadea con sorpresa antes de recuperarse. Él mío seguía manteniendo la misma expresión de deseo y determinación.

Ella lleva su bebida a los labios, y admito que ver como una gota de agua que cayó de su vaso escurría por su cuello hizo que mi piel se estremeciera. Y cuando ella se dió cuenta de cómo la miraba, vi cómo su piel también se erizó.

Hmm,al parecer ella también reacciona a mí.

¡Isabella, vamos! Te están esperando en la sesión de entrevistas - Tony se acerca con una sonrisa.

Admito que saber que ella pasaba casi todo su turno de trabajo al lado de ese hombre guapo no me gustaba mucho, pero, no podía hacer mucho al respecto sin joderle la vida.

Ella se aleja de mí de un salto, rompiendo nuestro contacto. Sus ojos me miran fijamente antes de despedirse y alejarse. Mis pensamientos traviesos dominan mi mente otra vez, pero mi sonrisa se desvanece al ver que había otra persona en el bar que la miraba con el mismo deseo que yo. Sergio Martínez.

Cuando ella finalmente desapareció, vi como el irguió su copa saludándome y me sonrío como modo de advertencia. Él iba a ir a por mi chica. 

Obsesión Veloz (LIBRO FÍSICO Y COMPLETO DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora