Capítulo 4

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- Y se dió cuenta de que nadie jamás está solo en el mar - Ernest Hemingway.

Isabella

Barcelona, España

Después de ayudar al cámara a guardar todas sus cosas, y ponerme un abrigo por encima del vestido gris corto que llevaba, fui a echar un vistazo al centro. Ya había estado aquí antes, pero la verdad es que nunca en condición de periodista, y no con la mentalidad que tenía hoy en día.

Mi estómago dio un par de vueltas durante el recorrido, quizás por los nervios por no saber que me encontraría en ese paseo. Me paro justo en frente a una vidriera llena de trofeos y fotos de ex-pilotos, y no puedo evitar que mi mirada caiga sobre una foto en específico. Siento mi cuerpo relajar durante un breve instante, hasta darme cuenta de que había un par de ojos marrones observándome desde el reflejo del cristal.

- No me digas que eres una ex-fan frustrada de mi padre que decidió odiarme por la eternidad por sus acciones a lo largo de la vida.

- Oh, por favor - digo con ironía, y río soplado sin enseñar los dientes - Tu padre no tenía tanto talento como para que yo fuera su fan.

Él parece ignorar mi comentario mientras camina en mi dirección parándose junto a mi observando el cristal y cada uno de los trofeos. Le miré, y por un instante pude notar algo de tristeza en su mirada.

Todo el mundo sabía lo que había pasado con Alejandro López, uno de los pilotos más polémicos de Ferrari de la generación pasada. Al parecer él robaba dinero de su compañero de trabajo, y engañó a todo un equipo. La verdad es que el tío cometió el mayor atraco en la historia de Ferrari, como si fuera un caballo de Troya. Pero, dejó muchas víctimas debido a su imprudencia y egoísmo, e incluso cadáveres.

- Él era un idiota, pero decir que era un malo piloto no es cierto.

Dejo escapar un gruñido.

- Tu y yo sabemos que Luigi Lombardo era mucho mejor que él.

- ¿Lo defiendes porque es italiano como tu?

Mi corazón se acelera por un instante, y lo miro a los ojos. Es inevitable decir que el tan cabrón es atractivo, de una manera endiablada. Era imposible no saber exactamente cómo era la apariencia de Santiago, dado que le veía en todos los lados. Él era el piloto más guapo del mundo según las chicas en Tiktok, y además, famoso por ser el segundo mejor del mundo por detrás de Sergio Martínez.

Si abres Tiktok, lo verás en tu pantalla. Si enciendes la televisión lo verás en alguna publicidad. Es imposible desconectarse de Santiago, aunque lo intentes.

Yo no debería estar aquí hablando con él, en realidad, no quería hablar con él. Pero, ver esa tristeza en su mirada me hizo dejar de lado mi orgullo y bajar la guardia, al menos por ahora.

- Lo defiendo porque reconozco a alguien con talento cuando lo veo.

- ¿Esa es tu técnica para ligar? ¿Fingiendo que no me quieres ver ni en pintura y luego intercambiar una conversación conmigo en un sitio desierto?

Ya está. Fin de la guardia baja. Cabrón creído hijo de puta.

Si confundes amabilidad con ligoteo, creo que tienes un problema muy serio.

- ¿Te gustaron las flores? Sigo con curiosidad de saber si sonreíste o no.

- Las he tirado a la basura.

Él sonríe mirándome profundamente a los ojos. La situación seguía causándole gracia, lo que me irritaba. Salgo de allí rápidamente sin despedirme dejándole solo, y admito que mi corazón se sentía algo raro debido a una interacción tan cercana a él. Mientras camino hago una foto del local para mi instagram para que vieran donde estoy trabajando. Cuándo abro la aplicación me sorprende ver el número de seguidores y menciones a mi usuario.

"Después de ese reportaje de hoy y de esas chispas... Creo que solo empezaré a asistir a las noticias todos los días que @isa.bianchi.oficial esté en la pantalla"

"¿Fui solo yo, o he notado algo de tensión entre @isa.bianchi.oficial y @santiago.lopez.f1?"

Mientras voy leyendo todo, me resulta imposible calmar mi acelerado corazón, que golpea contra mi caja torácica mientras asimilo cada palabra. Joder. Joder. Creo que nunca había pensado en cómo mi odio a Santiago podría afectar mi vida personal y profesional cómo lo estaba pensando en ese momento.

Paso una mano por mi pelo grueso y rebelde algo enfadada con la situación, y me doy contra unos brazos musculosos que por la risa que soltó y por cómo me miró, admito que la parte más interna de mi deseó que fuera Santiago el que estuviera allí, y no él. Sérgio Martínez.

Él se relame los labios al ver mis piernas, y admito que oculto la cara de asco que amenaza surgir en mi rostro. Creo que se da cuenta de mi reacción, pero me guiña el ojo igualmente, como si nada le importara.

- He visto las noticias... - él se acerca - Si alguna vez te aburres de estar con él, que sepas que siempre estoy libre... - sonríe de una forma ridicula que me da arcadas.

- Creo que tienes que bajarte de esa nube de superioridad... Porque yo no me acostaría contigo ni si fueras el último soltero de la Tierra.

Él parece sorprendido y ofendido. Me regodeo en su vergüenza, y sigo mi camino escuchando como me llamaba "zorra" bajito. Ese tío me odiaba. Pero, la verdad es que aunque no le odiaba, yo sabía que era un cabrón. Su fama le precedía, y no pensaba rebajarme a su falso encanto.

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