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Clara yacía en la cama, sintiendo las suaves sábanas de algodón blanco contra su piel erizada por el frío. No se molestó en buscar una manta; estaba demasiado atrapada en sus pensamientos. Los ojos azules de Alex aún habitaban sus recuerdos, intensos y vívidos, como si miraran directamente a su alma desde el lado vacío de la cama.

"Alex, Alex, Alex," susurraba Clara una y otra vez, como un mantra, temiendo que si dejaba de repetir su nombre, su memoria se desvanecería. Pero de vez en cuando, tenía que detenerse, silenciarse unos segundos para inhalar profundamente el humo del cigarrillo que mantenía entre sus dedos temblorosos.

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