Capítulo 2.

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Narra Javier.
Dos días, dos malditos días desde la primera vez que la vi, dos malditos días desde mi último beso, dos malditos días en los que no había podido dejar de pensar en ella, y ni siquiera se si la volveré a ver.
"Contigo no existe el tiempo, no existen las horas, tu eres el arcoíris cuando mis ojos lloran, no tengas miedo estoy contigo ahora, callada robaste mi corazón con miradas, la perfección está en las curvas de tu espalda y si no estás, entonces no hay nada"
Un nuevo tema escurria por mi pluma, sin tener que pensarlo mucho o buscar palabras que encajen, simplemente era otro impulso de escribir, pero esta vez mis letras tenían dueña.
Todo yo tenía dueña, y ella no lo sabía.
Miré la caja de cigarros, los que compartí con ella, y solo quedaban dos. Estaba decidido a guardalos hasta la próxima vez que la viera.
Me levanté por la cajetilla que reservaba para la escuela, saque cuatro tabacos y regresé a el viejo escritorio donde siempre escribía. Encendí uno mientras subía los pies al filo de el escritorio, pensando en ¿cómo volvería a verla? Necesitaba verla, tenía que tenerla conmigo, ya era necesario.
¿Qué mierda es esto?¿Cómo es que llego a sentir todo esto por una desconocida ¿Por qué a mi?¿Hice algo bien para merecerla?¿Al fin ella es mi recompensa después de tanta soledad que he soportado?
Sin notarlo, el cigarro se había terminado y mis mejillas estaban empapadas, mi nariz se taponeaba y mis sollozos eran escandalosos.
Otra noche más que dormiría con dolor de cabeza, excelente.
Escuché tres golpesitos en la puerta pero los ignoré, sabía que era mi mamá que me traería la cena, daba igual, terminaba dejandola a un lado hasta en la madrugada que me despertaba el hambre y las ganas de orinar.
-¿puedo pasar?
-Si te digo que no, te enojas, entonces pasate.
-Muy chistosito. Te traje de comer, es un sand...
-Sandwich de los restos de la comida de ayer, ya lo mamá.
-Javier, sabes que me preocupa que fumes tanto, te va a hacer daño, hijo.
-Si no me mata el alcohol, prefiero que sea el tabaco.
-Me duele verte así, sin metas, sin sueños, sin algo que te impulse a ser un buen chico y tener más de lo que yo te puedo dar.
-Entonces cada que me veas, cierra los ojos.
-¡Javier! Estoy hablando en serio.
-Yo también.
-Debes...
-No mamá, no quiero buscar ayuda, ya lo hablamos antes.
Sentí la preocupación de mi mamá, sus manos tomando las mías y entibiandolas con ese calorsito tan relajante, ya saben un calorsito rico y desestresante, ese que tiene las mamás. Suspire y medio sonreí.
-Bueno, voy abajo, seguro tu papá ya se comió la mesa.
-Dile que hoy me pelee con mi novia, que hoy no voy a bajar a cenar.
-El día que sepa que tu noviesita no existe, te va a poner una joda...
-Por eso no se va a enterar. No seas soplona, dicen que a los soplones les cortan la lengua, eh.
Ella rodó los ojos y rió bajito, dandome un leve golpe en la cabeza, que me hizo reír.
Mi primera risa en dos días, Coral se había quedado con mis reservas de felicidad.
Mamá salió de mi cuarto, cerrando la puerta con cuidado.
Tomé el segundo cigarro y lo encendí, dandole una calada muy profunda sin perder de vista la punta, viendo como un color naranja se deboraba el tabaco, quemaba todo a su paso, dejando un gris como rastro.
El cigarro es como la vida. Se consume lentamente, se vuelve cenizas y nunca regresa ni se compone, y cuando menos lo esperas, se termina, sin aviso, sin cuidados, sin prisas, sin sentido.
Me quedé mirando a la nada, pensando en ¿qué hay más haya de las estrellas?¿hacia dónde te transporta un agujero negro en el espacio?¿a donde van a parar todos los deseos que piden cuando soplan un diente de león? Y cosas sin sentido.
Una risa grave y desquiciada sonó de abajo de mi cama.
-Jordan, me has asustado.
-Espero que te hayas cagado ensima.
-¿qué quieres?
-Saber como está mi mejor amigo.
-Bueno, tu eres producto de mi enferma imaginación, deberías saberlo.
-Oh vamos, no me digas que no te da alegría verme.
-Eres un puto cuerpo flotante, sin piernas, con la lengua partida en tres y ojos negros, por supuesto que no me alegra verte.
-Ambos sabemos que soy lo mejor de tu patética vida.
-No, ya no.
-Javier está... ¿cómo se le dice? Ah si, enam...
-No lo digas.
-EN
-No.
-AM
-Jordan, basta.
-OR
-Para ya.
-A...
-No termines la frase.
-DOOO, JAJAJAJAJA.
-No asqueroso pedazo de infierno, el amor no existe.
-Uy, cuidado con el señor de piedra.
-¿por que no te largas a la mierda?
-Porqué me aburrí de estar en tu cabeza.
Desde que tengo uso de razón, Jordan ha sido mi único amigo imaginario, pero era un asco de persona, todo el y su negro humos me tenian harto.
Tomé la almohada y la puse en mi cabeza.
-Muerete, quiero ver.
-Pudrete.
-Aún respiras, no esta funcionando, Javi.
-QUE NO ME DIGAS JAVI.
-Javi.
-Me tienes harto.
Me puse de rodillas, a los pies de la cama y comencé a rezar, solo así se largaba.
Me caga rezar, ni siquiera creo que Dios, pero si eso alejaba a Jordan, esta bien.
¿qué dia podré tener una sola sonrisa que dependa de y solo de mi?¿qué dia voy a dejar de depender del tabaco.¿que día voy a buscar lo mejor para mi?
Una de esas voces en mi cabeza comenzaba a cantarme una canción de cuna, otra me gritaba la basura de persona en la que convertí, la tercera reía como enferma y juraría escuchar una cuarta decir que todo va a estar bien, pero casi no se sentía.
Me recoste en la cama, dejando que todos y cada uno de mis demonios internos me consumieran, que se tragaran otro pedasito de mi alma esta noche.
Al fin dormido, con en cigarro prendido entre los dedos y una esperanza rota... Volverla a ver.

Miel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora