01

1K 238 82
                                    

Katsuki Bakugo había sido apuñalado dos veces, una en la pierna y otra en la costilla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Katsuki Bakugo había sido apuñalado dos veces, una en la pierna y otra en la costilla. Todo ocurrió en una pelea territorial. Llegar al hospital fue solo por pura insistencia de sus superiores. Sin embargo, el joven de veintidós años odiaba quedarse quieto. La idea de tener que estar en una camilla le causaba picazón.

―¿Qué haces durante todo el día? ―preguntó Katsuki, sin apartar la vista de la televisión de la habitación. Los canales eran pocos, apenas cinco, y tres de ellos solo transmitían noticias. Nada de películas, series o documentales interesantes. Además, su teléfono se había arruinado durante la pelea, y no tenía a quién llamar para pasar el tiempo.

A pesar de todo, su orgullo le impedía abandonar el hospital. Quería demostrarle al chico de cabellos verdes, que parecía perdido en la otra cama, que él era un adulto capaz de cuidarse y ser responsable con su propio cuerpo.

―Escucho algo de música..., televisión y saludo a las enfermeras que entran a vigilarme ―enumeró Izuku mientras movía los dedos de una mano, como si contara cada actividad que realizaba.

Katsuki lo observó desde su cama. Izuku, sentado con las piernas cruzadas, giró el cuerpo hasta encararlo. Era sorprendente ver cómo el pecoso se movía con tanta naturalidad a pesar de no tener bastón. Su orientación, oído y tacto eran impresionantes.

―Qué divertido ―comentó Katsuki con sarcasmo, terminando con un silbido.

―Bueno, no esperes mucho de un ciego ―replicó Izuku, frunciendo el ceño con una evidente molestia.

―No me malinterpretes, pero creo que podrías hacer mucho más aquí.

―Es fácil decirlo para alguien que puede moverse por todo el hospital sin chocar con cada enfermera que pasa.

Katsuki suspiró y se sentó en la cama, ignorando el dolor punzante de las heridas que aún no sanaban del todo. Tampoco ayudaba que se moviera tanto por los pasillos, incapaz de quedarse demasiado tiempo encerrado en la habitación.

―Mierda, vamos. Te voy a enseñar. Odio cuando no me dan la razón ―gruñó, dejando el control remoto en la mesita de noche antes de levantarse.

Con cierta torpeza, caminó hasta la cama de Izuku y tomó su mano con cuidado.

―¿A dónde iremos? ―preguntó Izuku, inseguro, sin soltar la cama.

―Confía en mí, seré tu bastón ―respondió Katsuki con firmeza.

Sin darle tiempo a protestar, tiró suavemente de él para que se levantara. Lo ayudó a ponerse las pantuflas y lo guió hacia la puerta.

―E-espera, Kats... Katsu ―balbuceó Izuku, tropezando con su propio intento de pronunciar el nombre del otro.

Katsuki se detuvo de golpe, haciendo que el pecoso chocara contra su espalda. Giró sobre sus talones y sostuvo a Izuku por los hombros, buscando instintivamente sus ojos, aunque sabía que el otro no podía verlo. Aun así, la profundidad de aquellas esmeraldas ciegas lo cautivó, como si fueran un par de auroras infinitas.

―Por favor, mierda... Me voy a marchitar si me quedo en esa habitación. Y si me ven solo, pensarán que intento escapar.

―¿Me vas a usar de escudo? ―preguntó Izuku en un susurro casi inaudible.

―Sí, pero si voy a usarte como escudo, al menos hagamos algo divertido juntos.

La fuerza en el agarre de Katsuki era inconfundible, como si intentara transmitirle su determinación de no quedarse quieto.

―Pero yo no podré ayudarte con tu aburrimiento ―objetó Izuku, recordando lo limitado de su mundo.

―Solo vamos. Prometo que no nos alejaremos demasiado.

La expresión de Izuku se llenó de dudas. Frunció el ceño, movió ligeramente la nariz al arrugarla y parpadeó con lentitud. Finalmente, tras un momento de vacilación, alzó la cabeza.

―¿Lo prometes? ―preguntó con un hilo de voz, sin darse cuenta de que a solo unos centímetros de distancia alguien lo observaba con atención.

Katsuki dejó escapar una risa suave y asintió, aunque Izuku no pudiera verlo.

―Lo juro por mi honor ―dijo, alzando una mano como si sellara un pacto solemne. ―Juro que no me alejaré de ti.

Izuku sintió un calor extraño recorrer su pecho. Aunque sabía que solo era una promesa para explorar un hospital, las palabras de Katsuki se sintieron como algo más profundo. Su rostro se tiñó de un leve carmesí, y con algo de timidez, extendió la mano sana hacia adelante.

Cuando los dedos de Katsuki envolvieron los suyos, el pecoso inclinó la cabeza, ligeramente avergonzado.

El camino por los pasillos fue lento al principio. Katsuki mantenía un agarre firme en la muñeca de Izuku, guiándolo con cuidado para evitar a las enfermeras y otros pacientes. En cada esquina, Izuku terminaba chocando contra la espalda de Katsuki, quien se detenía abruptamente para ocultarse.

Las miradas curiosas de algunos pacientes recaían sobre ellos, en especial en las manos entrelazadas. Katsuki no les prestó atención, e Izuku ni siquiera era consciente de ello.

―Creo que tendremos que correr. Un doctor viene por la derecha ―advirtió Katsuki en voz baja.

Izuku alzó ligeramente el rostro, como si intentara captar los sonidos del entorno.

―¿Eres consciente de que no puedo ver? ―preguntó con sarcasmo, ladeando la cabeza.

―Obvio, por eso solo corre. Yo te diré si debes frenar. Tienes buen oído; sé que podemos escapar.

Antes de que Izuku pudiera replicar, Katsuki lo jaló hacia el pasillo opuesto. Corrieron juntos mientras los últimos rayos del sol se colaban por las ventanas. Por un instante, Izuku creyó ver una luz parpadeante, una chispa que lo hizo sonreír.

En esos minutos fugaces, se sintió como un adolescente otra vez. Como si volviera a descubrir el mundo. Todo gracias a aquel extraño que ahora sujetaba su mano con tanta firmeza.

 Todo gracias a aquel extraño que ahora sujetaba su mano con tanta firmeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
BASTÓN || bkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora